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Por Armando Miguélez
La prensa norteamericana recientemente ha traído
La prensa norteamericana recientemente ha traído a colación esta emigración a raíz de la sólo aparente contradicción de la postura sobre la cuestión migratoria de Mitt Romney, ex-candidato presidencial republicano a la nominación por su partido, y las raíces mexicanas de sus ancestros en el siglo XIX y principios del XX. Por ella, supimos que el padre de Mitt Romney nació en México debido a que sus padres norteamericanos de credo mormón, habían huido a México escapando de la persecución religiosa que sufrió este grupo a mediados del siglo XIX en los EEUU.
Por otros motivos, escaparon a México también el gobernador de la California mexicana de 1835, el editor de El Clamor Público de Los Ángeles, el abuelo de la cantante Linda Rondstadt y muchos californianos, texanos, arizonenses, etc. que se desencantaron o que perdieron la paciencia con la falta de garantías que les ofrecía la “libertad” norteamericana en estos nuevos territorios siempre a punto de perder la vida en un linchamiento, o las propiedades en los variados simulacros de la justicia del “wild west” o por los “squatters” o la violación de los derechos culturales más básicos como la lengua, la práctica libre de la religión o los usos o costumbres garantizados en los tratados de Guadalupe-Hidalgo y la Mesilla y constantemente obviados por las autoridades del nuevo país.
Por todos los territorios del anterior norte de México, se formaron “juntas provomedoras” para organizar el éxodo hacia México. Se cree que esta emigración hacia México sólo en California, en la primera década después del Tratado de Guadalupe Hidalgo, alcanzó la cifra de 5000 familias de californios/mexicanos/hispanoamericanos y otras nacionalidades. Estas familias se afincaron en zonas de los Estados y Territorios del Norte de México, en terrenos públicos que los gobernadores/jefes locales les proporcionaban de antemano para emprender un porvenir más halagüeño para ellos y sus familias y a la vez contribuir a lo que en ese tiempo se llamaba, una acción civilizadora y de progreso en una tierra fértil y virgen pero llena de peligros.
A continuación podemos ver la misiva que J. Álvarez y Torres, de San Francisco publica en “El Eco del Pacífico” de San Francisco en 8 de junio de 1859, en donde como agente nombrado por el gobernador de Sonora, Ignacio Pesqueira, se dirige a sus paisanos para ofrecerse como organizador del exilio a México en el norte del Estado de California.
Con estos emigrantes se fundaron colonias de Emigrados Norteamericanos en varias zonas de estados de Sonora, Sinaloa, Chihuahua, Baja California, todo a lo largo de la frontera con los EEUU. Con esta política de ayuda a la emigración o exilio de los EEUU, los gobernadores norteños de México trataban de contribuir a aliviar los sufrimientos que los mexicanos /hispanoamericanos e inmigrantes en general pasaban en los territorios del suroeste norteamericano, y a la vez, fortalecer con población “yori” blanca) zonas con fuerte presencia indígena así como servir de escudos a las expediciones filibusteras sobre México que emprendieron varias individuos privados norteamericanos con la anuencia de los gobiernos locales, estatales y federales de los EEUU durante ,sobre todo, las presidencias demócratas de J. Polk, F. Pierce y J. Buchanan.
Uno de estos gobernadores norteños fue Ignacio Pesqueira (1820-1886). Pesqueira, el gobernador y hombre fuerte de Sonora y de todo el norte de México por muchos años entre 1839 y su muerte, contribuyó al éxito de estas campañas pues no en vano abrigaba en su acción política y militar y en estas campañas de repoblación, el adelanto de estas ricas tierras por medio de una colonización activa de gente lista para trabajarlas y explotarlas. Él había sido educado en España y Francia en las ideas liberales decimonónicas y durante toda su vida pública sorteó todo tipo de obstáculos para mantenerse en el poder y poder realizar el sueño republicano, federal, y liberal del que estaban imbuidos muchos de los líderes hispanoamericanos de la Independencia:
“Sres. Redactores de El Eco del Pacífico. A los emigrantes para las colonias del Estado de Sonora de México.
Hace unos días que tuve el honor de publicar en este mismo diario, la carta original con que se ha servido distinguirnos el Excmo. señor Gobernador de los Estados de Sonora y Sinaloa, don Ignacio Pesqueira, en la que tiene a bien encargarme coopere en todo lo que pueda, para que se lleve a efecto la emigración de los ciudadanos mexicanos que se encuentran en este país y carecen de los recursos necesarios para salir de él. En la misma carta me faculta para que de acuerdo con los miembros de la sociedad establecida en California para dicha emigración (la que, según sé, existe en Los Ángeles y he tenido la satisfacción de dirigirme a ella, poniéndome a sus órdenes, según se me previene), y con Don Quintín Douglas, comisionado del señor Pesqueira, para arreglar con los capitanes de los buques de los pasajes de las personas que desean trasportarse a México como colonos, he creído de mi deber activar lo posible. Para el efecto, y asociado del señor Douglas, trabajamos para arreglar la salida de un buque que tendrá efecto muy pronto, y con anticipación se anunciará el día fijo de su salida.
Me recomendó muy particularmente el señor Pesqueira haga presente en su nombre a todas las personas que se encuentren con disposición de emigrar, que el objeto de llamarlos y proporcionarles sus gastos a los que no lo puedan hacer por sí mismos, no es para que vayan a tomar parte en las convulsiones políticas del país, ni serán obligados por ningún motivo a servir en las milicias del Estado, a lo menos que tal sea su vocación o lo hagan voluntariamente: su sola intención es protegerlos para que salgan de este país donde no tienen recursos ni esperanzas de un porvenir halagüeño, mientras que allá gozarán de todas las prerrogativas que conceden las leyes a los ciudadanos de aquel suelo, cediéndoles terrenos que el gobernador tiene baldíos en las riberas del río Mayo y en las fronteras, donde no faltan más que brazos para cultivar campos hermosísimos, explotar minas de toda clase de metal, y que se encuentran bajo uno de los climas más benignos de la república.
El loable fin del señor Pesqueira tiende sólo al engrandecimiento del país y al beneficio particular de cada individuo, y creo que ninguno se atreverá a dudar de la honradez y buena fe de este señor, pues este sólo hecho nos demuestra la solidez en sus principios y el amor a su patria y conciudadanos. ¡Ojalá México tuviera otros hombres de estas ideas, para que le ayudasen a hacer el bien general!
Me limito por ahora a lo expuesto, creyendo por demás ensalzar la bondad y sinceridad de un tan digno gobernador como el señor Pesqueira, pues su pureza y buena fe está demostrada ante la faz del pueblo. Y yo por mi parte ofrezco a todos mis paisanos y amigos mis inútiles servicios en una ciudad. J. Alcaraz y Torres”.
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