¿Podrá Calderón deshacer el monopolio de Telmex?
Por Mary Anastasia O'Grady
The Wall Street Journal
Debió haber ocurrido hace una década, pero México finalmente tiene una camino claro para poner fin al casi monopolio de Telmex, Teléfonos de México, la compañía en manos de Carlos Slim. Si Felipe Calderón aprovecha el tiempo podrá enviar una señal de qué tan en serio toma la modernización de la economía de su país.
Cuesta exagerar el costo del dominio de Telmex sobre la economía. La falta de competencia es la razón por la que los mexicanos pagan una de las tarifas más altas del mundo desarrollado por servicios de telecomunicaciones, según un reporte del año pasado de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. Es también la razón de que el acceso de los mexicanos a los servicios telefónicos (línea fija y móvil) es "uno de los menores en la OCDE". Como resultado, mientras el mundo avanza en la era de la información México se queda atrás en la edad de piedra.
Las buenas noticias llegaron la semana pasada, cuando el gobierno ordenó a Telmex que proveyera interconexión a un competidor clave. Se trata de la primera vez desde 1997, cuando expiraron los privilegios monopólicos de Telmex, que el gobierno se ha mostrado dispuesto a hacer cumplir los términos del título de concesión cedido en 1990. Ese es el acuerdo firmado en la época de la privatización.
Aún así, el fallo no hace nada para resolver la principal causa del ineficaz y costoso mercado mexicano de telecomunicaciones. Hasta que Telmex no se vea obligado a ofrecer precios competitivos al resto de los operadores que deben usar la red de Telmex, y facilidades para que los clientes que quieran cambiar de proveedor mantengan sus números de teléfono, no evolucionará la competencia. Telmex también debería cesar su práctica de subsidios cruzados a sus negocios de telefonía.
Hasta ahora, Slim ha sido un intocable. Cuando los privilegios de su monopolio expiraron en 1997, los reguladores intentaron obligarlo a proveer acceso a su red, con tarifas competitivas, a los otros operadores. Pero para entonces ya se había acostumbrado a las ventajas del monopolio. Siempre que los reguladores han intentado forzar la implementación de prácticas competitivas, Slim ha recurrido a los tribunales para bloquearlos.
El mayor interés especial de México también es conocido por usar sus influencias en el Congreso y con el poder ejecutivo. Durante la presidencia de Vicente Fox (entre 2000 y 2006), un ex empleado de Telmex fue milagrosamente nombrado secretario de Comunicaciones y Transportes. Ese ministro no fue tímido a la hora de cuidar los intereses de su antiguo jefe.
Hasta ahora, los mexicanos han sido renuentes de incomodar al poderoso Slim, quien se dice que controla un 40% de la publicidad del país. Pero los problemas causados por las prácticas reñidas con la libre competencia de Telmex no pueden seguir siendo ignoradas. Para que eso acabe el regulador de las telecomunicaciones, la Comisión Federal de Telecomunicaciones (Cofetel), ha redactado un borrador con el objetivo de crear un entorno donde la competencia pueda florecer. La iniciativa pide la interconexión para todos los competidores a tarifas basadas en el costo. Eso podría introducir un marco institucional similar al de la mayoría de los países de la OCDE y poner a México en conformidad con la Organización Mundial de Comercio.
El problema es que Slim ya ha demostrado que puede cuestionar eternamente en los tribunales todo lo que venga del regulador. Por ello, aunque se adopte la nueva regulación, lo más probable es que Telmex use el proceso de requerimiento judicial para bloquear su efectividad. Esto a menos que Calderón le dé algo a Slim a cambio de su cooperación.
Los gigantes económicos tienen apetitos gigantescos y el de Slim tiene que ser alimentado de nuevo. Después de haber consumido la telefonía mexicana, ahora quiere empezar a devorar el mercado de televisión al transmitir video. Pero los términos de la compra de Telmex en 1990 prohíben estrictamente esa expansión.
Entonces todo lo que el gobierno de Calderón tiene que hacer para calmar la bestia de Telmex es hacer cumplir los términos de la concesión existente. Esto significaría que la empresa tendría que adoptar prácticas contables para evitar subsidios cruzados. También significaría aclararle a Slim que la concesión de Telmex prohíbe ofrecer servicios de televisión.
Si Telmex quiere cambiar los términos de ese contrato original para que pueda competir en video, Calderón debe establecer un precio. Si la empresa se acoge a las obligaciones originales, el plan de Cofetel podría ponerse sobre la mesa, junto con un pago, como el costo de una licencia de televisión.
La firmeza en este punto es importante para el futuro de la televisión y la telefonía en México. Actualmente, las empresas de cable están tratando de ofrecer servicios de telefonía, pero las tasas de interconexión de Telmex hacen difícil competir. Slim aplastará a estos competidores de tamaño mediano si se le permite ofrecer video sin abrir la telefonía.
La dinastía Slim no puede prosperar si no se puede expandir a la televisión. Si los reguladores mexicanos son inteligentes y empiezan a privatizar de manera agresiva el espectro inalámbrico, las probabilidades son aún más limitadas. Por ello es que este es el momento clavar una estaca en el corazón del monopolio de Telmex. Si Calderón deja pasar el momento, sellará su propio destino como reformador y prácticamente garantizará que México no logre alcanzar su potencial en la próxima década.
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