20 mayo, 2008

Seis años después de la crisis, Argentina sufre otra vez las cosquillas de la incertidumbre financiera


Por John Lyons en São Paulo y Michael Casey en Buenos Aires

The Wall Street Journal

Apenas seis años después de declarar el mayor default de deuda soberana de la historia y devaluar su moneda, los habitantes de Argentina y los inversionistas de Wall Street se están haciendo una perturbadora pregunta: ¿está por suceder otra vez?

Una respuesta simple parece ser que no tiene por qué ocurrir, pero quizás ocurra. Con casi US$50.000 millones en reservas internacionales y una de las tasas de crecimiento más grandes de América Latina, Argentina tiene varias opciones para mantener estable su moneda y satisfacer sus necesidades financieras en los próximos años.

No obstante, han aparecido señales preocupantes de pánico financiero. Los argentinos de clase media están sacando dinero de sus cuentas de ahorro para comprar dólares, una señal de que piensan que el gobierno está en aprietos y que el peso se desplomará. El Banco Central gastó US$1.000 millones para defender el peso en las últimas dos semanas. La sensación de incertidumbre, de todas maneras, empezó a disiparse en los últimos días, cuando el gobierno y los dirigentes de organizaciones agrícolas acercaron posiciones tras más de dos meses de huelgas y protestas.

Todo depende de la familia presidencial, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su esposo Néstor Kirchner, el irascible ex presidente que muchos piensan que todavía da las órdenes. Con la popularidad del gobierno en declive en medio de una inflación del 23% según estimaciones privadas (la cifra oficial, considerada poco creíble, ronda el 10% anual), aumenta la preocupación sobre si se podrá continuar a largo plazo con las políticas populistas de los Kirchner.

El gobierno está desestimando los riesgos. "La probabilidad objetiva de una crisis similar a las del pasado es, en la Argentina actual, virtualmente nula", escribió el presidente del Banco Central, Martín Redrado, en el diario La Nación del domingo. Un vocero del gobierno declinó hacer más comentarios.

Desde que asumieron el poder, los Kirchner han fijado los precios de los supermercados y los servicios públicos en un fallido intento por contener la inflación, mientras confían en que una moneda débil impulsará el crecimiento. Después de pelearse con los acreedores extranjeros, el gobierno se ha apoyado en créditos del presidente venezolano, Hugo Chávez, para financiar el gasto. Más recientemente, el gobierno ha estado enfrentado con los agricultores, quienes se oponen a un plan para subir los impuestos a sus exportaciones.

La pregunta es si Néstor Kirchner, quien todavía mantiene su popularidad por haberle hecho frente al Fondo Monetario Internacional y haberse rehusado a pagarles a los tenedores de bonos extranjeros después del default, apoyará las decisiones necesarias para resolver el paro de los agricultores, controlar la inflación, apuntalar el presupuesto y restablecer la confianza.

Algo que complica el asunto es que el gobierno debe luchar contra los recuerdos todavía dolorosos de la crisis financiera de 2001, cuando desesperadamente congeló depósitos, haciendo que mucha gente de clase media perdiera todos sus ahorros. Como resultado, la gente está condicionada a retirar su dinero a la primera señal de peligro.

"No hay confianza en el sistema financiero argentino, y punto", dijo Ernesto Bodenheimer, un activista de 59 años que lideró un grupo de gente que buscaba acceso a los ahorros congelados durante la última crisis. "El más mínimo ruido y sacás tu plata".

Últimamente, el ruido se escucha en todas partes. Después de la renuncia del ministro de Economía, el mes pasado, surgió la sensación en Buenos Aires de que todo se estaba repitiendo. Las conversaciones sobre fútbol durante los asados de fin de semana se volvieron debates sobre si otro congelamiento de los depósitos era inminente.

La decisión de los agricultores —Argentina es el segundo productor mundial de maíz y el cuarto de soya— de privar al gobierno de los ingresos por impuestos negándose a exportar sus productos empeoró la situación. Hasta la erupción de un volcán en Chile, el 7 de mayo, fue vista como un mal presagio, ya que sus cenizas demoraron vuelos que llevaban dólares a las casas de cambio de Buenos Aires que intentaban paliar la demanda por la moneda estadounidense.

Existen otros obstáculos para restablecer la confianza.

Muchos economistas piensan que los datos oficiales de la inflación y otros indicadores son incorrectos. Dados sus antecedentes, algunos observadores creen que el gobierno podría devaluar la moneda otra vez para impulsar el crecimiento y contrarrestar una caída en la popularidad, un plan que aceleraría aún más la inflación.

Mientras los argentinos compran dólares, los inversionistas de Wall Street que poseen deuda argentina están tratando de calcular qué sucederá. Aunque la deuda de Argentina está creciendo, el país debería poder cumplir con los pagos por los menos hasta 2010, dicen los analistas. Sin embargo, el gobierno quizás tenga que pedir prestado de las reservas del Banco Central y de los ahorros de jubilación de los trabajadores. Lo que es imposible saber es si el gobierno está dispuesto a dar estos pasos.

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