24 junio, 2008

Obama, McCain y América Latina


por Juan Carlos Hidalgo

Juan Carlos Hidalgo es Coordinador de Proyectos para América Latina del Cato Institute.

América Latina finalmente fue tema de discusión en la campaña presidencial estadounidense cuando tanto John McCain como Barack Obama visitaron Miami, uno de los focos de la comunidad hispana en Estados Unidos. Tal como se esperaba, Cuba fue el tema principal de sus discursos, con ambos candidatos renovando el tradicional llamado a luchar por la libertad en la isla. Si tan solo sus propuestas no fueran más de lo mismo.

McCain declaró que él “no esperará pasivamente a que los cubanos lleguen a disfrutar de la libertad y la democracia”, pero su propuesta fue exactamente esa: esperar hasta que el régimen de los Castro repentinamente permita elecciones libres y la existencia de una oposición. McCain prometió mantener la política actual hacia Cuba, como si los casi 50 años de embargo estadounidense hayan arrojado resultado alguno.

La propuesta de Obama con respecto a Cuba es un poco más atrevida, pero no llega a romper el status quo. El candidato demócrata permitiría a los cubano-estadounidenses viajar y enviar remesas a la isla sin ningún tipo de restricción. No obstante, también prometió mantener el embargo y la prohibición de viajes para el grueso de la población estadounidense. Si bien recibir más dinero y visitas de sus parientes ricos en los EE.UU. mejorará las condiciones de vida de muchos cubanos, La Habana continuará tildando al “bloqueo” (como lo llaman) como un acto de agresión por parte de Washington.

El embargo y la prohibición de viajes encajan perfectamente en la estrategia del régimen de los Castro de satanizar a EE.UU., al mantener a sus productos y a su gente lejos de las costas cubanas. Desafortunadamente, poco cambiará en este sentido en un gobierno de McCain u Obama. En particular, resulta irónico que McCain respalde el embargo a Cuba cuando no hace mucho él fue uno de los principales proponentes de normalizar las relaciones comerciales entre EE.UU. y Vietnam, un régimen comunista similarmente represivo que incluso lo encerró y torturó durante años.

No obstante, la visión general de McCain sobre América Latina es mucho mejor que la de Obama. El candidato republicano una vez más insistió en la importancia de los tratados de libre comercio como piedra angular de la relación de Washington con la región. Además, subrayó el papel que juegan los acuerdos comerciales en generar prosperidad y fortalecer las democracias latinoamericanas, y renovó su llamado a aprobar el TLC con Colombia lo antes posible.

Obama, en cambio, aunque varias veces habló de no tratar a la región como un “socio secundario”, ofreció una serie de políticas condescendientes que fortalecen la imagen arrogante de EE.UU. que él dice querer erradicar. Al proponer una “nueva alianza de las Américas” (¿otra?), Obama ofreció salvar a América Latina de sí misma. De acuerdo al candidato demócrata, el populismo y el autoritarismo latinoamericanos son el resultado del fracaso de EE.UU. de no involucrarse lo suficiente en la región. Obama pareciera creer que solamente Washington puede rescatarnos de nuestras propias fallas.

Obama, quien recientemente prometió “perfeccionar” a EE.UU., parece considerarse igualmente capaz de “atacar cada fuente de miedo en las Américas” y a declarar la “libertad de la necesidad” en la región. De ahí su promesa de “aumentar considerablemente” la ayuda extranjera para América Latina, a pesar del récord mediocre del asistencialismo en sacar de la pobreza a los pueblos alrededor del mundo. Si bien los políticos de la región probablemente aplaudan el ofrecimiento, darles ayuda externa a los gobiernos en lugar de promover acuerdos comerciales que benefician directamente a sus ciudadanos acentúa la percepción de de que EE.UU. ve a los latinoamericanos como “parientes pobres” en vez de iguales.

Más preocupante aún es la receta de Obama contra el tráfico de drogas. El candidato demócrata promete intensificar la participación estadounidense en la región, y brindar más recursos a los gobiernos a cambio de “puntos de referencia claros en cuanto a capturas de droga, procesamientos de demandas de corrupción, reducción de la delincuencia, y la cantidad de jefes de carteles capturados”. La imposición de “puntos de referencia” sobre gobiernos soberanos es inconsistente con la promesa de Obama de “respeto mutuo” entre EE.UU. y América Latina.

Se ha hablado mucho sobre cómo América Latina ha sido ignorada durante la administración Bush y que, como resultado, necesitamos un mayor involucramiento de Washington en la región. Esto es simplemente falso. La prosperidad y la democracia dependen en última instancia de los mismos latinoamericanos y las políticas que implementemos. EE.UU. puede ayudar fortaleciendo los lazos comerciales entre ambos lados, no dando limosnas. McCain parece entender esto. Obama todavía no.

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