La victoria por el 84 por ciento de los votos de las fuerzas proautonomía en el referendo del domingo realizado por la rica provincia oriental de Santa Cruz, Bolivia, en abierto desafío al gobierno central, ha provocado el temor de que se produzca una reacción en cadena de los movimientos separatistas en toda América Latina.
Los gobiernos de izquierda radical de Bolivia, Venezuela, Ecuador, Nicaragua y Cuba fustigaron el voto autonomista de Santa Cruz, alegando que representa el inicio de un intento estadounidense de desmembrar a los países latinoamericanos para crear en la región nuevo estados proestadounidenses. El Departamento de Estado dice que estas acusaciones son absurdas, y agrega que ``respaldamos la unidad y la integración territorial de Bolivia''.
Veamos lo que dicen ambas partes. El presidente narcisita leninista de Venezuela, Hugo Chávez, afirma que el supuesto complot estadounidense está diseñado contra él y su ''revolución bolivariana''. Según Chavez, el ''imperio'' está buscando que las élites adineradas de Bolivia y otros países -como el departamento venezolano de Zulia, rico en petróleo, o la provincia ecuatoriana de Guayas -se subleven muy pronto e intenten crear estados independientes.
El presidente ecuatoriano Rafael Correa acusó en un discurso radial de este fin de semana que ''grupos oligárquicos y separatistas'' con apoyo extranjero de querer ''desestabilizar'' la región y ''crear un proceso de balcanización en América Latina'' para crear nuevos estados adeptos al neoliberalismo.
Mientras escuchaba estas teorías, no pude evitar pensar en el libro Los estadosdesunidos de América, del 2005, de Juan Enríquez Cabot, que nos recuerda que la última vez en que se cambiaron las fronteras en el continente americano desde 1910, pero que cada vez más provincias ricas en todo el mundo se están rebelando contra gobiernos centrales ineficientes o despóticos.
El número de países miembros de las Naciones Unidas se ha elevado de 50 en 1950 a 192 en la actualidad. Desde 1900 hasta 1950, se crearon un promedio de 1.2 países por año. Desde 1950 a 1990, el promedio se elevó a 2.2 por año, y durante la década de los noventas el promedio llegó a 3 nuevas soberanías anuales. ''Las banderas pueden aparecer y desaparecer muy rápidamente'', decía Enríquez Cabot.
Sin embargo, los líderes del estatuto autonómico de Santa Cruz niegan categóricamente que estén buscando independizarse. Dicen que Chávez y sus seguidores intentan desacreditarlos al rotularlos de separatistas.
El gobernador de Santa Cruz, Rubén Costas, me dijo en una entrevista la semana pasada que sólo busca obtener mayores derechos para su estado, semejantes a los que gozan las regiones autónomas españolas o los estados de Estados Unidos.
En las próximas semanas, los estados bolivianos de Beni, Pando y Tarija celebrarán similares referendos, y las encuestas revelan que la propuesta autonómica también triunfará allí. Y todo parece indicar que los estados de Cochabamba y Chuquisaca harán lo propio en el mes de julio. Todos ellos dicen que no se separarán del resto del país, sino que quieren mayores derechos para protegerse de un gobierno central cada vez más autoritario.
Mi opinión: el 84 por ciento de apoyo a la autonomía en Santa Cruz, un departamento con una población de dos millones y medio de habitantes, y las encuestas que revelan un amplio apoyo a la autonomía en los estados vecinos, dificultan mucho creer que se trata de un movimiento ``de la oligarquía''.
Lejos de ser un movimiento oligárquico, o un siniestro complot del imperio norteamericano, lo que estamos viendo es una reaccion natural de gobiernos locales bolivianos que quieran conservar cierta sanidad económica y libertades democráticas ante el plan del presidente boliviano Evo Morales de ''refundar'' la nación y crear un estado socialista totalitario, asumir poderes absolutos, y reelegirse de por vida.
Como me señaló el prefecto -o gobernador- de Cochabamba Manfred Reyes Villa en una entrevista esta semana, es Morales quien está dividiendo a Bolivia y amenazando la unidad nacional. Morales está impulsando una nueva Constitución -aprobada por sus seguidores en una controversial sesión a la que, según la oposición, se impidió la entrada a los miembros de la oposición -que crearía 36 ''nacionalidades'' sobre una base étnica y que trasladaría los poderes del poder legislativo y los gobiernos estatales a ''comunidades'' municipales que apoyan a Morales.
Dijo Reyes Villa: ``Quieren pulverizar el país para consolidar su control político''.
Estoy de acuerdo. La comunidad internacional debería oponerse a cualquier movimiento potencialmente independentista de Santa Cruz y los demás estados descontentos de Bolivia, pero rechazar al mismo tiempo el intento de Morales de imponer una nueva Constitución que crearía un estado totalitario.
Ambos bandos deberían llegar a un acuerdo que garantice tanto la unidad del país bajo una bandera como los derechos de los estados, y deberían hacerlo cuanto antes, para evitar el espectro de una guerra civil.
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