Opinión:Asignatura sangrienta en el Caúcaso
HERMANN TERTSCH :La primera reacción oficial rusa al brote de guerra abierta entre Georgia y Rusia no llegó el viernes del Kremlin, sino, muy significativamente, de Pekín, donde el expresidente y primer ministro Vladimir Putin asistía a las pompas de la apertura de los primeros Juegos Olímpicos paramilitares de la era moderna.
Era casi simultánea al anuncio de la delegación georgiana de que ante las matanzas no tiene humor para juegos y se retira de las Olimpiadas. Y los mil soldados georgianos que defienden a Occidente y al estado de Irak también anuncian que hacen más falta en su propio país para luchar contra la abierta intención de Moscú de volverlos a convertir en lacayos. Son un par de noticias que han de conmover al mundo y sobre todo a Europa y que serían una gran lección para Occidente si hubiera cierta posibilidad de que entendiera lo que sucede y cuánto de ello responde a su propia ingenuidad y cobardía.
Contraviniendo todas las reglas del derecho internacional, han recibido de Moscú pasaportes rusos en los últimos años bajo Putin. Esos setenta mil rusos recalificados por el Kremlin y que caben en el Estadio Bernabeu son una fracción ridícula de los rusos que habitan por ejemplo en Letonia, también ex soviética como Georgia pero plenamente independiente, miembro de la Unión Europea y de la OTAN y con fronteras no cuestionadas. En Letonia también intentó utilizar el Kremlin en su día a los rusos para secuestrar la independencia e impedir la integración del país en la UE y la OTAN. Con la diferencia de que en Letonia los rusos suponían el 30% de la población y en Georgia apenas son un 7%. Pero la OTAN no tuvo el coraje de dar el paso decisivo en Bucarest respecto a Georgia y Ucrania y pocas semanas después comenzó la escalada de provocaciones de Osetia del Sur, del Kremlin, contra Georgia. En el Cáucaso, ahora de forma ya muy sangrienta, se presenta la asignatura de Occidente de parar los pies a un Kremlin con objetivos y métodos muy similares a los de siempre.
Lo muy cuestionable es que Rusia, derrotada varias veces por guerrillas y bandoleros desasistidos en Chechenia vaya a ganarle una guerra al estado de Georgia a no ser que crea posible aplicar en territorio de un miembro de la ONU su política militar de tierra quemada. Para eso tiene que elevar los muertos a los seis dígitos. Difícilmente lo aguantarían las relaciones internacionales de las que depende Rusia mucho más que otros, por mucho matonismo que despliegue con su poderío energético. Y desde luego, aunque nos acostumbremos a Juegos Olímpicos en lugares lúgubres, unas olimpiadas de invierno, como las previstas en Sochi en 2014, difícilmente serán un éxito entre fosas comunes en Osetia y Abjasia. El intento del secuestro total del Cáucaso tiene mucho que ver con esa apuesta de convertirse en el cancerbero único de la riqueza energética del Cáucaso y Asia central. Occidente tiene el deber y la necesidad de impedírselo. Y de no dejarse embaucar con majaderías sobre paralelismos con Kosovo.
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