05 septiembre, 2008

Finlandia, un ejemplo para Latinoamérica

Andres Oppenheimer

Al igual que otros muchos periodistas extranjeros, hice mi peregrinación a Finlandia para averiguar cómo hizo este país para trepar a los primeros puestos de los más importantes rankings internacionales que evalúan el éxito social, económico y político de las naciones. La respuesta, me enteré, es sorprendentemente

simple.

Empecemos por los datos concretos. Finlandia ocupa el primer puesto entre 179 países en el índice anual de Transparencia Internacional sobre las naciones menos corruptas del mundo (EEUU ocupa el puesto número 20); también está en el primer puesto en el ranking de los países más democráticos del mundo de Freedom House (EEUU esta en el puesto número 15); figura en el primer puesto en los exámenes internacionales de ciencia realizados por estudiantes de 15 años (EEUU está en el número 29), y está entre las 10 economías más competitivas del mundo según el Foro Económico Mundial (EEUU encabezó esa lista este año).

Un país pequeño, con tan sólo 5.3 millones de habitantes, que hace apenas dos décadas era el más pobre del norte europeo, Finlandia también puede jactarse de ser la sede de la empresa de celulares más grande del mundo --Nokia-- y de tener las empresas papeleras y de pulpa más innovadoras del planeta.

El éxito finlandés ha provocado curiosidad en todo el mundo, especialmente en Latinoamérica, donde la mayoría de los países aún no han hecho la transición de ser exclusivamente exportadores de materias primas a convertirse en productores de productos de alta tecnología, que se venden por precios mucho más altos en los mercados mundiales.

¿Cómo lo hicieron?, le pregunté a la presidenta de Finlandia, Tarja Halonen, en una extensa entrevista.

''Puedo resumirlo en tres palabras: educación, educación y educación'', repondió. En las últimas décadas, Finlandia invirtió más que casi todos los otros países en la creación de un sistema educativo gratuito. Eso le permitió al país pasar de ser una economía agraria, basada en la industria maderera, a tener una industria de tecnología de avanzada, agregó.

¿Y cuál es el secreto de su sistema educativo?, le pregunté. Entre otras cosas, el excelente nivel de capacitación de los maestros de escuela primaria, dijo ella.

''Tenemos una larga fila de expertos internacionales que están haciendo cola frente a las puertas de nuestro ministerio de educación para ver qué pueden aprender de nuestro sistema'', dijo Halonen. ``Lo que les cuesta creer es que la respuesta sea tan simple como tener buenos maestros''.

Por lo que vi durante mi vista de cinco días a Finlandia, los maestros están relativamente bien pagos y gozan de gran respeto social en este país. Es necesario tener al menos una maestría para enseñar en la escuela primaria, y una licenciatura para enseñar en el kindergarten. Sólo uno de cada diez postulantes es admitido en la carrera universitaria de

Educación.

''La profesión docente se está haciendo cada vez más popular, especialmente entre las mujeres'', me dijo Ossi Airaskorpi, director de la escuela Juvanpuisto, a casi una hora en auto de Helsinki. ``En las décadas de 1980 y de 1990, todo el mundo quería ser ejecutivo. Ahora, todos quieren ser maestros. Así pueden hacer parte de su trabajo en casa, cobrar un salario relativamente bueno, y tener dos meses y medio de vacaciones por año''.

En una visita a un aula de primer grado de la escuela Juvanpuisto, vi a una maestra dictando clase, mientras una asistente estaba sentada en una de las mesas con un grupo de niños, y les susurraba al oído para ayudarlos a entender algo que no habían captado. En una pequeña aula contigua, una ''maestra especial'' le daba una lección personalizada, individual, a una niña que necesitaba apoyo adicional.

Las clases individuales ayudan a reducir la brecha entre los buenos estudiantes y los que no son tan buenos, lo cual ayuda a explicar por qué Finlandia obtiene tan buenos resultados en los exámenes estandarizados internacionales, que miden el conocimiento de todos los estudiantes, y no sólo de los mejores.

Asimismo, las escuelas finlandesas usan un programa de computación al que los padres de los alumnos pueden accesar todas las noches para recibir los últimos reportes sobre sus hijos, como por ejemplo si faltaron a la escuela, usaron su teléfono celular en clase, o deben hacer una tarea especial para el día siguiente.

Mi conclusión: Es cierto, Finlandia también es uno de los primeros puestos en los rankings internacionales de suicidios (aunque Halonen se apresuró en decirme que la tasa de suicidios de su país ha disminuido en los últimos años, y ya no es el campeón del mundo en la materia).

Pero Finlandia podría ser un excelente ejemplo para los países latinoamericanos que quieren convertirse en exportadores de productos de alta tecnología. Les sería muy útil recordar los tres secretos de Finlandia: educación, educación y educación.

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