En el momento de la verdad, el gobierno se impuso sobre los banqueros
Una reconstrucción tras bambalinas de la reunión en que se delineó el plan de rescate bancario de EE.UU.
Por Damian Paletta, Jon Hilsenrath y Deborah Solomon
WASHINGTON—De un lado de la mesa estaba sentado el secretario del Tesoro, Henry Paulson, flanqueado por el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, y la presidenta de la Corporación Federal de Seguro de Depósitos, Sheila Bair.
Del otro lado estaban los más altos ejecutivos bancarios de Estados Unidos, procedentes de distintos puntos del país y colocados en orden alfabético por banco, con Bank of America Corp. en una punta de la mesa y Wells Fargo & Co. en la otra.
Eran las 3 de la tarde del lunes, en la sede del Tesoro. Paulson y Bernanke habían convocado a una de las reuniones de banqueros más importantes de la historia estadounidense. Durante una hora, los nueve ejecutivos tomaron café y agua y escucharon cómo los dos reguladores describían el grave panorama de la economía de EE.UU. y la creciente crisis financiera.
Cuando se acercaba el fin de la reunión, se le entregó a cada banquero una hoja que detallaba la forma en que el gobierno compraría participaciones por valor de US$125.000 millones en sus bancos, y les impondría nuevas restricciones sobre los sueldos de ejecutivos y las políticas de dividendos.
Los participantes, que se cuentan entre los mejores expertos en cerrar acuerdos de EE.UU., se encontraban en una posición peculiar. No estaban autorizados a negociar. Paulson pidió que cada uno de los asistentes se limitara a firmar. Era por su propio bien y por el bien del país, afirmó, según una persona que se encontraba en la sala de reuniones.
Durante la discusión, la respuesta más vivaz vino del presidente de la junta de Wells Fargo, Richard Kovacevich, afirman fuentes presentes. ¿Por qué era necesario hacer esto?, preguntó. ¿Por qué era necesario que el gobierno comprara participaciones en estos bancos?
El presidente ejecutivo de Morgan Stanley, John Mack, cuya compañía se encuentra entre las más vulnerables a la crisis financiera dentro del grupo, firmó con rapidez.
Kenneth Lewis, de Bank of America, reconoció lo obvio: que todos en la mesa participarían. "Cualquiera de nosotros que no le tenga un miedo saludable a lo desconocido, no está prestando atención", dijo.
La crónica de lo acontecido hasta la celebración de esta reunión se basa en entrevistas con participantes, autoridades gubernamentales y ejecutivos del sector bancario.
Los reguladores habían pasado el fin de semana apurando su estrategia para restaurar la confianza en el golpeado sistema bancario de EE.UU. A medida que los mercados se desmoronaban la semana pasada y los gobiernos extranjeros empezaban a tomar medidas radicales, las autoridades de EE.UU. se pusieron de acuerdo sobre la necesidad de un plan que incluyera garantías a las deudas bancarias y una gran inyección de capital.
El Tesoro y el gobierno se reunieron en numerosas ocasiones el sábado. El domingo, decenas de representantes del Tesoro se juntaron en la sede y no salieron hasta la noche. Seguían llegando a la misma pregunta: "Es demasiado drástico?" Todos sabían que llevaría años disolver la presencia del gobierno de los bancos. Algunos de los pasos temporales serían difíciles de deshacer.
Una versión final del acuerdo de los reguladores fue esbozado en la oficina de Paulson el domingo por la tarde. Para el secretario, que había hecho carrera en la banca de inversión, la decisión marcó un cambio de rumbo. Sólo semanas antes había dicho que la inyección directa de capital en los bancos sería una señal de "fracaso".
Los banqueros fueron convocados a una reunión el lunes, pero no recibieron más detalles. A la espera de una escaramuza, el gobierno había planeado en secreto suspender la primera reunión para permitir que los banqueros se desahogaran, hablaran con sus juntas directivas, aclararan sus ideas y volvieran a las 6:30 de la tarde.
Al encuentro de las 3 de la tarde se presentaron Timothy Geithner, presidente de la Reserva Federal de Nueva York; Kevin Warsh, gobernador de la Fed; y John Dugan, contralor de la Moneda. Detrás, estaban los abogados y los empleados. La reunión se llevó a cabo en la sala de conferencias de la Secretaría del Tesoro.
Paulson enfatizó que el público había perdido la confianza en el sistema bancario. "El sistema necesita más dinero, y todos ustedes saldrán mejor parados si hay más capital en el sistema", dijo.
Luego de que Kovacevich expresara en público sus preocupaciones, Paulson describió escuetamente el acuerdo. Al directivo de Wells Fargo le dijo que podía aceptar el dinero del gobierno o arriesgarse a marcharse sin él. Si más tarde resultaba que la compañía necesitaba más capital pero era incapaz de recaudarlo en el sector privado, Paulson le prometió que el gobierno ya no sería tan generoso.
Bernanke dijo que esta situación era la peor que había atravesado el país desde la Gran Depresión. Recalcó que la acción era por el bien de todos. La sala se mantuvo en silencio, mientras seguía describiendo la frágil salud de la economía.
Geithner, cuyo puesto al frente de la Fed de Nueva York lo convierte en el banquero principal de Wall Street, emitió las noticias más sobrias. Describió cuántas acciones preferentes el gobierno compraría en cada firma. El Estado se quedaría con US$25.000 millones en Citigroup, US$10.000 millones en Goldman Sachs Inc., y así sucesivamente.
Los ejecutivos empezaron a disparar preguntas, inquiriendo los detalles acerca de cómo estarían estructuradas las participaciones y cómo quedarían vinculados. En un momento tenso, Bernanke intervino para calmar los nervios. Dijo que no era necesario que la reunión fuera conflictiva, describiendo la parálisis del mercado y la amenaza que eso representaba para cada uno de ellos.
Los representantes del gobierno argumentaron que el plan era una buena solución para los bancos: el gobierno compraría acciones preferentes, por lo que no haría desaparecer a los accionistas comunes. Además, los bancos pagarían un relativamente modesto 5% anual en pagos de dividendos.
El encuentro finalizó a eso de las 4 de la tarde. Dos horas y media después, todas las actas habían sido entregadas y firmadas por los ejecutivos. La segunda reunión no fue necesaria.
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