22 enero, 2009

Esperanza Aguirre contesta a las acusaciones de El País

El Comentario de Dieter - 22/01/09

La incoherente fórmula K: consumir y recaudar

Gabriela Pousa
La incoherente fórmula K: consumir y recaudar

A pesar de los salarios congelados, la inflación, el desempleo y los aumentos de tarifas, los K pretenden que el consumo de las familias no se detenga. Mientras, aprietan para que no baje la recaudación tributaria.


Empezar un año sin poder observar que nuestro país va en sintonía con el mundo más allá de los avatares económicos es poco grato. Sin embargo, más duro se torna el escenario cuando los diarios parecen ser los mismos que aquellos que inauguraron el 2003, el 2004, el 2005, el 2006, el 2007 o aquel que se fue hace poco menos de un mes. Nuevamente Botnia, las pasteras, los autoproclamados asambleístas amenazando fronteras, y toda una estenografía montada para el show.

¿Por qué, después de tantos años, la Gendarmería recién ahora impide que cierren el paso? Al parecer, lo que hasta ayer era aprobado por el gobierno, ahora comienza a fastidiarlo. Y es esa la fórmula se repite, hoy en día, hasta en cansancio. El kirchnerismo no es lo que fue aún cuando jamás pudo convertirse en una fuerza aglutinadora de ideas sino tan sólo permanecer como un banco de préstamo barato o quizás no tanto…

Lo cierto es que aquello que hasta hace poco ofrecía réditos a los Kirchner, ahora empieza a sofocarlos. Los cortes de ruta, el campo, los subsidios indiscriminados, las intendencias del conurbano, las provincias feudales, y hasta el factor climático, enfrentan en los albores de este 2009, a un gobierno por demás debilitado. El intento por recaudar para que el aparato electoral actúe luego eficientemente parece ser vano. Se ha unido la necesidad de fondos para el clientelismo con una economía detenida en tiempo y espacio.

La orden de consumir para evitar el desempleo choca con una realidad inexpugnable: cada vez es menor el ingreso de los ciudadanos para destinar al consumo. Hasta tal punto la lógica se ha abandonado que se pretende una sociedad que siga viviendo la "fiesta K" sin considerar que, simultáneamente, se le está exigiendo mayor erogación para el pago de tarifas, servicios e impuestos varios.

Si los ingresos caen por la parálisis de la actividad económica, los salarios están congelados, las horas extras suspendidas y hay un alto porcentaje de empleados con "vacaciones" otorgadas por adelantado, no es viable y hasta es una afrenta al sentido común promover el consumo como si nada de eso estuviera pasando. La incoherencia mutila el discurso de atril, y la Presidente pide incongruencias sin ofrecer respuestas concretas para una etapa caracterizada por la desconfianza y la incertidumbre generalizada.

Una situación de similar absurdo sucede cuando se pretende aumentar la venta de autos para que el desempleo en ese sector no sea mayor. Simultáneamente a créditos y planes casi inexistentes, se incrementa el costo de los peajes, y se limita el ingreso de automóviles al centro creando obstáculos para el estacionamiento. No hay lógica en las fórmulas.

Si a este estado de cosas, se suman las problemáticas de años anteriores poniendo en evidencia que no ha habido gestión alguna sino tan sólo cortinas de humo para distraer a la ciudadanía, nos enfrentamos a un escenario político donde los conflictos actuales se unen a aquellos que no han sido solucionados. No cabe más basura debajo de la alfombra, y no hay mecanismo posible para que ésta ceda, y pueda cubrirlo todo evitando el "darse cuenta".

De ese modo, y ante esta realidad inexpugnable, los medios de comunicación parecen trasmitir documentales en lugar de noticias. Nada es novedoso, la "coyuntura" acarrea una historia de inercia y desidia harto conocida.

Aumentos en todos los rubros e inflación sin medición concreta tampoco son "lo nuevo" del año que comienza. Las internas y grietas que se abren en el seno del oficialismo son emergentes de la necesidad de permanecer, y no llegar a Octubre con los pies afuera. A su vez, el obstáculo mayor con el cual debe lidiar el gobierno se halla en el carácter intrínseco de su propio líder Néstor Kirchner. La tozudez y una sed de revancha sin justificativo razonable para explicársela, impiden vislumbrar cambios en lo sucesivo.

La salud de Cristina Fernández, como antes lo fuera la de los ex mandatarios- tampoco debería ser tema de debate aunque se trate de un jefe de Estado. Recordemos que con el colon irritable de Néstor Kirchner pasamos horas, semanas, años… Especulamos y conjeturamos diagnósticos tan estrafalarios como sucede hoy con la supuesta lipotimia de Cristina. Si acaso se tratase de una crisis anímica por ahí habría algún motivo para esperanzarse dado que, cualquiera medianamente sensato se "bajonearía" si tuviera que conducir el cauce de esta Argentina.

El campo sigue dando batalla, y las imágenes son la más fidedigna evidencia de la crisis que el sector enfrenta. ¿Hasta cuándo podrá el gobierno continuar con su apuesta? Como si se tratase de una ficha en el casino flotante, juegan con el futuro del país perdiendo en cada partida un capital de trascendencia. Juegan a los tragamonedas con las cosechas. Tanta es la soberbia y la insensatez que reina en el Ejecutivo, que no advierten siquiera que, el hundimiento del Titanic, los halla también a ellos, en la cubierta.

Hambre, desempleo, corrupción y un malestar social que va en sugestivo aumento son una bomba de tiempo para cualquier gobierno. Cuándo y cuál será el imponderable que encienda el mechero no admite rigurosidad sino más bien azar. Pero la bomba está, y no hay quién se muestre demasiado preocupado en desactivarla para evitar las consecuencias.

Por el momento, los precios que se regatean en la costa, la asunción de Obama y hasta la inoportuna gira presidencial por Venezuela y Cuba pueden distraer la atención pero cuando las clases no comiencen por los paros y reclamos docentes, la canasta escolar suba indiscriminadamente y el consumo sea una utopía más, los Kirchner advertirán que están obrando como fundamentalistas: cargando explosivos en sí mismos, y jaqueando con su propia destrucción al resto de los argentinos.

La revolución momificada

Trino Márquez
La revolución momificada

Para el autor, la revolución cubana es un símbolo atroz de la involución a la que conduce la utopía autoritaria comunista. La isla se ha convertido en una cárcel para sus habitantes, mientras el régimen liberticida sigue culpando al bloqueo. Desde el punto de vista politico, en el régimen cubano la soberanía de origen se encuentra en la voluntad todopoderosa de Fidel.


El pasado 1 de enero se cumplieron 50 años del triunfo de la Revolución Cubana. Fidel Castro y los jóvenes rebeldes que habían desembarcado en las costas de la isla caribeña aborde del Granma en noviembre de 1956 y subido a la Sierra Maestra, entraron dos años después entraron triunfantes en La Habana aquel comienzo del 59, luego de la caída del débil gobierno de Fulgencio Batista.

Castro y sus barbudos representaron la esperanza para una América Latina y de un Tercer Mundo plagados de dictaduras militares y de hombres fuertes que conculcaban las libertades políticas y civiles, reprimían, proscribían las organizaciones partidistas, ignoraban la independencia y el equilibrio entre los poderes, sometían a los ciudadanos, arrinconaban a la sociedad civil y alimentaban un culto desmedido al Estado, a la fuerza y a su personalidad.


Los demócratas isleños y del resto del mundo se dejaron cautivar por ese Castro de verbo encendido, que prometía implantar en esa pequeña nación antillana el reino de la democracia. Él, cual soldado disciplinado, decía que se mantendría al margen de las intrigas palaciegas. Su misión había sido acabar con la tiranía de Batista e introducir a Cuba en la senda de los países más civilizados, y lo había logrado.

Su lugar en la Historia ya estaba asegurado. Era el Oliver Cromwell de las Antillas. Tanta dicha, sin embargo, duró poco. Pasados sólo unos cuantos meses, Castro selló su alianza con el ala comunista de los ex guerrilleros, ahora flamante élite en el poder, y le dio un giro radical al proceso de cambio que había comenzado con las banderas de la socialdemocracia. El comunista más ortodoxo de todos, Ernesto Che Guevara, pasó a ser, junto con Castro, el símbolo más prominente de la revolución triunfante.

Después de medio siglo, se dice rápido, de "revolución", ¿cuál es el balance? Mi respuesta se limitará al campo de lo político. En el terreno socioeconómico la miseria del pueblo cubano está tan bien documentada, que duele insistir en el tema. Los líderes cubanos alegan que las penurias económicas, según ellos, debido al bloqueo norteamericano, pueden soportarlas con buen talante porque disfrutan de una libertad política plena. El cinismo irrita.

Los cubanos, al igual que los norcoreanos, construyeron un método de sucesión en el poder basado en la herencia, y no en la votación popular. Fidel Castro dejó al frente del Estado a su hermano Raúl, así como Kim Il Sung lo hizo con su psicópata hijo, Kim Jong Il. ¿Dónde reside la legitimidad de origen de esos gobernantes? En todas las democracias se sabe que el poder emana de la soberanía popular expresada en las urnas electorales mediante procesos comiciales plurales, equilibrados y transparentes, supervisados por organizaciones independientes de la sociedad y el Estado.

En el régimen cubano la soberanía de origen se encuentra en el dedo y la voluntad todopoderosa de Fidel. Los números son elocuentes: en todos los países de América Latina a lo largo de esos 50 años ha habido numerosos presidentes (en algunos, como Argentina, más de lo conveniente); en Cuba, uno y medio.


En todas las naciones del continente se han conformado sistemas políticos multipartidistas, unos más descentralizados que otros, que permiten la movilidad vertical y la renovación continua del liderazgo político, sin necesidad de estar sometido a los designios de un líder omnipresente, un comité central sectario o una burocracia centralista y arrogante.

En esos países se han constituido parlamentos plurales que expresan el amplio espectro político e ideológico en el que fragmenta la lucha por el poder. Han surgido grupos ecologistas u organizaciones que expresan los intereses de minorías religiosas o de los homosexuales. Latinoamérica se ha dejado impactar por las corrientes renovadoras que recorren a Europa y a los Estados Unidos. Las mujeres se han incorporado de lleno a la disputa política.

Esto ocurrió, incluso, en una sociedad tradicionalmente tan conservadora como la inglesa. Todos recordamos el vigor de la inolvidable Margaret Thatcher. En Alemania, Angela Merkel tiene varios años al frente del Gobierno. En los Estados Unidos, el odiado imperio, Hillary Clinton le disputó la nominación del Partido Demócrata a Barack Obama, un hombre que forma parte de un grupo étnico al que hasta hace poco tiempo se le impedía ir en los mismos autobuses donde se montaban los blancos. Los ejemplos de revolución política y participación en las democracias podrían continuar hasta formar una lista interminable.


Veamos qué ha ocurrido en Cuba durante el mismo lapso. Aparte del comunismo hereditario, ante el cual Marx seguramente sufriría un colapso nervioso, el castrismo ha constituido un modelo político absolutamente petrificado, que cambia a la velocidad de las eras geológicas. En él las mujeres, los jóvenes, las minorías de todo tipo y la diversidad cultural en sus múltiples expresiones, no se sienten reflejados, especialmente porque no hay partidos políticos, distintos al Partido Comunista Cubano, que encarnen esos intereses específicos.


La momificación del sistema político ha convertido al régimen cubano en uno los más conservadores y reaccionarios del mundo. Ninguna transformación sustancial del planeta lo impacta, ni lo modifica. Su dirigencia fundamental, la misma de hace cinco décadas, se ve a sí misma como los cancerberos de unos arcanos inaccesibles En medio de la prodigiosa revolución tecnológica que vive el mundo, a los cubanos se les prohíbe acceder a Internet, e incluso algo mucho más degradante: sacar fotocopias libremente. La revolución cubana es un símbolo atroz de la involución a la que conduce la utopía autoritaria comunista.

¿Bolivia votará por una Constitución indianista?

¿Bolivia votará por una Constitución indianista?

Por Fernando Molina

Infolatam

La Paz - Se dice que la Constitución que probablemente aprobará Bolivia este 25 de enero será la primera “indianista” del país y de la región. Pero, ¿es cierto? ¿Realmente creará esta Constitución un Estado a la medida de las mayorías bolivianas?

Tomemos en cuenta, en primer lugar, que 70 por ciento o más de la Constitución está basada en el republicanismo latino (soberanía popular, división de poderes), el liberalismo inglés (limitación del Estado por medio de la definición de los derechos civiles y personales) y el francés (derechos políticos, principio de no discriminación). La autodeterminación de los pueblos indígenas ha sido tomada del acervo de la izquierda europea. La descolonización es un concepto “postcolonial”, es decir, desarrollado en los centros educativos del primer mundo, etc, etc...

Se suponía que los antiguos (y “únicos en el mundo”) mecanismos políticos indígenas serían ampliados, e incluso que primarían en esta Constitución, pero no ha sido así. A la “asamblea comunal” y al “cabildo” sólo se les reconoce un carácter deliberativo, no ejecutivo. Los “usos y costumbres” únicamente se admiten en la elección de autoridades de las autonomías indígenas y, en el nivel municipal, si el municipio es indígena. Adicionalmente, estos procedimientos deben ser supervisados por el Órgano Electoral. El voto secreto, universal –y, por cierto, liberal– es consagrado como el principal medio de selección de gobernantes.

Tampoco se garantiza (suponiendo que esto pudiera hacerse por la vía legal) que el saber científico y religioso tradicional o que la historia indígena ocupen otro lugar que el que tienen hoy en el sistema educativo.

El eje de la Constitución es económico y social, y está vaciado en el molde del “capitalismo de Estado”, del “populismo” o lo que se quiera, pero no incorpora ninguna característica de una economía inédita como la que se supone deberían aportar las colectividades indígenas. Se afirma que la economía es “plural”, lo que puede decirse de todas las economías del mundo. Se respeta la propiedad comunitaria, pero esto se ha hecho desde la Colonia. Se promete apoyar a las micro y pequeña empresa, con lo que no se sale del contexto capitalista o, si se quiere, del Estado del bienestar. Nada hay en la Constitución que signifique una verdadera novedad respecto a la condición actual de la sociedad boliviana y su diversidad estructural.

La Constitución habla de “colonialismo interno” pero adopta pocas medidas contra la exclusión étnica, excepto en la esfera política. Es como si se supusiera que el único campo en el que el colonialismo actúa es el estatal (en cuyo caso no tendría que ser “colonialismo”, que quiere decir “opresión multiforme de un pueblo por otro”). La Constitución no diseña sanciones específicas contra el racismo. Reconoce maximalistamente todos los idiomas nativos, aunque algunos sean hablados por muy pocas personas, pero no garantiza que las leyes, los documentos oficiales, la moneda, las señales urbanas, etc. se encuentren en esos idiomas.

No prevé un departamento de traducción del Estado. Su única prescripción concreta es el mandato a los funcionarios para aprender un idioma nativo además del español. Este mandato, sin embargo, no se cumplirá: hasta ahora ni siquiera los altos cargos del régimen han estudiado o se expiden en lenguas prehispánicas. Tampoco existen disposiciones especiales de prohibición de la discriminación laboral, de protección del servicio doméstico, el proletariado de origen rural o el campesinado en el mundo laboral y en las dependencias estatales, especialmente la Policía.

La Constitución sigue discriminando a los indígenas en cuanto a las formas de propiedad de la tierra: los condena a tener parcelas inembargables (es decir, imposibles de usar en el sistema financiero) y “propiedad colectiva”.

Un gran avance (liberal) de esta Constitución es la separación del Estado y la Iglesia Católica. Sin embargo, no por eso se crea un Estado verdaderamente laico, sino que a último momento se ha admitido, por presión clerical, que los colegios públicos enseñen religión; es obvio que en la práctica esta enseñanza –que concede a la Iglesia muchos puestos de trabajo– será católica (sincretizada con los cultos animistas antiguos), es decir, se derivará de la religión mayoritaria. Los cultos puramente indígenas que algunos antropólogos y profetas pretenden recrear en laboratorio quedarán relegados, en los hechos, a las celebraciones folclóricas.

La Constitución no dice nada respecto los elementos más mortíferos de la opresión indígena, esto es, la explosión demográfica, que encadena a las comunidades a la pobreza, y el abuso masivo y crónico del alcohol.

Se respeta las formas originarias de resolución de conflictos o “justicia comunitaria”, pero se las limita exclusivamente a los propios indígenas. Algo que, por otra parte, el ordenamiento jurídico ya reconocía. La diferencia con el pasado está en que ahora se pretende construir un aparato para institucionalizar y formalizar un fenómeno que en esencia es espontáneo, oral, tradicional y está basado en la generación de consensos colectivos inmediatos.

Esta burocratización de la justicia indígena promete emplear muchos recursos estatales (o, visto desde el ángulo de quienes están interesados en ella, ofrece una buena cantidad de nuevas oportunidades de trabajo), sin que ello necesariamente evite su confusión con formas aberrantes de revancha social como los linchamientos (pese a que la Constitución demanda que la justicia comunitaria se adecue a los derechos que ella otorga, entre ellos la prohibición de las penas corporales y capital).

La Constitución reconoce como “naciones” a los más de 30 grupos étnicos del país y les ofrece la posibilidad de ser autónomos. Tal disposición tiene más efectos simbólicos que prácticos. En los hechos, estas “naciones” carecerán de la prerrogativa de crear sus propios Estados y las autonomías indígenas sólo poseerán competencias limitadas, más inclinadas a lo político y cultural que a lo productivo y social. (También se convertirán en fuentes de empleo para los dirigentes).

La debilidad estructural de las “naciones” indígenas y de las autonomías indígenas, que casi puede “verse” desde ahora mismo, será el obvio resultado de la pobreza rural generalizada. Se demostrará así que la emancipación étnica no es una lucha que pueda librarse exclusivamente en el plano identitario y cultural; que resulta imposible sin trabajo y crecimiento, sin más prosperidad para las regiones y ciudades en las que se concentra la población indígena.

Desgraciadamente, la Constitución se agota en aumentar el reconocimiento político de los indígenas (lo simbólico) y plantea muy poco sobre la necesidad de revolucionar las bases económicas de la sociedad rural. Únicamente aborda este problema desde el punto de vista de la explotación de los recursos naturales y la transferencia del excedente a los más pobres, a través del Estado.

En suma, el indianismo de la Constitución tiene un carácter superestructural, político, burocrático, con lo que no digamos que resuelve (porque eso no puede hacerlo ninguna ley), sino que ni siquiera ataca a fondo el desafío que la exclusión étnica representa para el país.

La naturaleza de la riqueza

La naturaleza de la riqueza

Por Fernando Herrera

Instituto Juan de Mariana

En el último de mis comentarios expliqué desde el punto de vista de la economía austriaca las razones por las que era posible llegar a intercambiar un clip rojo por una casa, tal como hizo Kyle McDonald, en una historia que quedó popularizada con el anuncio de un coche.

Pues bien, ante la sucesión de intercambios cabe plantearse legítimamente si hubo realmente creación de riqueza. Tanto el clip rojo como la casa existen, presumiblemente, al principio del proceso, por lo que al final del mismo no hay nada nuevo material, no se ha creado ningún objeto nuevo. Como decía una de las observaciones al comentario "no hubo un incremento en el flujo de energía per cápita y por unidad de superficie habitada y por lo tanto no hubo incremento de riqueza física neta.".

Entonces, ¿se ha producido o no creación de riqueza? La respuesta, desde el punto de vista de la teoría económica, es que sí.

Los principios metodológicos de la escuela económica austriaca son el subjetivismo y el individualismo. El Individualismo Metodológico consiste en que todos los fenómenos económicos se pueden explicar por la conducta humana. El Subjetivismo Metodológico significa que la economía asume como dados los fines y valoraciones realizados por los hombres (sin entrar a discutir si son correctos o adecuados).

En esencia, la escuela austriaca parte de un axioma: el hecho de que los hombres actúan movidos por sus fines. Estos fines se pueden entender como una escala jerarquizada de valores, de forma que las personas dedican sus recursos a cubrir sus necesidades según la prioridad que les marca esa escala. De aquí se deduce que, cuando se produce un intercambio voluntario entre dos individuos, ambos se hacen con un bien o servicio que valoran más que aquello que sacrifican por conseguirlo. Por tanto, tras un intercambio libre, los dos individuos tienen más riqueza que antes de hacerlo.

Así, es claro que la riqueza es un fenómeno meramente subjetivo, completamente dependiente de la valoración de los individuos, e independiente de la naturaleza física u otros atributos de los bienes intercambiados. El oro no constituye riqueza por ser dorado, resistente, maleable, bonito o feo: constituye riqueza porque así lo valora la mayor parte de la gente. Lo mismo se puede decir de cualquier otro objeto material o servicio.

Desde otro punto de vista, meramente material, sería imposible crear riqueza si esta no fuera subjetiva. El hombre no es capaz de crear materia de la nada (el conocido principio físico de que la materia ni se crea ni se destruye, solo se transforma"). Por tanto, todos los recursos que el hombre tiene a su disposición no han variado desde que nuestros primeros ancestros pisaron la Tierra. Así pues, siguiendo el razonamiento materialista, sería imposible que fuéramos más ricos ahora que hace 5.000 años, pues ninguna de las combinaciones que se nos hayan ocurrido ha podido suponer un aumento de riqueza física.

Evidentemente, no es así, pero una vez más debido a un fenómeno subjetivo. Una rueda suponía más riqueza que la madera de la que provenía, simplemente porque era más valorada por aquellas personas que la consideraban de utilidad para transportar cosas. Con el tiempo, solo han progresado aquellas combinaciones de recursos originales que eran más valoradas por los individuos que aquellos por separado o combinados de otras maneras. Y ya sabemos que es la función emprendedora la encargada de guiar este proceso de prueba y error, por los beneficios que puede obtener.

Volviendo al anuncio imposible, se ha creado riqueza indudablemente, puesto que cada uno de los sujetos intervinientes en la cadena tiene ahora un objeto que valora más que el que tenía antes de hacer el intercambio. Por tanto, todos ellos son ahora más ricos. Al principio del proceso, existen el clip rojo y la casa, pero no los tienen los individuos que más los valoran.

De hecho, la única duda que puede surgir sobre este proceso de creación de riqueza tiene relación con la presencia de entidades públicas en el intercambio. En efecto, la última transacción se produce entre Kyle y el ayuntamiento de la ciudad canadiense Kipling Saskatchewan.

Aquí no hay, pues, una transacción libre. Cabe pensar que el citado ayuntamiento se habrá hecho con la casa que cede a Kyle a partir de algún tipo de intercambio involuntario con sus administrados (típicamente, impuestos). Este intercambio supuso posiblemente destrucción de riqueza, ya que la casa era menos valorada por los ciudadanos de dicho ayuntamiento que el dinero que se vieron obligados a aportar para su construcción.

En definitiva, no se puede determinar si en el último intercambio hubo creación de riqueza para las dos partes. Sí la hubo para Kyle, que hizo el intercambio voluntariamente, pero no sabemos si la hubo para los ciudadanos de Kipling Saskatchewan.

La Crisis del Socialismo - parte 1 de 6

La crisis del Socialismo - parte 3 de 6-JESUS HUERTA DE SOTO

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