Fernando Amerlinck
México se enfrenta a un tsunami que pone a prueba su competitividad, su perfil, su identidad y, de plano, su relevancia ante el mundo.
No hablo del color de algún partido político sumamente partido, desprestigiado y poco relevante para abrir el futuro o nada que valga la pena para desarrollar este país. El tinte amarillo no viene de fuerzas internas. El color amarillo distingue a la gente de Asia.
Asia es continente de tsunamis: grandes olas nacidas del movimiento de profundísimas placas tectónicas que en tierra producen terremotos y en agua generan maremotos, cuya ferocidad vivieron los infelices que disfrutaban de la paradisíaca playa tailandesa de Phuket durante la Navidad de 2004.
Las placas tectónicas de Asia —su profundidad cultural, que acabo de presenciar en un largo viaje por aquellos lugares— anclan raíces en terreno profundo: heredan de Confucio su visión de la vida; comparten con los plantadores de arroz el hábito del trabajo duro, exacto y oportuno; y las ayudan gobiernos sabios e inteligentes que han entendido —a diferencia de lo han aprendido por nuestros tecnoeconomistas en el económicamente decadente Estados Unidos— que bajar severamente los impuestos y la intervención extralógica del gobierno en la acción productiva estimula decisivamente a una economía. Y se mejora radicalmente la recaudación. Han sabido entender que para que sus pueblos lleguen a ser algo, necesitan un rumbo. Por obvio, qué difícil de entender…
Las metáforas geofísicas son tan útiles como las zoológicas: Asia produce tsunamis, pero también tigres, dragones y elefantes. En México hay jaguares (mejor dicho, los había, cuando también abundaban los árboles).
Tigres: en Asia, hace dos décadas se manifestó un fenómeno deslumbrante, cuatro países pequeños con pocos recursos naturales que en sólo una generación pasaron del tercer mundo al primero, con una envidiable prosperidad para sus pueblos: Singapur, Hong Kong, Taiwán y Corea del Sur.
A esa selecta lista de tigres se han agregado recientemente dos tremendas bestias: un siempre antipático dragón, el chino. Y un siempre agradable elefante, India.
Esos dos gigantes amenazan desde hace rato a los países que no tienen decisión, ni fuerza, ni aguante, ni talento ni lo que hay que tener para ser relevante ante el mundo. Según Robyn Meredith, China se convierte rápidamente en la fábrica del mundo, mientras que India se convierte en su oficina tras haber generado una poderosa economía de servicios que pasó de la rueca a la fibra óptica luego de que a principios de los años 90 decidió abandonar las dos ruedas de molino seguidas desde su independencia y que en más de cuatro décadas mantuvieron a su pueblo en la pobreza: el antiindustrialismo de Gandhi, y el socialismo de Nehru.
Lo ha dicho el editorialista indio Gurcharan Das sobre la democracia de libre mercado que más velozmente crece en el mundo: “India nunca será un tigre. Es un elefante que ha empezado a menearse y a avanzar… Nunca tendrá velocidad, pero siempre tendrá aguante… China está ganando el sprint de arranque, pero nosotros ganaremos el maratón”.
Ante tales comparaciones … ¿con qué animal puede compararse México?
En tiempos de Salinas fui optimista. A, mirar esos cuatro tigres de Asia, imaginaba yo que México habría de ser un jaguar. Ya no pienso así. Dado nuestro desempeño reciente, otra zoología evoca mejor al México de hoy, la de mediados del siglo XIX. La canción más popular se llamaba Los Cangrejos: “Cangrejos al combate / Cangrejos al compás / Un paso p’adelante / Doscientos para atrás.”
Pero los cangrejos playeros son rápidos y ágiles, lo cual no evoca a un país que más se parece a una tortuga (en portugués se dice tartaruga, vocablo más evocador). Vive muchísimos años sin lograr ni hacer gran cosa; a veces es víctima de cazadores furtivos que la matan a palos, o de plano comen sus huevos antes de que puedan originar una cría. Ese animal que a veces muere antes de nacer es lento y con un gran caparazón sin el que no puede vivir. Además es contradictorio: o muere antes de nacer, o es tan longevo que puede sentir legítimo orgullo por 200 años de orgullosa soberanía bajo su sólidamente protector carapacho.
Quién sabe si tan acorazado quelonio (de por sí acosado por ratas, cucarachas, dinosaurios, mapaches y parásitos de toda facha) sea suficiente para batirse con un tsunami amarillo que desde Asia le avienta dragones, tigres, elefantes y una buena dosis de tiburones.
Colombia y su dinamismo democrático
Colombia y su dinamismo democrático – por John R. Thomson
La primavera en Colombia ha sido emocionante y accidentada, con seis candidatos a la cabeza de nueve que compiten por la presidencia del país. Los seis son personas inteligentes, comprometidas y representan el espectro de las filosofías políticas. En la primera vuelta electoral de mayo 30 quedaron dos contendores con antecedentes y puntos de vista ampliamente divergentes. La definitiva segunda vuelta será el 20 de junio próximo.
El ex ministro de defensa, Juan Manuel Santos, obtuvo 46,56% y el ex alcalde de Bogotá, Antanas Mockus, obtuvo el 21.5%. Tres veces ministro, el doctor Santos presenta un programa detallado; el doctor Mockus, ex profesor y rector de la Universidad Nacional, hace un llamado al cambio no muy bien definido e inquietantemente parecido al de Obama.
Este observador discutió hace poco una amplia gama de temas con el doctor Santos y se convenció que él ofrece la mejor opción, en especial después de los exitosos ocho años de Álvaro Uribe como presidente, copiosamente aclamado como el mejor líder de la historia colombiana. Consideremos tres dicientes ejemplos:
1) El doctor Santos dirigió la vigorosa campaña de la administración Uribe contra el famoso grupo guerrillero FARC, la mayor amenaza de secuestro y narcotráfico del país desde hace 50 años.
El doctor Mockus, mientras prometía luchar “durisimo” contra las FARC, dijo confusamente en la misma entrevista que esperaba imitar el ejemplo de la pequeña Costa Rica y eliminar las fuerzas militares. Para agravar la situación, dijo en seguida que extraditaría a Álvaro Uribe, que cuenta actualmente con una tasa de aprobación de más del 70%, si el gobierno de Ecuador lo solicitaba, y al día siguiente dijo haberse “confundido” por la pregunta.
2) El doctor Santos ha presentado un programa detallado respecto de asuntos que van desde su fuerte, la seguridad nacional, hasta el desempleo, la educación y la salud.
El doctor Mockus ha evidenciado un débil y cambiante conocimiento de los temas y ha ofrecido escasa información sobre lo que haría como presidente. Fue el único candidato que dijo en un debate presidencial que él no habría dado de baja a Raúl Reyes, el segundo líder de las FARC, que estaba a unos pocos metros dentro de la frontera con Ecuador cuando su campamento fue bombardeado desde el espacio aéreo colombiano, una estrategia montada por el doctor Santos. Cuando posteriormente le preguntaron qué sintió en ocasión del crucial ataque contra las FARC en 2008, Antanas Mockus exclamó: “No me acuerdo”.
3) El candidato del doctor Santos para la vicepresidencia, Angelino Garzón, sirvió con distinción como Ministro de Trabajo y Gobernador del departamento del Valle. Un ex comunista y líder sindical, el señor Garzón tiene un récord intachable equivalente al del doctor Santos, poco frecuente en el deteriorado mundo de la política en Colombia.
El candidato del doctor Mockus, Sergio Fajardo, es un ex alcalde de Medellín con una historia de relacionarse con las fuerzas paramilitares narcotraficantes y de otorgar favores ilegales a los miembros de su familia. Lo más perjudicial son los múltiples reportes de conexiones cercanas con agentes de Chávez.
La experiencia es muy importante. Antanas Mockus ha ejercido dos períodos como alcalde de Bogotá, que se truncaron, pero fueron innovadores. Su programa de cultura cívica aportó un espíritu de orgullo en el torbellino del floreciente crecimiento de la capital. Su colaboración total con la campaña nacional de la administración Uribe contribuyó a un marcado descenso del crimen violento, especialmente el secuestro.
Juan Manuel Santos ha sido jefe de tres de las más importantes carteras ministeriales de Colombia. En 1991, el presidente César Gaviria del Partido Liberal colombiano nombró al doctor Santos como el primer Ministro de Comercio Exterior. Él estructuró el ministerio; construyó fluidas relaciones comerciales con los vecinos Ecuador y Venezuela [las exportaciones a Venezuela fueron de trescientos millones de dólares en 1993 y aumentaron a más de siete mil millones de dólares en 2008]; creó dos grandes motores de crecimiento exportador, BANCOLDEX y Proexport; y negoció la entrada de Colombia a la Organización Mundial de Comercio.
El doctor Santos fue designado Ministro de Hacienda en 2000 por el presidente Andrés Pastrana del Partido Conservador, y devolvió a Colombia la solvencia fiscal después de la crisis de la deuda argentina en 2001. No obstante, su más importante servicio a la nación ha sido como Ministro de Defensa desde julio de 2006 bajo Álvaro Uribe. El doctor Santos no solamente dirigió la lucha extraordinariamente exitosa contra las FARC, también combatió firmemente la corrupción, forzando el retiro de más de 35 generales y oficiales de alto rango.
Antes y en el intermedio de sus cargos de gobierno, Juan Manuel Santos se graduó en el London School of Economics, en el Fletcher School de Derecho y Diplomacia de Tufts University y en el Kennedy School de Gobierno de Harvard. En 1994 creó la Fundación Buen Gobierno para ofrecer entrenamiento administrativo y guía a los funcionarios del Estado.
El doctor Santos me dijo que él “trabajaría para lograr la armonía con el régimen de Chávez. Obviamente quiero reanudar las relaciones comerciales y sería maravilloso reducir la tensión en la frontera. Sin embargo, debe haber respeto mutuo hacia los líderes y la soberanía de los países”.
Parecía referirse, entre otros asuntos de respeto, a la información de inteligencia de que las FARC mantienen 27 campamentos de entrenamiento, hospitalarios y de descanso dentro de Venezuela, con el total conocimiento y apoyo del gobierno venezolano.
Desafortunadamente hay otro asunto, no político: el hecho de que el doctor Mockus sufra de la enfermedad de Parkinson. Dos importantes neurólogos de Bogotá me han dicho que, al observar los debates presidenciales, creen que su enfermedad es avanzada, contrario a los reportes publicados. “Al principio de los debates se ve y suena normal, pero al final de las largas sesiones pierde el control de sus facultades físicas, habla contradictoriamente y se le olvidan las cosas. Esto indica que la condición del doctor Mockus es avanzada”, añadieron y enfatizaron que “el estrés agrava la enfermedad. Esto es potencialmente peligroso para él y para el país”.
Cuando hablamos, el doctor Santos resumió con claridad el tema fundamental: “Es nuestro reto como colombianos completar la búsqueda de la seguridad y simultáneamente construir nuestra economía. Creo que podemos hacerlo y lo haremos”. Se corren muchos riesgos en las elecciones del 20 de junio para Colombia, América Latina y el hemisferio occidental. El voto de los colombianos tendrá gran influencia en el curso de la política y la seguridad en toda la región durante años por venir.
* John R. Thomson es periodista con mucha experiencia y diplomático de la administración Reagan, John R. Thomson se especializa en el análisis de los asuntos políticos y geopolíticos de los países en desarrollo.
Presunciones infundadas y peligrosas
Presunciones infundadas y peligrosas
Ricardo Medina Macías
Hace años trabajé en una revista de negocios, famosa entre otras cosas porque año con año difundía un informe sobre las 500 empresas más grandes de México, de acuerdo con indicadores como: ventas, número de empleados, activos, pasivos, exportaciones, importaciones y otros. Año con año se procuraba añadirle valor al informe con nuevos indicadores y elaborando a partir de los datos nuevos análisis.
Sucedió una vez que, procesado el cúmulo de datos, a uno de los jóvenes analistas le llamó la atención una anomalía: durante el año objeto de análisis las empresas habían disminuido notablemente sus activos; la caída en los activos se verificaba no sólo en el promedio, sino que se confirmaba con otras mediciones, como la mediana, así como en la inmensa mayoría de los casos individuales. En contraste, había crecimientos anuales, los previsibles, en todos los demás indicadores. Lleno de entusiasmo el analista empezó a formular hipótesis. Tarea peligrosa si el entusiasmo no es atemperado por la prudencia y el rigor analítico. Se le ocurrió una explicación que no sólo le pareció plausible sino de “gran valor noticioso”: las empresas mexicanas – concluyó fascinado- falsearon la información acerca de sus activos, minusvalorándolos, para eludir el pago del impuesto recién creado del dos por ciento a los activos.
Tan insólito “hallazgo” era tan falso como excitante.
En realidad la anomalía tenía su origen en un error elemental en el procesamiento de los datos: quienes los ordenaron confundieron una columna con otra: ¡tomaron como el año posterior el que en realidad era el año anterior! Los activos reportados habían crecido, no disminuido.
Desde hace días avanza en la opinión pública, inexorable como mancha de aceite, la presunción de que una abundancia de dólares en efectivo (que aún está por comprobarse) indica sin lugar a dudas que el crimen organizado está lavando cuantiosos montos de dólares en billetes, cambiándolos por pesos. Esa presunción infundada está avalando, a su vez, la peligrosa ocurrencia de poner trabas y prohibiciones al intercambio de divisas en efectivo. Todo ello gracias a la peregrina lógica moralista de que lo más eficaz para evitar una conducta indeseable es prohibir el uso del instrumento que, suponemos, sirve para el delito. Como si lo más inteligente para evitar los accidentes en las carreteras fuese prohibir la fabricación de automóviles.
¿A nadie se le ha ocurrido que miles de familias mexicanas, aleccionadas por las experiencias traumáticas de grandes devaluaciones del peso (1976, 1982, 1986, 1994-1995), ven en la tenencia de dólares en efectivo un mecanismo barato y accesible para ahorrar y precaverse en caso de “malos tiempos”?, ¿acaso nadie sabe que esos “guardaditos” caseros de dólares en billetes son ahorros que quedan a salvo de los instintos depredadores de políticos desaprensivos, como lo fue José López Portillo cuando decretó de un plumazo un tipo de cambio muy inferior al del mercado para esos dólares “mexicanizados” que se habían depositado en los bancos?, ¿no saben que esos ahorros caseros suelen ser cambiados a pesos, todos o en parte, cuando hay apuros económicos?
Una presunción infundada se vuelve “dogma indiscutible”. Y nos pone en el umbral de sufrir restricciones odiosas, inútiles para el propósito que se predica, que pueden lesionar la confianza en la libertad de cambios. Como lo veo, lo digo.
El Mundial de Fútbol y la pandemia nacionalista
Por Gabriel Gasave
Está por comenzar una nueva edición de la Copa del Mundo de fútbol, la número 19, acontecimiento que cada cuatro años inexorablemente atrapa la atención de cientos de millones de almas alrededor del planeta y mueve miles de millones de dólares. Una vez más, cuan modernos flautistas de Hamelin, las banderas y los himnos nacionales-inventos gubernamentales que junto a muchas causas políticas y religiosas han provocado más muertes que todas las catástrofes naturales juntas-aglutinarán detrás suyo a enfervorizados simpatizantes.
Nuevamente, como acontece también durante los juegos olímpicos y otros certámenes, los nombres propios cederán en relevancia ante la nacionalidad. Ya no es fulano o mengano quien obtuvo tal medalla o realizó tal magnifica gambeta, sino el país "A" quien supera en el medallero a "B" o el país "J" quien encabeza el Grupo "X".
Al igual que en los sistemas colectivistas que cuando ponen en acción su ingeniería social indefectiblemente el "nosotros" viene a sustituir al vilipendiado "yo" ante cada proyecto público que se pretende implementar, durante estas gestas deportivas vemos también como la primera persona del plural lo avasalla todo. "Ganamos", "perdimos", "vamos bien", "goleamos", etc. son algunas expresiones mediante las cuales muchos individuos suelen actuar sin moverse de la sala de estar de sus casas.
No es la intención criticar aquí a la saludable y recomendable práctica de un deporte como el fútbol, sino a lo peor de ese primitivo sentimiento nacionalista y tribal que, siempre latente, suele aflorar ante conflictos bélicos o eventos como el que se avecina. Parecería que estamos ante una guerra a ser librada por 32 naciones, de las cuales solamente una de ellas saldrá airosa. Los disparos de mortero o los misiles son reemplazados por tiros de emboquillada, penales y goles "olímpicos" y las trincheras por barreras humanas, pero la noción subyacente es siempre la misma: Se trata de otro país, de gente distinta, con otro aspecto, idioma y costumbres, en definitiva de un enemigo. Es exactamente el mismo principio por el cual, en otros planos, se alzan muros fronterizos y se exigen pasaportes, se establecen barreras comerciales y aranceles, y por el cual se habla de balanza comercial solamente cuando los bienes pasan a través de una aduana y no cuando cruzan de vereda en un mismo barrio.
Ni siquiera resulta válido el argumento de que al tener cada región sus estilos y características propias de juego, cabe entonces emplear la metáfora del país como jugador. ¿A qué estilo nacional se refieren? De los 32 países que participarán en el Mundial de Sudáfrica, 12 equipos (el 37,3%) están dirigidos por entrenadores de otro origen. Este número es superado solamente por las 14 selecciones que fueron entrenadas por técnicos que no habían nacido en el país durante la Copa de Alemania 2006.
Paraguay y Chile cuentan con técnicos argentinos (el "Tata" Martino y el "Loco" Bielsa respectivamente; son alemanes quienes dirigen a los equipos de Suiza (Ottmar Hitzfeld) y Grecia (Otto Rehhagel); dos suecos son los DT de Nigeria (Lars Lagerback) y Costa de Marfil (Sven-Goran Eriksson, que sustituyó en enero al bosnio Vahid Halilhodzic); Inglaterra-la cuna de ese deporte-está a cargo de un italiano, Fabio Capello (en el pasado mundial el puesto fue ocupado por un sueco); Australia de un holandés (Pim Verbeek); Honduras de de un colombiano (Reinaldo Rueda); Camerún de un francés (Paul Le Guen); Ghana de un serbio (Milovan Rajevac) y el conjunto local de Sudáfrica es dirigido por un brasileño (Carlos Parreira).
¿Qué será más relevante al momento en que cada uno de ellos imparta sus directivas, el lugar de residencia actual o el que consta en su certificado de nacimiento? Ello para no mencionar la circunstancia de que el grueso de los jugadores oriundos de las regiones en desarrollo está dispersos en su gran mayoría por equipos europeo.
Tampoco la intersección de específicos paralelos y meridianos en el lugar de nacimiento de los propios jugadores implica una estrecha relación con el terruño al que representan. Apellidos como Guzan, Bocanegra, Onyyewu, Cherundolo, Torres, Edu, Altidore y Gomez no parecerían haber sido compartidos por alguien en la lista de los pasajeros que arribaron al Cabo Cod en Massachusetts abordo del Mayflower en 1620, y no obstante los mismos corresponden a integrantes del plantel estadounidense.
Sabemos también que son frecuentes las nacionalizaciones apresuradas antes de algún torneo de esta envergadura para lograr así que determinado jugador represente a un país en particular. Por lo tanto son numerosos los futbolistas naturalizados que jugarán para selecciones ajenas a su país de nacimiento. Así es que en Sudáfrica 2010, en el equipo de Alemania habrá un polaco (Lukas Podolski), un bosnio (Marko Marin) y un brasilero (Cacau). Australia tendrá a Darío Vidosic nacido en Croacia y a Nikita Rukavytsya en Ucrania. Pateando para los EE.UU. podrá verse a Benny Feilhaber, hijo de padre australiano y madre brasilera, nacido en Río de Janeiro y para Francia jugará Steve Mandanda, nativo de Kinshasa, Congo.
Asimismo, con la casaca "azurra" de Italia estará Mauro Camoranesi oriundo de Tandil, Argentina y con la "tricolor" de México el también argentino "Guille" Franco. El combinado guaraní cuenta con dos jugadores nacidos en Argentina, Néstor Ortigoza y Jonathan Santana y el de Portugal presentará a Deco y Pepe, ambos venidos al mundo en Brasil.
He atestiguado la angustia de aquel inmigrante que frente al televisor, en ocasión de enfrentarse el conjunto de su país de origen con el de su tierra adoptiva, sentía que la circunstancia de alentar a viva voz frente a familiares, amigos y vecinos a uno u otro equipo se asemejaba a tomar las armas a favor de uno de ellos durante una conflagración y a un acto equivalente a la más abierta traición. Tampoco han sido ajenos a este fervor patriotero los gobiernos que, cuan si se tratasen de brigadas de mercenarios, en ocasiones ofrecen suculentos premios y prebendas a los integrantes de su conjunto nacional para motivarlos a lograr algún progreso deportivo.
Así como un mundo libre de trabas al comercio y de distorsiones cambiarias artificiales, tendería a tener un solo precio para un mismo producto, con el paso del tiempo el mercado del fútbol se ha ido nivelando espontánea y libremente y las diferencias en la manera de entrenarse y jugar se han ido desdibujando hasta volverse casi imperceptibles. Hoy día, desmenuzar la conformación de cualquier cuadro al azar se asemeja a la apertura de una computadora para analizar sus partes. Veremos que hay decenas de componentes con orígenes diversos y que el acto de estipular un "hecho en…" constituye toda una arbitrariedad.
Es de esperar que algún día este magnífico deporte, deje de tener otras connotaciones que van más allá de un espectáculo en el que 11 profesionales excelentemente remunerados se enfrentan contra otros tantos durante noventa minutos sobre una verdosa superficie. Que los mismos no sean escogidos por compartir ese mero accidente que implica la nacionalidad, sino en función de otros parámetros y que las parcialidades comprendan que nada demasiado relevante está en juego. Entonces, la racionalidad habrá dejado de perder por goleada.
Por ahora, simplemente, que gane el mejor!
PRI: ¿qué hacer con la victoria?
Otto Granados
Dicen que con frecuencia los políticos suelen ser víctimas de su propio éxito: es más duro administrar victorias que procesar derrotas.
Y el PRI, un partido integrado por políticos pragmáticos, se enfrentará a varios dilemas si, como parece, se alza como el gran ganador de las elecciones estatales del 4 de julio.
Suponiendo que de las doce gubernaturas llega a ganar diez —recuperando, por ejemplo, Aguascalientes y Tlaxcala pero cediendo Oaxaca y Puebla—, el primer problema es estabilizar el previsible conflicto interno por la entrega de dos plazas históricas cuyos gobernadores actuales, además, controlan poco más del diez por ciento de la fracción priista en la Cámara de Diputados.
Y a la inversa: asumiendo que hay carro completo, el conjunto de los gobernadores triunfadores —entrantes y salientes— intentará ser mano en la renovación del Comité Ejecutivo Nacional, prevista para la próxima primavera; en las elecciones estatales de 2011, y, en especial, en la nominación de candidatos al Congreso federal, cuya primera composición estará más o menos perfilada hacia fines del año que viene.
El segundo dilema es cómo conducirse en sus relaciones con el Ejecutivo federal en lo general; en las iniciativas legislativas pendientes —modernización política, competencia, acciones colectivas, laboral, seguridad nacional, justicia militar— y, particularmente, en la confección del paquete económico 2011 —Ingresos y Presupuesto de Egresos—, pues lo más probable es que, con una mayoría excesiva, el PRI estará muy tentado a actuar en esas materias exclusivamente en función de sus intereses de corto plazo, es decir, hacer sólo aquello que tenga rentabilidad electoral y no ponga en perjuicio ninguno de sus activos o alianzas coyunturales —digamos con el SNTE— calculando que, tras 2012, ya habrá tiempo de emprender nuevas reformas de gran calado.
Y el tercero, el más improbable, es tratar de mostrar que el PRI ha cambiado en realidad y, en consecuencia, definir una agenda de reformas estructurales impostergables que conviene más promover ahora que después —en materia fiscal o energética, por citar prioridades—, apostar parte de su capital político en sacarlas y compartir con el Ejecutivo y el partido gobernante los costos de decisiones complejas e impopulares, pero buenas para el país.
El desafío, en suma, es por lo menos plantear una interrogante central: ¿cómo quiere verse el PRI de cara a 2012?
¿Simplemente como un partido con los defectos del pasado pero que por circunstancias fortuitas está en plena recuperación electoral?
O ¿como un partido moderno, renovado y renovador, presentable y decente, profesional y comprometido con una agenda propia de las exigencias del siglo XXI?
Más allá de que, por ahora, los dioses electorales lo favorezcan, no está claro para qué quiere, nuevamente, gobernar el PRI.
EL MUNDIAL Y EL FUTBOL
Isaac Katz
9:00 am. Silbatazo de inicio de la Copa Mundial de Futbol; México se paraliza para ver a 22 tarugos persiguiendo una pelotita con la ilusión de que ahora sí la van a hacer, que ahora sí van a jugar el elusivo quinto partido e inclusive, por qué no, llegar a ser campeones. Una inmensidad de mexicanos trae puesta la playera de la selección, la verde o la negra, legal o pirata, eso no importa. Lo que importa es dejar ver que ellos sí están con la selección, que ellos sí aman a este país. El honor de México está en juego y se disputa en un área de 7140 m2.
9:00 am; los restaurantes y bares están llenos, huevos fritos acompañados de un tequila y una cerveza bien fría. No importa que sean la nueve de la mañana; que juegue la selección mexicana de futbol lo justifica. Las oficinas y otros centros de trabajo, dejan de serlo; todos atentos a la televisión, al radio o a la internet, siguiendo las incidencias del juego. ¡Qué mejor momento para ir al banco, está vacio! El nerviosismo, la angustia, se deja ver en el rostro de los mexicanos. ¿Podremos? ¿Ganaremos o perderán?
Escenario 1: 10:45 am.; el partido acabó y de ganar la selección mexicana, una feliz marabunta se arrojará a las calles a festejar; el Paseo de la Reforma se cerrará porque hay una multitud en el Ángel de la Independencia; no importa que ya no estén allí los huesitos de los “héroes que nos dieron patria”. Casi nadie trabajará porque hay que festejar, ver de nuevo los goles, comentar lo buenos que son “nuestros muchachos”, todos ellos dirigidos por Javier Aguirre, todo un fregón. ¡Ganó México, qué fregones somos!
Ganó la selección; razón de más para seguir festejando a lo largo del día, dedicando otras dos horas del horario laboral para ver el partido entre Francia y Uruguay. Ganó México; ¡ahora sí la vamos a hacer! Y ya verán lo que haremos contra las otras dos selecciones de nuestro grupo.
Escenario 2: 10:45 am; el partido acabó y de perder la selección mexicana se sentirá, se palpará la tristeza que nos agobiará. Es tal la depresión que no habrá ganas de trabajar. Se comentará hasta el cansancio lo torpe que se vieron “nuestros muchachos”, lo amedrentados que se vieron frente a la selección del país anfitrión, lo mal que dirigió Javier Aguirre a la selección, los errores que cometió al elegir a los once iniciales y los cambios que debería haber hecho pero que no hizo, la parcialidad del árbitro a favor de los sudafricanos. ¡Perdió la selección; bola de güeyes! ¿Qué no entienden que el honor de México está en juego? ¿Qué no entienden que depositamos en ellos toda nuestra confianza y que nos defraudaron? Qué horror; ahora qué dirán de México. Y perdieron frente al presidente que se tomó la molestia de echarse el viaje solo para verlos jugar y darles su apoyo moral, ¡qué deshonra!
Perdió la selección; ni modo, pero no todo está perdido, todavía quedan los otros partidos contra Francia el 17 de junio y contra Uruguay el 22 de junio. Allí “nuestros muchachos se sacarán la espina que nos clavaron los sudafricanos”.
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