06 junio, 2010

LA GLOBALIZACION Y SUS ENEMIGOS III



REFLEXIONES LIBERTARIAS





LA GLOBALIZACION Y SUS ENEMIGOS III

Ricardo Valenzuela

Como siempre sucede, la guerra provocaba un encogimiento de las libertades individuales y el agigantamiento de los gobiernos. La primera confrontación mundial terminaba con los desastrosos acuerdos de Versalles para, primero, pavimentar la avenida al comunismo de Rusia y, segundo, engendrar las fatales plagas que azotarían al mundo durante los años siguientes: El Nazismo y el Fascismo, hoy día inspiración de tiranillos latinoamericanos.

El escenario mundial estaba listo para la segunda gran ola de ataques en contra de la libertad: La Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial.

El desplome de Wall Street de Octubre de 1929 y la gran depresión que le siguiera, permanecen como grandes misterios de la historia económica mundial. Los EU durante los años 20 permanecía siendo una economía relativamente libre en la cual los mercados operaban todavía de forma armoniosa, pero cargaba ya una peligrosa amenaza. Las industrias americanas se protegían de la competencia extranjera a base de altas tarifas. El mercantilismo aparecía en las costas de EU.

Los actos legislativos Fordney—McCumber de 1922 y el Smoot—Hawley de 1930, fueron golpes devastadores al comercio mundial y para la economía de los EU. Los presidentes de la época y el liderazgo del congreso, fallaron miserablemente al no enfrentar las poderosas Federación Nacional de Manufactureros, la Federación Americana del Trabajo, las presiones de grupos con intereses muy particulares y, ante ese panorama, la libertad de mercados, que supuestamente ellos promovían, sería estacionada.

Durante los años 20 los EU en sociedad con Inglaterra, la otra gran potencia financiera e industrial, se dedicaban a mantener un mundo “próspero” inflando el inventario internacional de dinero ya contaminados por las ideas de quien luego fijaría la estrategia económica del planeta durante la segunda parte del siglo; Keynes. Esto era posible debido a la creación en los EU de algo que nacía en secreto, “la criatura de Jekyll Island:” el FED. De esta forma el crédito que en Junio de 1921 era de 45 billones de dólares, para Julio de 1929 era ya de 75 billones, un 70% de expansión.

El manejo deliberado para inflar el crédito se aplicaba no sólo en los EU sino a nivel internacional. Los EU demandaban ahora de sus aliados el repago de los préstamos de guerra, pero al mismo tiempo promovían a gobiernos y negocios internacionales acudir por capital a Nueva York con el gancho de su política de dinero barato e interferencia en el mercado mundial de bonos. Los líderes americanos iniciaban el abandono formal de su filosofía Laissez—faire de libre comercio y monedas fuertes, para tomar la ruta del proteccionismo e inflación.

Las industrias protegidas por esas altas tarifas, los exportadores subsidiados, monopolistas y banqueros flotando los bonos, fueron los grandes beneficiados. Pero el gran perdedor sería el pueblo al negarle acceso a los competitivos precios y calidad de productos importados. Sufrirían luego de una incontrolable inflación y finalmente se convertían en las victimas de la devastación total.

El combustible alimentando la rugiente debacle era el libro de Keynes, “Trac on Monetary Reform” publicado en 1923. El gran mito emergente en los años entre las dos guerras, era el que Laissez—faire había causado la tragedia y el mesías era Keynes con sus ropajes de promotor de la rectoría gubernamental, para salvar el mundo ante la anarquía del capitalismo. Los ejecutores de esta nueva política serían dos de sus grandes admiradores, Benjamín Strong, gobernador del FED en Nueva York, y Montague Norman, gobernador del Banco de Inglaterra. Como era clásico las políticas de Keynes en el corto plazo daban la apariencia de funcionar, tal vez por ello cuando en su debate Hayek cuestionaba el largo plazo, él respondía sonriendo; “en el largo plazo todos estaremos muertos.”

Al asumir Hoover la presidencia de EU en 1929, el mecanismo para el derrumbe de Wall Street estaba listo. Cuando la magnitud de la rugiente crisis se identificara con claridad, Andrew Mellon, Secretario del Tesoro, recomendó abandonar las políticas interventoras y regresar al laissez—faire permitiendo al mercado depurarse estilo Shumpeter. Pero Hoover, inspirado en el modelo ruso que estudiara con profundidad siendo Secretario de Comercio, ignorando el consejo ordenaba continuar con la inflación del crédito. El FED agregaba más de 300 millones en Octubre de 1929. La Gran Depresión explotaba atrapando al mundo con un abrazo mortal.

Este infierno de Dante le daba vida al Obama de esa era; F. D. Roosevelt montado sobre su New Deal blandiendo la guadaña del estatismo. Sus acciones tendrían un efecto mundial.

FDR era un aristócrata educado en Harvard. En su corta carrera política ya se identificaba como un gran despilfarrador del dinero público. En su paso por el Departamento de la Armada, emergía como el primer político de esa era que se entregaba a los debutantes “lobby men” aspirando grandes contratos. Rossevelt se creaba reputación de un habilidoso hombre para la mentira, pero era también un hombre de una gran tenacidad y capacidad para enfrentar la desgracia, y lo demostraba exhibiendo un gran espíritu de lucha cuando era atacado por la fatal polio.

FDR, ya como presidente, inicia su famoso plan de los 100 días dando la apariencia de un furioso movimiento estabilizador, pero que el hombre quien lo ayudaba a seleccionar su gabinete; Raymond Moley, lo describía de esta forma: “Tal vez los historiadores del futuro puedan encontrar lógica en estos extraños movimientos, puesto que yo no he podido.” Con la formación de la Corporación Financiara para la Reconstrucción, FDR tomaba por asalto de la economía del país e iniciaba una larga intromisión del gobierno en las todas las actividades antes campo exclusivo de la iniciativa privada.

Continuaba luego encadenando a la sociedad con una serie de piezas legislativas: “The Loans to Industry Act, the Home Owners Act,” the Sales of Securities Act, the National Labor Relations Act” dándole casi ilimitado poder a los sindicatos. Pasaba a su ataque contra la agricultura con su pieza “Soil Conservation Services, the Soil Conservation Act” y otros cuya estrategia era conservar el voto de los agricultores inflando el precio de sus productos a base de subsidios. Nacía la vieja alianza del partido demócrata con los sindicatos tomada de la mano con el nuevo “estado expropiante y benefactor.”

Pero la pieza más aterradora del New Deal sería “The National Industrial Recovery Act,” designada para estructurar una nueva economía controlada por el gobierno archivando los mercados libres del siglo XIX. Las palabras de Jefferson: “Un gobierno sobrio y frugal dedicado a proteger vida, libertad y propiedad,” se perdían en las nieblas del olvido. Para consolidar lo que Mises bautizara como el “Intervencionismo,” hervía ya el potaje que provocara la segunda guerra mundial.

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