28 marzo, 2011

El embajador en México perdió su trabajo por decir la verdad

Por Mary Anastasia O'Grady

The Wall Street Journal

El presidente mexicano, Felipe Calderón, demoró más de tres meses pero el 19 de marzo finalmente logró su objetivo. Ese fue el día en que la secretaria de Estado, Hillary Clinton, anunció que había aceptado la renuncia del embajador estadounidense en México, Carlos Pascual.

Pascual se granjeó la ira de Calderón por los informes críticos sobre la guerra contra las drogas en México que envió a Washington en 2009 y 2010. Se suponía que esos despachos eran confidenciales, pero cuando salieron a la luz pública en diciembre, cortesía de Wikileaks, enfurecieron al mandatario mexicano quien habría pedido la destitución de Pascual.

Calderón se libró de un diplomático cuya "ignorancia", como lo expresó el presidente al diario El Universal en una entrevista publicada el 22 de febrero pasado, "se traduce en una distorsión de lo que ocurre en México".

[Pascual] Associated Press

Carlos Pascual (izq.), embajador estadounidense en México, saluda al presidente Felipe Calderón en el Palacio Nacional en Ciudad de México.

No cabe duda de que en la residencia presidencial de Los Pinos impera un sentimiento de que el honor mexicano, especialmente el del ejército, ha sido reivindicado. Sin embargo, la afirmación de que Pascual no estaba a la altura de las circunstancias es insostenible. Los análisis del embajador, y los de sus colegas en la embajada que también redactaron algunos cables filtrados, pueden haber sido demasiado francos para su posterior exposición pública, pero distaban de ser controversiales. De hecho, parece más probable que los cables hayan tocado una fibra sensible porque eran muy precisos.

El mayor problema para Calderón y Estados Unidos es que los cables revelan el grado de ineficacia de las pesadas burocracias gubernamentales a ambos lados de la frontera en el combate contra los despiadados narcotraficantes. Los narco hacen prácticamente lo que quieren mientras los burócratas toman nota de la carnicería.

Un ejemplo es el cable de marzo de 2009 llamado "Ciudad Juárez en un punto de inflexión", firmado por la encargada de Negocios, Leslie Brassett. Describe la respuesta de México durante 2008 "a una ola de violencia sin precedentes" en el estado norteño de Chihuahua con "el despliegue de alrededor de 2.000 soldados y 500 oficiales de la policía federal". Continúa diciendo que si bien la operación "tuvo éxito hasta cierto punto en desarmar a los carteles… como iniciativa de seguridad pública demostró ser un fracaso significativo". Esa es la razón por la que "a medida que continuaba el baño de sangre en Juárez en los primeros meses de 2009", el gobierno decidió que "desplegaría 5.000 soldados adicionales y 2.000 policías a esa áerea para retomar el control de lo que era una situación que se estaba deteriorando rápidamente".

La medida produjo una "drástica-aunque posiblemente temporal caída en la violencia desde la llegada de las fuerzas federales". Pero el cable también hacía notar que nadie sabía las razones. Ninguna de las teorías incluía la posibilidad de que los buenos estuvieran ganando la batalla. El gobierno de Ciudad Juárez "sugiere que la operación está causando el "efecto cucaracha", forzando a los operadores de los carteles a dispersarse y trasladarse a otros estados de la frontera". Mientras tanto, los agentes del orden en Estados Unidos y el ejército mexicano creían que los mafiosos estaban "simplemente adoptando un bajo perfil para observar y recopilar inteligencia" y que probablemente "reanudarían la lucha".

Un cable de octubre de 2009, firmado por Pascual, informaba que el subsecretario mexicano de Gobierno de la Secretaría de Gobernación, Gerónimo Gutiérrez Fernández, lamentaba que la primera fase de la Iniciativa de Mérida (US$400 millones para la guerra contra las drogas aprobados por el Congreso en junio de 2008) no contenía "suficiente pensamiento estratégico". Había un énfasis excesivo "en los equipos, cuando saben que se demora en llegar y se demora todavía más en ser de utilidad directa", e insuficiente en la articulación de instituciones.

El cable prosigue: "(Gutiérrez Fernández) siguió diciendo, sin embargo, que ahora se da cuenta que ni siquiera hay tiempo para que la construcción de instituciones se consolide en los años que quedan del gobierno Calderón. "Tenemos 18 meses", dijo, "y si no producimos un éxito tangible que sea perceptible por el pueblo mexicano, va a ser difícil sostener la confrontación en la próxima administración". "Expresó una preocupación real ante la posibilidad de perder ciertas regiones", leía el cable.

Pascual informó que poco después de que 15 estudiantes universitarios y de enseñanza secundaria, sin vínculos con los carteles, fueran masacrados en enero de 2010, Calderón "creó un nivel sin precedentes de compromiso de parte de cada nivel del gobierno para abordar la violencia en Juárez". También escribió que Estados Unidos estaba "en buena posición para apoyar esfuerzos para implementar estrategias nuevas y creativas". La cantidad de muertos por la guerra contra las drogas en Juárez durante 2010 superó los 3.000.

En noviembre de 2009, Pascual escribió que la estrategia de seguridad de México "carece de un aparato de inteligencia efectivo que produzca información de alta calidad y operaciones bien focalizadas" y también que había resistencia a compartir información debido a que algunas unidades veían "a los comandantes militares locales como frecuentemente infiltrados por el crimen organizado". En otro cable, Pascual sostuvo que el ejército mexicano ignoró datos de inteligencia entregados por Estados Unidos para dar captura al narcotraficante Arturo Beltrán Leyva, que luego fue asesinado por infantes de marina mexicanos.

No es de extrañar que las observaciones de Pascual fueran consideradas injustas dado el precio que México ha pagado combatiendo el hábito de consumir drogas en Estados Unidos. Pero es la veracidad de los informes de la embajada sobre los eventos, al demostrar la futilidad del esfuerzo, lo que causa más daño a la noble causa de Calderón. Despedir a Pascual no cambia nada de eso.

Susto de Barry Bonds al ver crecer sus testículos

Susto de Barry Bonds al ver crecer sus testículos por los esteroides

El ex beisbolista admite que se dopó y que su vida estuvo en riesgo por el 'cambio' en algunas partes de su cuerpo; amenazó de muerte a su amante

Reuters

SAN FRANCISCO, 28 de marzo.- El rey de los jonrones en el beisbol, Barry Bonds, admitió haber usado esteroides que perjudicaron su salud y cambiaron partes de su cuerpo, entre ellas sus testículos, dijo el lunes su ex amante Kimberly Bell al testificar en su juicio por perjurio.

Bell declaró al tribunal que Bonds sufrió una serie de problemas, incluyendo impotencia, pérdida de cabello y acné, y él confesó haber consumido esteroides cuando ella le preguntó por una lesión de codo que le estaba costando superar.

"El decía que era por los esteroides, porque de algún modo causaban que los músculos y tendones crecieran más rápido de lo que la articulación podía soportar, era como que estaba apagado", testificó la mujer.

Bonds siempre había negado el consumo de esteroides u hormonas de crecimiento, pero fue acusado de mentir a un gran jurado en el 2003. El ex jugador, de 46 años, se declaró inocente.

Vestido de traje negro, Bonds tomó notas y susurró a sus abogados mientras Bell hablaba el lunes sobre su complicada relación.

Bell testificó que Bonds se volvió cada vez más irritable y que la amenazó repetidas veces con "cortarme la cabeza y tirarme en una zanja".

La mujer también dijo que sus testículos tomaron una forma "inusual", y que Bonds le preguntó si otras personas se darían cuenta de la hinchazón de otras partes de su cuerpo.

Los cargos de perjurio contra Bonds provienen de un gran jurado estadunidense hace ocho años, cuando negó haber usado drogas para mejorar el rendimiento y dijo que nunca cuestionó el aceite de lino, las vitaminas, los batidos de proteína y las cremas que le suministraba su entrenador Greg Anderson.

La jueza distrital Susan Illston condenó a Anderson a prisión la semana pasada, luego de que se negara a declarar en un caso que es el último de una extensa investigación sobre el uso de drogas para mejorar el rendimiento en el deporte.

Como miembro de los Gigantes de San Francisco, Bonds estableció una gran serie de récords de bateo, pero sus actuaciones suscitaron sospechas.

En el 2001, Bonds consiguió 73 jonrones, un récord en una sola temporada que todavía se mantiene. En el 2007, su última temporada en las Ligas Mayores de Estados Unidos, batió la marca de jonrones en la carrera profesional que era propiedad de Hank Aaron desde hacía 33 años.

Tres meses después, un gran jurado acusó a Bonds por haber hecho declaraciones falsas y por obstrucción a la justicia.

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