17 abril, 2011

Legitimidad y concordia para volver a crecer

Legitimidad y concordia para volver a crecer

Fausto Alzati Araiza

Muchos perciben a la aún no resuelta crisis financiera como el principio del fin de una infraestructura financiera global dominada por Estados Unidos. Ha emergido un consenso, entre los ministros de finanzas y gobernadores de bancos centrales, fuera de Estados Unidos, en cuanto a que la principal causa de la crisis fue un sistema de flujos de capital fuera de balance y de control. En ese sistema, algunos grandes países despilfarradores —principalmente Estados Unidos— acumulaban enormes deudas, en tanto que países ahorradores —China e India, por ejemplo— apilaban grandes superávits. Tras el colapso de los mercados emergentes, al final de los 90, China e India concluyeron que necesitaban construir enormes reservas de dólares para proteger sus divisas. Para construir esas reservas, mantuvieron grandes superávit comerciales, que eran hechos posible por los déficit comerciales sin precedentes de Estados Unidos, que a su vez fueron posibilitados por un masivo endeudamiento de ese país alrededor del mundo. Fue este “ballet financiero”, extremadamente desequilibrado, el que acabó por estrellarse contra el suelo.

Ahora bien, en aras de recobrar el perdido bienestar, ningún remedio a la crisis financiera resultará adecuado si no permite a la economía real retomar la senda del crecimiento sostenido, dinámico y sustentable. ¿Para qué obsesionarse por restablecer el crédito si no está claro primero a quiénes, para qué, en dónde, a qué proyectos productivos y qué consumos o infraestructuras se va a financiar? ¡Que los mercados decidan! De acuerdo, pero dejémoslos decidir liberándolos de las camisas de fuerza del pasado. La dinámica de la destrucción creativa no da tiempo ya para interminables y acicalados procesos secuenciales y negociaciones interminables, en las que se busca que “todos queden conformes”, “que todos ganen y nadie pierda”. Ya no hay tiempo. Que ganen quienes se pongan las pilas y pierdan quienes sólo sepan andar en la cuerda floja con red de protección.

Es urgente crear regulaciones e incentivos para que surjan nuevos bancos y nuevas formas de canalizar financiamiento a los emergentes y pujantes sectores de la nueva economía. ¿Y de dónde van a salir las ganancias corporativas y los ahorros que permitirán financiar el tránsito hacia esa nueva economía? No pueden provenir sólo de más inyecciones de liquidez nominal de las bancas centrales o acabaremos en una inmensa trampa de liquidez de la que tomará décadas salir. Tampoco pueden provenir indefinidamente de los déficit presupuestales ni financiarse con superávit y reservas internacionales. Pues, ¿quién pondrá ahora sobre la mesa los déficit comerciales y se volverá el nuevo adicto global al consumo conspicuo? Estados Unidos no puede. Sus consumidores están quebrados, con hipotecas impagables y dos o tres tarjetas de crédito canceladas y saturadas. Nadie más tiene los tamaños ni la capacidad de liderazgo. Se necesita, por tanto, un cambio de juego y quién o quiénes lo cambien.

Bien se sabe que ni las peores políticas públicas ni las más tóxicas burbujas financieras pueden descarrilar por mucho tiempo a una economía real saludable. Al igual que tampoco las mejores políticas públicas y todo el gasto presupuestal juntos pueden reanimar el crecimiento de una economía obsoleta cuyas fuentes de productividad están agotadas. Y una economía saludable es aquella en la que existen muchas fuentes de innovación, productividad y crecimiento interactuando dinámicamente. La economía real está haciendo ya el milagro y más pronto que tarde estaremos en medio de una nueva y larga era de prosperidad sin precedentes. Sólo dejemos de estorbarle.

La definición de una estrategia eficaz para recobrar el crecimiento sostenido habrá de ser necesariamente el resultado de un vasto proceso político de construcción de amplios consensos nacionales. Es, por tal razón, indispensable, que de las elecciones federales de 2012 resulte un gobierno con legitimidad y márgenes de maniobra suficientes para ponerla en práctica con éxito. Sólo la restauración de la concordia nacional y un gobierno legítimo y con amplio sustento democrático permitirán a México recuperar el crecimiento y la esperanza.

No hay comentarios.: