07 abril, 2011

Los impostores

¿Será verdad, entonces, lo que revelaron los cables difundidos por Wikileaks? Casi todos los funcionarios argentinos repitieron durante años, en la embajada de EE.UU., que su relación con el presidente venezolano no se basaba en afinidades ideológicas sino en negocios.
¿Se los habrá dado Chávez?
¿Se los habrá dado Chávez?
Por Alejandro Tagliavini

El reciente viaje de Chávez a la Argentina (además de Uruguay, Bolivia y Colombia) descubre, una vez más, que esta vida principesca con dineros del Estado, es el resultado de la soberbia de estos dirigentes que creen que pueden más que la naturaleza de las cosas y que, en consecuencia, tienen derecho a imponerse coactivamente: una impostura de la autoridad.

El momento cómico, del periplo del inefable caudillo, se dio durante la entrega de un premio, por parte de la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Plata, por "su compromiso incuestionable y auténtico en afianzar la libertad de los pueblos", cuya trasmisión, en directo, fue prohibida a todos los medios audiovisuales salvo los oficialistas, Canal 7 y Telesur. Para no dejar dudas de su amor por la discrepancia de ideas, Chávez aseveró que "hay que señalar y derrotar" a los medios que lo cuestionan.

Además de este show cómico, se firmaron acuerdos económicos para los amigos, que van desde la construcción de 16 barcazas destinadas a Petróleos de Venezuela S.A, por USD 84 millones, hasta un acuerdo para exportar 10.000 vehículos argentinos al país "bolivariano", pasando por uno para construir una Planta de Regasificación de gas licuado en Argentina y otros en materia de cooperación científica y técnica, agricultura y ganadería, que incluyen a la Corporación de Alimentos y Servicios Agrícolas S.A., que compraría, por USD 520 millones, leche en polvo, frijol negro, pollo, aceite de soja, arroz blanco e integral, trigo y maíz amarillo, entre otros.

¿Será verdad, entonces, lo que revelaron los cables difundidos por Wikileaks? Casi todos los funcionarios argentinos repitieron durante años, en la embajada de EE.UU., que su relación con el presidente venezolano no se basaba en afinidades ideológicas sino en negocios. La Presidenta argentina dijo que Chávez "usualmente habla sin pensar", según el cable 209.324 de 2009 mientras que en el 98.698, de marzo de 2007, el Embajador de EE.UU. en Buenos Aires dice que, el Ministro argentino más influyente, aseguraba que "las buenas relaciones con Venezuela estaban basadas (únicamente) en asuntos comerciales y económicos".

Obviamente mienten. Lo que no llama la atención, porque la mentira hace a su "poder", precisamente, porque es impostor. Quién dijo, por caso, que la construcción de las barcazas, que pagan con su dinero los venezolanos, les resultará útil. Sin dudas no fueron ellos, de hecho, los impuestos con los que se pagan son retirados por vía impositiva, haciendo uso del monopolio estatal de la violencia, precisamente, porque los ciudadanos no los aportarían voluntariamente. Chávez y Kirchner dicen hacer lo que quieren sus pueblos, mientras hacen lo contrario. ¿Qué clase de autoridad es esa?

Según la filosofía clásica justo es aquello que se corresponde con su naturaleza, por caso, justo para el hombre es todo aquello que se le da naturalmente porque, justamente, su ser natural le permite ser hombre y crecer y desarrollarse. Por el contrario, violento es aquello que lo aparta de lo natural y, por tanto, de su vida (de aquí el dolor que suele provocar). En consecuencia, el concepto de "violencia justa" es un contrasentido, es excluyente: o se es justo o se es violento. Así queda al descubierto que la "autoridad" que ejercen Chávez y Kirchner, para malgastar los impuestos coactivamente conseguidos, en base al monopolio estatal de la violencia, es mentirosa y destructiva.

Comunista millonario

Comunista millonario

A la patria de Bolívar le han entrado en los últimos 12 años la bicoca de más de mil millones de millones de dólares, una cifra tan estratosférica que inteligentemente aplicada hubiese convertido a Venezuela en el país mas prospero del mundo. Pero buena parte simplemente desapareció.


Por Sammy Eppel

Cada vez que Chávez se lleva su circo en una gira, los chulos y vividores de la izquierda comunista, montan tremenda fiesta y no es para menos. Son a veces hasta 4 aviones con un sequito digno de un emperador y muchos dólares en efectivo. Esta vez no podía ser la excepción, dondequiera que llegaba lo recibía una masa delirante todos con la mano extendida, pues Chávez es conocido en todo el planeta como el gran fabricante de millonarios.

A la patria de Bolívar le han entrado en los últimos 12 años la bicoca de más de mil millones de millones de dólares, una cifra tan estratosférica que inteligentemente aplicada hubiese convertido a Venezuela en el país mas prospero del mundo. Pero buena parte simplemente desapareció. Fortunas de tal magnitud no se pueden guardar bajo el colchón y las personas que lo tienen no son marcianos, son gente de carne y hueso con nombre y apellido y deben ser decenas de miles. ¿Quien no conoce alguna familia que de pronto y de la nada esta “forrada” de billetes y que hoy viven la vida loca aquí, en el imperio o en Europa?

La incongruencia dadivosa de Chávez es de tal calibre que mientras los estudiantes tienen que pasar un mes en huelga de hambre y coserse la boca para que el magnánimo les aumente la beca en 5 dólares al mes, una universidad foránea recibe 10 millones de dólares en un instante a cambio de un gran aplauso. Mientras aquí los apagones eléctricos son la norma, en Bolivia el híper líder inaugura una planta generadora. Nadie pone en duda la generosidad de Chávez, y si el quiere donar su propio dinero, no hay problema, lo que pasa es que lo hace con dinero ajeno y eso es corrupción. “Un hombre puede morir por su país, pero un país no puede morir por un hombre”. Será!!

El alquitrán del imperialismo humanitario

El alquitrán del imperialismo humanitario

¿Se ha dado cuenta de la cantidad de recursos de reclutamiento de las fuerzas armadas estadounidenses, en televisión y en la publicidad de los aeropuertos entre otros sitios, que muestran a tal o cual destacamento inmerso en labores de ayuda humanitaria, repartiendo comida o medicinas? Presentan al ejército estadounidense como si fuera la Cruz Roja, por razones que no quedan claras, con armas.


Por George Will

Hace varias semanas, cuando el Presidente Obama aseguraba al parecer a los líderes legislativos que la intervención de América en Libia llevaría "días, no semanas", los escépticos se temieron erróneamente la ampliación de la misión original. Debieron de haberse temido la precipitación de la misión.

O tal vez la sinuosidad de la misión. A estas alturas de las desventuras de la política exterior, la pregunta habitual es: ¿Cuál es el Plan B? La pregunta hoy es: ¿Cuál era el Plan A? Cuando Obama encajó a América en lo que era, y a la vista está que sigue siendo, una guerra preventiva encaminada a proteger a los civiles libios del gobierno de Libia, se le pasó aclarar unas cuantas cosas, como: ¿Siguen contando como civiles los rebeldes armados que tratan de derrocar ese gobierno?

Eso es, no obstante, irrelevante si el supuesto es que ningún libio está seguro mientras Muammar Gadafi permanezca en el poder. Si es así, el cambio de régimen es el imperativo lógico del imperialismo humanitario.

¿Se ha dado cuenta de la cantidad de recursos de reclutamiento de las fuerzas armadas estadounidenses, en televisión y en la publicidad de los aeropuertos entre otros sitios, que muestran a tal o cual destacamento inmerso en labores de ayuda humanitaria, repartiendo comida o medicinas? Presentan al ejército estadounidense como si fuera la Cruz Roja, por razones que no quedan claras, con armas. Teniendo cuenta que parte de los militares a veces parecen reacios a reclutar efectivos para su misión principal -- conservar una presencia sólida en caso de guerra -- no es tan raro que la administración Obama vacile ante la palabra "guerra".

El gobierno ha jubilado la expresión "acción militar dinámica", motivo de confusión efímero y redundante que presuntamente describía lo que estaban haciendo todas esas naves de guerra y aviación bélica con toda esa munición. Ello valida el axioma de George Orwell (en su ensayo de 1946 "La política y el inglés") de que "el gran enemigo del lenguaje claro es el disimulo".

Ahora la administración tiene que decidir cómo caracteriza a aquéllos en defensa de los cuáles ha entrado en guerra. Son rebeldes, y América, nacida en rebelión y culturalmente predispuesta al escepticismo hacia la autoridad, se inclina a pensar amablemente de los rebeldes. Era particularmente cierto durante la década de los 60, sobre todo en los campus universitarios. En uno de ellos, el de la Antioch University, jóvenes llenos de idealismo y totalmente faltos de información se reunían para ver "Morir en Madrid", un documental acerca de la Guerra Civil española. Cuando el narrador entonaba con voz monótona hablando de una columna de soldados "Los rebeldes avanzan sobre Madrid", los estudiantes jaleaban, desconocedores de que los rebeldes eran los fascistas del General Franco.

No todos los rebeldes son admirables, así que cuando la administración dijo que no habría botas estadounidenses sobre el terreno en Libia, dejó abierta la puerta a los zapatos estadounidenses de los agentes de la CIA. Es evidente que unos cuantos estarán ya entre los insurgentes, tarareando la melodía de Richard Rodgers y Oscar Hammerstein:

"Saber de ti, saberlo todo de ti.
Cayéndome bien, esperando gustarte".

Tal vez los agentes de la CIA debieron haberse quedado en casa y haber hablado con algunos senadores que aparentan conocerse el percal. El Senador John Kerry, Demócrata de Massachussets, se refiere a los rebeldes libios como parte de "un movimiento pro-democracia". Puede que lo sean. El Senador Lindsey Graham, Republicano de Carolina del Sur, debe pensarlo. Interpretando como de costumbre el papel de Sancho Panza al Don Quijote del Senador John McCain, Graham afirmaba el domingo (en "Face the Nation") que "Debemos llevar la lucha hasta Trípoli".

Pero hasta Yamoussoukro, capital de Costa de Marfil, (todavía) no. Los miembros del Comité de Liberación Libia del Congreso -- no existe formalmente (aún) -- suscriben presuntamente la doctrina "R2P". Es la abreviatura aceptada de la "responsabilidad de proteger". Este concepto es central para el imperialismo humanitario, un proyecto que desde luego promete ser fuente de empleo estable. La empresa libia coincide con un desastre humanitario en Costa de Marfil, donde los cadáveres se amontonan a cientos y los combates generan desplazados a cientos de miles. Tendrán que ir tirando con los interventores de Francia y las Naciones Unidas hasta que los imperialistas humanitarios de América lleguen a su caso.

La incapacidad, o la reticencia, de Obama a la hora de afirmar con claridad el motivo de que estemos implicados en Libia o las condiciones bajo las que la misión se podría decir que ha sido lograda ha suscitado comparaciones con Irak. Una comparación más adecuada es con la invasión de Irán con ocho helicópteros -- un país el doble que Francia -- por parte de Jimmy Carter. Esto pasó a ser emblemático de un presidente que hace aguas más allá de su competencia.

Cuando Calvin Coolidge, que conocía sus límites, abandonó la presidencia en marzo de 1929, dijo: "Tal vez uno de los logros más importantes de mi administración haya sido meterme en mis asuntos". Para que una administración sepa hacer eso, tiene que definir concretamente sus responsabilidades y competencias con la modestia suficiente para admitir que hay cosas que no son asunto suyo.

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