19 mayo, 2011

¿A aquéllos, qué héroes los cobijan?

¿A aquéllos, qué héroes los cobijan? Es más, ¿los necesitan para gobernar bien?

Otros, teniéndolas, recurren a lo mismo para disfrazar una gobernación marcada por la frivolidad y la corrupción.

Ángel Verdugo

La pretensión ridícula de Calderón —negada por él un día después— de compararse con Churchill y su conducta en la Segunda Guerra Mundial, es la muestra más reciente de los despropósitos en los que han incurrido algunos de nuestros presidentes con carencias evidentes en materia de liderazgo y pocas o nulas capacidades para ejercer la gobernación. Otros, teniéndolas, recurren a lo mismo para disfrazar una gobernación marcada por la frivolidad y la corrupción.

Si nos limitamos al siglo XX y lo que va del XXI, prácticamente no hay en México quien se salve en esto de recurrir a algún héroe para, una vez descontextualizados su obra y pensamiento, sirva para cobijarse con su manto protector.

Esta práctica —refugiarse en la obra de héroes y personajes ilustres—, dada la mediocridad de buena parte de los políticos de nuestra región, está muy arraigada entre nosotros. En los últimos decenios hemos podido ver a Castro —el original, no el ancianito que hoy hace desfiguros y maromas sin fin en lo que queda de Cuba— tomar a Martí como su protector y cómplice en su desgarriate de gobernación; asimismo, Chávez en Venezuela toma a Bolívar para encubrir sus limitaciones y ridiculeces y otros, menores como Ortega y Morales, toman cada uno el suyo para presentarse ante sus gobernados como su perfecto seguidor y heredero.

En nuestros países, los contrapesos a un Ejecutivo fuerte son prácticamente inexistentes; en la región proliferan los ejemplos de políticos que buscan y rebuscan en el antepasado y el pasado héroes y personajes que les den lo que les falta: atractivo ante los gobernados y capacidad para encabezar un país que se acostumbró al truco barato de revivir a un muerto para encubrir las carencias del vivo.

¿Qué hay en esta materia en las democracias avanzadas? ¿Qué decir de los presidentes de Estados Unidos al respecto? ¿Quién busca en su historia y toma a George Washington, Jefferson o de perdida a Lincoln como su “héroe”? ¿Quién bautiza el avión presidencial con el nombre de su héroe de cabecera, o la limusina en la que se desplaza?

¿A quién tomó Angela Merkel como heroína de cabecera? ¿Fue Rosa Luxemburgo la agraciada? Es más, ¿la necesitó para gobernar? ¿Cuál es el héroe de David Cameron y cuál el de Tony Blair? ¿El primer ministro de Canadá, tiene también el suyo? ¿Los primeros ministros suecos, noruegos y daneses tuvieron, en su momento, héroe de cabecera? ¿Los primeros ministros de Japón, cada uno, tuvo su héroe favorito?

Si bien uno estaría tentado a pensar que los autócratas que encabezan gobiernos dictatoriales en países fuera de la región es norma respetada que tengan —cada uno— su héroe, esto no es siempre así. ¿Cuál es el héroe del autócrata que controla con mano de hierro la República Popular China? ¿Y sus antecesores, lo tuvieron?

Todo indica que en esto de los héroes de cabecera o personaje ilustre que cual Gran Timonel guíe y cobije al gobernante en su tarea, es propio de mediocres, personajes pequeños e inseguros que, por lo mismo, lo requieren dado su miedo ante los problemas que como gobernantes deben enfrentar. Los héroes entonces, son el santo al que le rezan y les sirve de soporte.

Esto, de nada sirve; al final del encargo, el adorador de uno u otro héroe es juzgado negativamente por sus limitaciones y tonterías y no por la santidad del héroe escogido. Esto mismo le pasará a Calderón con su burdo afán por ser Winston Churchill, versión Conasupo.

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