Dilma, Palocci y la vuelta de Lula
BRASILIA. - El fin de la luna de miel de la presidenta Dilma Rousseff quedó más que claro la semana pasada.
La Cámara de Diputados aprobó por amplia mayoría un proyecto de nuevo código forestal al que el Palacio de Planalto se opuso con fuerza, la alianza con el mayor partido del país, el PMDB del vice-presidente Michel Temer, pasó por su primera crisis y las sospechas sobre el enriquecimiento del principal ministro de la Administración, Antonio Palocci, en vez de disminuir como preveían sus estrategas, no hicieron más que aumentar.
El hecho más significativo de la dimensión de los problemas de Dilma fue la marcha del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva en mitad de la semana a Brasilia, donde se reunió con líderes políticos y sindicales, dio entrevistas, articuló reacciones para las dificultades, como si todavía estuviese en el ejercicio del poder.
Criticada por haber permanecido demasiado tiempo en silencio, la presidenta finalmente declaró públicamente su confianza en Palocci, pero en términos que fueron considerados insuficientemente vigorosos.
Para impedir un intento de la oposición de llevar al ministro al Congreso para que ofreciera explicaciones, la presidenta hizo una concesión a la fuerte bancada evangélica, que amenazaba con apoyar la citación de Palocci, y mandó suspender la distribución en las escuelas de un kit contra la homofobia que había irritado a los religiosos.
Palocci no va a tener que ir al Congreso por ahora, pero su situación se encuentra en un momento muy delicado. Como ministro-jefe de la Casa Civil, que en Brasil es casi un primer ministro (era el cargo de Dilma durante el segundo mandato de Lula), le corresponde hacer la articulación política del Gobierno internamente y con el Congreso. La estrepitosa derrota en la votación del Código Forestal es suficiente para demostrar cómo las cosas no le van bien en cuanto a sus atribuciones.
Sus dolores de cabeza actuales comenzaron hace dos semanas, cuando el diario “Folha de Sao Paulo” reveló que había comprado en dos plazos un apartamento valorado en 6,6 millones de reales y que su patrimonio se había multiplicado por veinte en los últimos cuatro años, tiempo en el que ha ejercido como diputado federal, coordinador de campaña presidencial de Dilma Rousseff y futuro ministro.
El salario bruto de diputado recibido por Palocci en los cuatro años fue de poco menos de un millón de reales. Para justificar su enriquecimiento poco usual, Palocci dijo haber tenido éxito como consultor de empresas, pero se negó a revelar quiénes eran sus clientes y qué tipo de servicios les prestaba como consultor.
Cuando se descubrió que la mayor parte de sus rendimientos los obtuvo en los últimos meses de 2010, cuando Dilma ya había sido elegida y él colaboraba en la formación del Gobierno del cual en verdad sería (como fue) pieza clave, crecieron las sospechas de que la verdadera explicación de los altos pagos que recibió como consultor podría ser algún tipo de favor en negocios con el Estado.
Palocci declara su total inocencia, dijo que no es un crimen tener dinero y que otros exministros y políticos de varios partidos también se hicieron ricos con consultorías, pero se negó a dar detalles sobre sus negocios privados.
Cuando era ministro de Hacienda de Lula, Palocci se vio envuelto en otro escándalo, que tenía que ver con la utilización de una casa en Brasilia que frecuentaba y era mantenida por antiguos aliados suyos como un local para hacer lobby de empresas junto al Gobierno Federal.
Un empleado doméstico de una residencia vecina aseguró haber visto al entonces ministro de Hacienda entrar y salir de la casa del lobby varias veces y se rompió ilegalmente la confidencialidad de su cuenta bancaria en una institución financiera del Gobierno Federal. La presión sobre Palocci fue enorme y tuvo que renunciar. En el juicio del caso, fue absuelto.
Todavía hay acusaciones graves de corrupción contra Palocci de los tiempos en los que fue alcalde de la ciudad de Ribeirão Preto, en el Estado de Sao Paulo. Hasta ahora, nunca fue condenado por ningún delito, pero muchos procesos aún no han concluido.
Palocci jugó un papel fundamental para la estabilidad del Gobierno de Lula por haber obtenido la confianza de la comunidad empresarial brasileña que lo consideraba un aliado decisivo en un equipo sospechoso de un excesivo izquierdismo.
Cuando se presentó como candidato a diputado federal en 2006, su campaña fue una de las más ricas, gracias a las donaciones que recibió de empresarios.
Por eso, Palocci cuenta con opositores en su propio partido, el PT, que lo juzgan como un aliado de sus enemigos ideológicos. Muchas veces, es víctima del “fuego amigo”. Ahora, su defensa por el PT (y por la propia presidenta) ha sido muy poco entusiasta.
Después de que Lula dialogase con varios líderes del PT y que él mismo haya expresado enfáticamente su confianza en Palocci, el tono de la defensa del ministro se elevó. Pero es difícil prever si lo suficiente para garantizarlo en el cargo y, principalmente, para devolverle la fuerza que tenía al inicio de la Administración y que está bastante debilitada.
Para Dilma, lo peor tal vez haya sido la desenvoltura con la que Lula se paseó por los pasillos del poder como si todavía fuese el jefe. Aún convaleciente de la fuerte neumonía que ha venido limitando sus actividades, la presidenta puede sufrir graves prejuicios de imagen si se extiende entre los ciudadanos la idea de que ella sola no puede gobernar y necesita la asistencia de su padrino siempre que las cosas se compliquen.
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