17 mayo, 2011

El fin del “fin del juego” de Bernanke

El fin del “fin del juego” de Bernanke

Por William L. Anderson

En una reciente pastoral disfraza de pensamientos de un ganador del premio Nobel de economía, Paul Krugman critica severamente a quienes hablan de miedo: miedo a una crisis de deuda, a una inflación desbocada, a una caída desastrosa del dólar. Las historias de miedo son muchas en las mentes de los políticos.

Como explica Krugman, esas preocupaciones son irracionales y sin duda falsas:

Ninguna de estas historias de miedo refleja nada que esté ocurriendo en la realidad o es probable que ocurra. Y aunque estas amenazas son imaginarias, el miedo a estas amenazas imaginarias tiene consecuencias reales: una falta de cualquier acción para ocuparse de la crisis real, el sufrimiento que experimentan ahora millones de estadounidenses parados y sus familias.

En otras palabras, no hay inflación real e incluso mencionar el asunto es una prueba de que uno odio a los pobres y a los parados.

El aumento de los precios de combustibles, alimentos y otros productos no es nada más que un reflejo de su “volatilidad”. Y la caída del dólar de EEUU frente a otras divisas fiduciarias del mundo es algo bueno, porque mejorará las ventas de manufacturas de EEUU.

Pero mientras que Krugman adopta la postura del “muévanse que aquí no hay nada que mirar” ante la crisis real, llamándola “la amenaza fantasma”, otros miran al horrible daño que han creado Ben Bernanke y sus aliados tanto en la administración Bush como Obama… y ve correctamente aún más crisis en el futuro. Para hacer las cosas aún más irónicas, estamos viendo una situación equivalente a lo que ocurrió a principios de la década de 1930: Bernanke y otros dicen que quieren evitar los “errores” cometidos por el Sistema de la Reserva Federal en aquel entonces, así que tanto están siguiendo el mismo camino que la Fed tomó hace 80 años. Estamos al final del “final del juego” que Bernanke y sus aliados no han estado imponiendo al resto.

Olviden por el momento el argumento que han dado Krugman y otros, de que la economía está en ese “caso especial”: la “trampa de liquidez”, que requiere una infusión masiva de gasto público con el fin de llevar a la economía de vuelta a la prosperidad. En su lugar, veamos las acciones que adoptó la Fed justo después de la caída de Lehman Brothers en septiembre de 2008, una caída que “convenció” al Congreso para rescatar a Wall Street.

Hasta entonces, la cartera de la Fed consistía principalmente en títulos públicos a corto plazos, algo que cabría esperar dada la naturaleza de las actividades del mercado abierto del banco central, en las que compraría y vendería bonos públicos con el fin de rebajar la base monetaria de la economía. Sin embargo, la crisis de Wall Street ofreció la hoja de parra que permitía a la Fed desempeñar el papel de tío rico que rescata a los miembros de la familia cuando se encuentran financieramente sobrecargados.

Así, los adláteres de Bernanke entraron en el mercado con un talonario infinito, comprando activos que habían perdido valor en el mercado (como títulos hipotecarios, acciones de AIG y similares). Sin embargo, con el fin de hacer que pareciera como si los mercados fueran bien, la Fed compró estos títulos a precios cercanos a su situación antes del desplome: Bernanke y compañía jugaban a “pretendamos que este papel sin valor es valioso”.

Si quieren apreciar lo insensata que resultó la ser la Fed en su papel de tío rico, el gráfico a continuación les ayudará a poner las cosas en perspectiva:

Figure 1

Se supone que esto representa a Bernanke salvando la economía, al menos a corto plazo, pero realmente las acciones de Bernanke no hicieron esto. En este momento se ve la distancia que hay entre los austriacos (que son unánimes en su crítica a las acciones de Bernanke) y los keynesianos (que solo lamentan que Bernanke no haya comprado aún más activos inútiles). Déjenme explicarme.

En el análisis keynesiano los activos se consideran homogéneos y se cree que la economía es una mezcla blanda de aquellos activos que se emplean en su totalidad cuando la cantidad de gasto en consumo e inversión es suficientemente alta como para continuar dando “tracción” a la economía.

No obstante, cuando el gasto de consumo e inversión desfallece, los keynesianos sostienen que el gobierno debe acudir pidiendo prestado e imprimiendo moneda con el fin de reavivar el círculo de gasto. Si el gobierno gasta bastante, entonces la economía puede avanzar por sí misma hasta el momento en que consumidores e inversores la mantengan en marcha, al menos hasta la próxima crisis. Los keynesianos llaman a este movimiento el “flujo circular”, aunque es más bien una lógica circular, en la que la premisa es la conclusión y la conclusión es la premisa.

Lo que nunca debe ocurrir es una liquidación a gran escala de activos, porque eso dispararía la deflación que se vería acompañada por una interminable espiral descendente y una economía atrapada en una “trampa de liquidez” con caída de precios y alto desempleo. Así que, en la visión keynesiana, la Fed está justificada en comprar estos activos inútiles, porque previene su liquidación y preserva al menos su valor “en papel”.

Sin embargo los austriacos adoptan una visión muy distinta. A lo que los keynesianos califican como recursos ociosos, que solo necesitan una inyección de gasto para ser reutilizados, los austriacos los llaman recursos mal invertidos. La diferencia es crucial, porque los keynesianos creen que las acciones de la Fed impiden una espiral económica descendente, mientras que los austriacos sostienen que lo que la Fed ha hecho alarga la crisis económica.

La diferencia de opinión se centra en la causalidad. Los keynesianos creen que la crisis se crea simplemente por un reducción en el gasto, mientras que los austriacos sostienen que la recesión la causa el hecho de que la serie de malas inversiones creada durante el auge previo no puede sostenerse. La caída en el gasto es el resultado de la crisis, no su causa. La diferencia de creencias es crucial: el en paradigma austriaco, tratar de sostener las condiciones del auge inyectando nuevo gasto público siempre acaba en el desastre.

La razón es sencilla: toma recursos reales para apuntalar las malas inversiones, recursos que deberían ir a aquellas inversiones que se ajusten dentro de una estructura sostenible de producción. Este punto es absolutamente crucial. Los keynesianos creen que como son factores “ociosos” de producción, dirigirlos hacia algo es mejor que no utilizarlos: el coste de oportunidad de utilizarlos tiende a cero.

El paradigma keynesiano sostiene que si estos factores ociosos no se dirigen por el nuevo gasto público, habrá desempleados durante un periodo de tiempo indefinido, ya que el sistema queda encerrado en una “trampa de liquidez” y no puede escaparse de este “equilibrio” perverso son ayuda del gobierno. Así que las nuevas inyecciones masivas de gasto público resultan absolutamente necesarias para impedir la economía implosione en la deflación y la depresión.

Para un keynesiano como Krugman, la única pregunta que necesitamos hacer es cuánto gasto se necesita. El que la economía no se haya dirigido hacia el pleno empleo es para Krugman una evidencia prima facie de que el gasto ha sido demasiado bajo y rechaza las críticas a su teoría como quejas de lunáticos.

Pero aquí está el problema: A pesar de la queja de Kugman de que el gasto público no es suficientemente alto y a pesar de su defensa de las acciones de Bernanke contra las críticas de gente como Ron Paul (a quien Krugman nunca pierde la oportunidad de calumniar con falsas acusaciones), la verdad es que la Fed y la administración Obama están al final de la vía y su tren no puede ir más adelante. Aunque la Fed y el gobierno hayan echado miles de millones de dólares en el mercado inmobiliario para tratar de impedir que caigan los precios de la vivienda, los precios de la vivienda están cayendo.

Además, aunque Krugman admita que la “recuperación” está perdiendo fuelle, echa la culpa a gente como Ron Paul porque no creen que la Fed deba ocuparse de la impresión de moneda. Lo que Krugamn y Bernanke rechazan siquiera reconocer es que el plan de desviar recursos a apuntalar los fracasos de las malas inversiones del último auge sea un colosal fracaso y hasta que los políticos dejen de tratar de rehacer el auge fracasado, no habrá recuperación.

Ben Bernanke ha abierto el talonario de la Fed en un nivel sin precedentes y aunque declara estar “salvando” el sistema financiero, en realidad lo está destruyendo. Ha mantenido a flote a las empresas quebradas, impidiendo así las necesarias transferencias de recursos de usos menos valorados a usos más valorados. (Igual que Krugman y su jefe, el Presidente Obama, Bernanke parece creer que el gobierno puede crear riqueza trasfiriendo recursos de usos más valorados a usos menos valorados, siendo la razón de esto que el gobierno puede ordenar que exista cualquier grupo de valores por pura coacción).

Aunque Bernanke y otros rechazan arrogantemente el aumento de precios en productos como oro, plata, petróleo y productos agrícolas como algo que no tiene nada que ver con las abiertas políticas inflacionistas de la Fed, está claro que los mercados están ignorando a estos “expertos”, no prestando atención a los hombres que hay tras las bambalinas. La gente está tomando sus propias decisiones con su propio dinero y cada vez más están votando que Bernanke y sus declinantes dólares sean expulsados de la isla.[1]

Así que billones de dólares después, con el dólar desesperadamente devaluado, nos encontramos con que no estamos mejor que cuando empezamos y que la necesaria liquidación de activos apenas ha empezado (gracias a Bernanke). Mientras que Krugman y otros afirman que Bernanke ha salvado a la economía de caer en la recesión, creo que más bien ha garantizado que las cosas se van a poner mucho peor.

¿Es realmente un delito el insider trading?

¿Es realmente un delito el insider trading?

Por Robert P. Murphy

Una noticia importante en las noticias económicas de la pasada semana fue la condena del millonario Raj Rajaratnam por 14 cargos de fraude en valores y conspiración. Rajaratnam, fundador del fondo de inversión Galleon Group, tenía un patrimonio estimado de 1.800 millones de dólares en 2009. Su condena ha agradado a quienes quieren que la Fed acabe con el “insider trading” y demuestre a los peces gordos de Wall Street que no está por encima de la ley.

Aunque a la gente en general le encanta la caída de un titán financiero despiadado y avaricioso (por supuesto, esto es lo que hizo de la película Wall Street original, de Oliver Stone, un éxito), los economistas han argumentado durante décadas que la práctica del “insider trading” podría realmente ser beneficiosa. En la práctica, el gobierno puede usar este amorfo “delito” para ir contra cualquier agente de éxito, si quiere. En una sociedad libre, no existirían leyes contra el llamado insider trading.

Los hechos del caso

Argumentar que el “insider trading” es un falso delito y que las leyes contra él solo dan al gobierno poder para interferir en la actividad económicamente beneficiosa, no es sugerir que Rajaratnam fue un chico inocente perdido en el bosque. De hecho, algunos de los episodios utilizados para sacudir a la opinión pública en general probablemente fueran también delito en un mercado genuinamente libre.

Por ejemplo, en 2008 Rajat Gupta, un miembro del consejo de Goldman Sachs, aparentemente dijo a Rajaratnam que Warren Buffet estaba a punto de invertir 5 mil millones de dólares en Goldman. Rajaratnam compró millones de dólares en acciones antes de que cerrara el mercado y luego se benefició enormemente cuando saltó la noticia y las acciones se revalorizaron al día siguiente. Mes tarde, ese mismo año, tras una reunión del consejo Gupta aparentemente dijo a Rajaratnam que Goldman reportaría ganancias muy por debajo de las expectativas. Rajaratnam rebajó su cartera, saliendo antes de que las noticias de ganancias se hicieran públicas y echaran abajo el precio de las acciones de Goldman.

Bien, este tipo de actividad (no digamos la irrupción y entrada que realizaba el personaje de Charlie Sheen para Gordon Gekko en la película Wall Street) probablemente sería criminal incluso en un mundo de laissez faire. En concreto, cuando los accionistas de una gran empresa nombraran miembros del consejo, supuestamente tendrían cláusulas estándar de confidencialidad en los contratos prohibiendo este tipo de comportamiento. Lo mismo se aplicaría a un bufete legal: lo es una buena política que los clientes sepan que sus abogados pueden dar consejos por teléfono a sus colegas en Wall Street mientras trabajan en un caso delicado y por tanto un bufete importante insistiría en que sus empleados firmaran contratos prohibiendo esas cosas.

Queremos que la gente comercie sobre conocimientos únicos

Para entender los beneficios sociales del insider trading, tenemos que entender antes que los precios de las acciones significan algo. Reflejan hechos reales del mundo, como los activos y pasivos de una empresa concreta o lo eficazmente que está usando su dirección actual los recursos para satisfacer a los clientes.

Si un error informático trocara repentinamente los precios al azar de los todos los valores corporativos, el resultado sería desastroso y afectaría a la Calle Mayor tanto como a Wall Street. Por poner un ejemplo exagerado, si el precio de las acciones de Microsoft cayera de su nivel actual de alrededor de 25$ a 1$, un “tiburón empresarial” podría encontrar muy rentable pedir prestado dinero, comprar una porción de control de la empresa y vender todos los activos de la compañía al mejor postor. El alto precio de 25$ por acción evita esas posibilidades de que acabar con esa compañía de éxito. Los activos actualmente propiedad de Microsoft Corporation son mejor utilizados por Microsoft que integrados en distintas organizaciones alrededor del mundo.

En general, los especuladores realizan un servicio social útil cuando son rentables. Al comprar bajo y vender alto (o comprando alto a corto y cubriendo bajo), el especuladores bursátiles realmente aceleran los ajustes de precios y hacen que los precios de las acciones sean menos volátiles de lo que serían en otro caso.

En este contexto, podemos ver lo absurdo de la visión general del “insider trading”. Hay toda una literatura en el análisis económico de la materia y en la conferencia del 2003 el economista Alex Padilla se defendía la práctica desde un ángulo específicamente austriaco. En pocas palabras, el insider trading es beneficioso porque hace que los precios del mercado se acerquen a donde tendrían que estar. Quienes se benefician del “conocimiento interno” realmente comparten ese conocimiento con el resto del mundo a través de sus compras y ventas.

Insider trading: ¿Quién es la víctima?

Antes hemos reconocido que obtener información de forma ilegal tiene evidentemente víctimas reales. Pero la mística tras el “insider trading” siguiere que de alguna manera si una persona se beneficia financieramente por un conocimiento especial, estafando a la gente en general.

En general, este análisis no se sostiene, como ha apuntado Murray Rothbard. Por ejemplo, supongamos que un operador de Wall Street está en un bar y escucha a un ejecutivo hablando por su celular dando alguna buena noticia para la Acme Corporation. El operador se apresura a comprar 1.000 acciones que actualmente se venden a 10$. Cuando la noticia se hace pública, la acción salta a 15$ y el operador cierra su posición para una buena ganancia de 5.000$. ¿Quién es la supuesta víctima de todo esto? ¿De quién se ha tomado este beneficio de 5.000$?

Los 5.000$ no provienen de la gente que vendió las acciones al operador. Estaban de todas formas tratando de vender y los habrían hecho a cualquier otro si el operador no hubiera entrado en el mercado. De hecho, la hacerse con las 1.000 acciones al precio actual de 10$, la demanda de operador puede haber puesto más alto el precio del que habría sido en caso contrario. En otras palabras, si el operador no hubiera entrado en el mercado, la gente que trataba de vender 1.000 acciones podría haber tenido que conformarse con, digamos, 9,75$ por acción en lugar de los 10,00$ que recibieron en realidad. Así que vemos que la gente que entrega sus acciones o bien no se ve dañada o realmente se benefician de la acción del operador.

Quienes tenían previamente las acciones y las retuvieron durante las actividades especulativas del operador, tampoco se vieron afectados. Una vez que la noticia se hizo pública, la acción llegó a su nuevo nivel. Su riqueza no se vio influida por el insider trader.

De hecho, la única gente que puede demostrarse que perdiera fueron aquéllos que estaban tratando de comprar acciones justo cuando lo hizo el operador, antes de que la noticia se hiciera pública. Al entrar en el mercado y adquirir 1.000 acciones (temporalmente) el operador o bien redujo el número de acciones de Acme que adquirieron otros potenciales compradores p les obligó a pagar un precio más alto del que habrían pagado en otro caso. Cuando la noticia se hizo pública y subió el precio de las acciones, esto significó que este grupo selecto (que también adquirieron acciones de Acme en el corto intervalo en cuestión) obtuvo menos beneficio total del que hubieran obtenido en otro caso.

Una vez vemos las cosas bajo esta luz, no es tan evidente que nuestro operador haya cometido un acto terrible. No estafó a “la opinión pública”, simplemente utilizó su superior conocimiento para arrancar algunas de las ganancias potenciales que de otra forma habrían obtenido por pura suerte un pequeño grupo de otros inversores.

Repito que la especulación en el mercado bursátil no es una actividad de suma cero. Aunque podamos fijarnos en cualquier transacción concreta y determinar “ganadores” y “perdedores”, la presencia de especuladores mejora el funcionamiento general del mercado bursátil. Por ejemplo, el mercado para cualquier título concreto es más líquido cuando hay especuladores ricos que rápidamente aprovechan cualquier error percibido en los precios. Si un inversor institucional (como una gestora de pensiones) repentinamente tiene una falta de efectivo y necesita vender activos, los especuladores aparecerán y pondrán un suelo bajo el precio de venta de liquidación. Esto es bueno para el atribulado fondo de pensiones y para el mercado bursátil en general.

Las leyes contra el insider trading dan al gobierno un poder arbitrario

La medidas duras contra el insider trading son dañinas porque enfrían el uso del conocimiento superior y la corrección especulativa de los precios del mercado. Más allá de esta pérdida de eficiencia económica, las leyes de insider trading son insidiosas por el poder arbitrario que dan a los funcionarios del gobierno.

En el caso concreto de Rajaratnam, los acusadores por primera vez se basaron extensamente en grabaciones para probar sus acusaciones de insider trading. Los expertos legales predicen que el gobierno extenderá sus escuchas sobre la comunidad financiera a la vista de este “éxito” en los tribunales.

Más en general, Murray Rothbard argumentaba que toda empresa en Wall Street está técnicamente realizando “insider trading”. Si realmente confiaran solo en información disponible públicamente, ¿cómo podrían hacer dinero? Así que el gobierno tiene autoridad concedida por la ley para acosar o incluso cerrar cualquier empresa en el sector financiero que no colabore. En Making Economic Sense, Rothbard declaraba:

Hay otro aspecto crítico en el actual Reinado del Terror sobre Wall Street. La libertad de expresión y el derecho a la privacidad, posesiones particularmente preciadas por el hombre, han desaparecido. La gente de Wall Street esta literalmente atemorizada de hablar entre sí, porque musitar detrás de un martini que : “Eh, Jim, parece que XYZ se va a fusionar” o incluso “Arbus va a presentar pronto un nuevo producto innovador”, bien pueden significar imputaciones, duras multas y encarcelamiento. ¿Y dónde están ahora los intrépidos guardianes de la Primera Enmienda?

Pero por supuesto, es literalmente imposible acabar con el insider trading o que la gente de Wall Street hable entre ella, igual que ni siquiera la Unión Soviética, con todos sus abrumadores poderes de fuerza ha sido incapaz de acabar con los disidentes o el “mercado negro (libre)” de cambio de divisas. Pero lo que sí hace la prohibición del insider trading (o del “contrabando de divisas”, el último delito por el que se ha acusado a un banquero inversor) es dar al gobierno federal una licencia de caza para perseguir a cualquier persona o empresa que pueda estar fuera del poder en las luchas político-financieras entre nuestras élites del poder. (Igual que prohibir la comida daría una licencia de caza para perseguir a la gente fuera del poder a la que se encontrara comiendo). Sin duda no es casualidad que las acusaciones se hayan centrado en grupos de banqueros inversores que están ahora fuera del poder.

Para resaltar lo arbitrario y no criminal que es realmente el “insider trading”, piensen en este caso: Supongamos que alguien ha estado planeando comprar acciones de Acme, pero justo antes de hacerlo, oye rumores de un informa de malos resultados. A la luz de esta nueva información (que aún no se ha hecho pública), la persona abandona la idea de esta supuesta compra. ¿Debería imputarse a esta persona por no hacer la compra?

Conclusión

Raj Rajaratnam y (mucho más probablemente) algunos de sus colaboradores pueden en realidad haber violado genuinas obligaciones contractuales y de confianza con sus clientes. En el medida en que eso es cierto, parte de su actividad podría haber sido ilegal incluso en una sociedad de un verdadero mercado libre.

Sin embargo, en general, la práctica del “insider trading” no sería un delito, porque es imposible definir el concepto de una forma que no prohíba la investigación y comercio especulativo legítimo. En la práctica, estas leyes dan al gobierno una maza muy contundente con la que golpear a cualquier empresa rentable que desee.

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