27 mayo, 2011

La burka mexicana

La burka mexicana

José Cárdenas

Si los ayuntamientos de Navolato y Huatulco resolvieran siquiera uno de sus problemas aumentando el grueso y el tamaño de las telas para cubrir las piernas de sus mujeres, florecería en grande la industria textil. Otros municipios seguirían el ejemplo. Júrelo.

Ciudades enteras con poblaciones sumidas en broncas terribles podrían adoptar incluso, como única vestimenta, la burka chicana, o alguna otra prenda igual de sobria y austera.

Con tal de llevar bienestar a los municipios, se contarían por miles las mujeres, jóvenes y viejas, gordas y flacas, feas y bonitas, de ciudades de todo el país, dispuestas a abdicar del nylon y la seda y renunciar a la blusa ligera, el short y el zapato de tacón.

Por sus cualidades matapasiones, la mexican burka podría estar fabricada en tejido castigador, como de sarape de Saltillo. Y ofrecerse en colores serios. Desde luego el negro. Las más alegres, locochonas y disipadas podrían venir en tonalidades del café ojera, verde cruda y azul amargura.

Cualquier prenda de ropa fresca y cómoda, considerada concupiscente y pecaminosa por una autoridad municipal, desaparecería de los aparadores. ¿Por qué impedir entonces que Evelio Plata, alcalde de Navolato, Sinaloa, demuestre que en este tiempo mexicano nada mejor para la vida social que una falda bajada hasta el huesito y un par de botas matavíboras? (la TenPac minera con agujeta y suela de tractor es la más recomendable).

Autoridades locales, afectadas posiblemente por el calor, incapaces de paliar con obras públicas la falta de agua potable, banquetas, alumbrado, seguridad y transporte, tienen sueños reveladores. Su visión no es nueva, si el pecado hace malo al cuerpo y lo convierte en la semilla del mal, hay que odiarlo, taparlo, ocultarlo y castigarlo.

Ni Evelio ni Lorenzo Lavariega, alcalde de Santa María Huatulco, son los primeros iluminados. Los dos conquistaron un sitio destacado en el hit parade de la estupidez. ¿Y el secretario de Gobernación, Francisco Blake, dónde está? ¿Y los órganos federales de la coordinación municipal? ¿No están facultados ni para opinar?

Cambiemos el ángulo de observación: ¿y si los ediles tienen tantita razón? ¿Sirve a una mujer en Navolato o Huatulco quejarse y denunciar a quien la ofende, acosa o agrede si los agresores no reciben sanción social o legal alguna? Cuando el respeto y el temor a la ley dejan de ser instrumento eficaz para encauzar la vida social, cada vez más gente estará dispuesta a brincarse las trancas.

Con esa lógica, alcaldes y no —y mucho más que alcaldes—, podrán pasear sus locuritas y genialidadades con tal de “atender un problema”. Los de Navolato y Huatulco proponen hacer de un short un long. Le dan carga y contenido moral a las cosas, pero se lo quitan a las personas. Cuando la ley vale gorro, la mejor posibilidad es cambiar la delgadez de la blusa o el tamaño de la falda. Es más, de una vez, si el amor provoca suicidios, habrá que prohibirlo. ¿O qué no? He ahí una tentadora ventana al Medievo.

MONJE LOCO. Por la ruta del deterioro de la vida social podríamos seguir conquistando marcas. Para competir en el tema propongo que en los casos Navolato-Huatulco intervenga de inmediato el IFAI. Por aquello de cuidar las transparencias. Ya se sabe, ya se supo.

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