16 mayo, 2011

Mala comparación de Calderón con Churchill

Mala comparación de Calderón con Churchill

El Presidente deja en claro que él, en su persona, se siente como el líder de una nación que está en guerra

Leo Zuckermann

Esto dijo el Presidente el viernes pasado:

“Cuando Winston Churchill era, también, acosado y señalado en medio de un mar de titubeos, de una corriente de opinión titubeante de las decisiones de aquellos terribles años del 39 y del 40. Cuando al igual a Churchill le exigían, incluso, y no sólo insinuaban, que lo mejor que podía hacer era ignorar el avance de los nazis, incluso, someterse a ellos. Cuando le exigían cuál era, precisamente, su política o su estrategia, Winston Churchill hablaba así a su pueblo y a su Parlamento: ‘Ustedes preguntan cuál es nuestra política y nuestra estrategia. Y yo diré: Es combatir por mar, tierra y aire, con toda nuestra fuerza y con toda la fortaleza que Dios pueda darnos. Luchar contra una tiranía monstruosa, nunca rebasada en el catálogo lamentable de los crímenes de la humanidad. Esa es nuestra política y esa es nuestra estrategia.Y ustedes preguntan: Y cuál es el objetivo, qué buscas. Puedo contestar con una sola palabra —decía Churchill— la victoria. La victoria sin menoscabo del terror, la victoria cuán largo y duro pueda ser el camino para alcanzarla, la victoria, porque sin victoria no hay futuro para Inglaterra.’ Y yo puedo decirles, amigas y amigos, que nuestra estrategia es combatir y vencer a los criminales que asolan a nuestro país; que es construir instituciones de seguridad y justicia que le han hecho falta a nuestro México, y sin las cuales no sólo es entendible el avance de los criminales, sino también, no es comprensible un futuro para México. Y la construcción y reconstrucción de un tejido social basado en valores humanos, sin los cuales no puede haber seguridad, no puede haber libertad, no puede haber paz y no puede haber Estado de derecho. E igualmente, buscamos en una sola palabra la victoria, la victoria de México sobre quienes pretenden detener su desarrollo, su paz y su justicia”.

De cómo se siente el Presidente

Al margen del exceso retórico, la declaración es interesante porque denota cómo se siente Calderón. Llámese como quiera (lucha, combate, enfrentamiento, ofensiva, campaña), el hecho es que, al compararse con Churchill al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, el Presidente deja en claro que él, en su persona, se siente como el líder de una nación que está en guerra.

Pero también se siente acosado. No es gratuito. En la medida en que ha crecido la violencia en el país, que se han incrementado las ejecuciones, el Presidente ha perdido apoyo tanto en la opinión publicada como en la opinión pública. Y aquí es donde la comparación con Churchill comienza a ser incorrecta. Éste llegó al poder precisamente después del fracaso de la política de apaciguamiento del gobierno de Neville Chamberlain quien, en vano, trató de evitar a toda costa la guerra contra Hitler. Churchill, desde la oposición, siempre criticó esta tibia postura asegurando que más temprano que tarde la Gran Bretaña tendría que enfrentarse bélicamente a una Alemania con apetito territorial voraz. Cuando los nazis invadieron Polonia, los británicos finalmente se dieron cuenta de que el viejo Winston había tenido la razón. Chamberlain cayó y Churchill se convirtió en primer ministro de un gobierno de unidad nacional donde todos los partidos se aliaron para combatir al enemigo externo. Nótese la diferencia: toda la clase política unida para enfrentar la guerra. Nada más alejado de lo que está sucediendo hoy en México.

Una diferencia más: en aquel entonces, Churchill también tenía el apoyo de la sociedad que estaba completamente a favor de la guerra como la solución para defender su Estado-nación, incluso en aquellos momentos aciagos de la llamada Battle of Britain.

Tres diferencias más

La comparación de Calderón es todavía más incorrecta si se toman en cuenta tres aspectos adicionales: el objetivo, el enemigo y el tipo de guerra.

En su discurso, el Presidente habla de tres objetivos de la guerra: vencer a los criminales, construir instituciones y reconstruir un tejido social. Muy bien. El problema es que son objetivos muy vagos.

¿Cuándo y cómo vamos a saber que el Estado mexicano venció a sus enemigos de la delincuencia organizada? Para los británicos era muy clara la respuesta: el día que el liderazgo alemán firmara su rendición incondicional lo cual ocurrió el 7 de mayo de 1945. Es evidente que aquí en México no habrá un general Jodl firmando dicho documento. Ni la conquista a la capital enemiga ni el suicidio de su líder.

Entonces, ¿cuándo y cómo lo sabremos? Imposible definirlo porque el enemigo y el tipo de guerra son diferentes en México. Aquí el bando contrario está dentro del territorio nacional. Se encuentra disperso y escondido en la sociedad. No tiene uniformes ni códigos de conducta. No cuenta con un liderazgo unificado. Además, en el mejor de los casos, utiliza tácticas de insurgencia propias de un conflicto asimétrico de baja intensidad y, en el peor, sólo echan bala a lo loco para generar miedo en la sociedad. En este sentido, se trata de una guerra diferente, una guerra no convencional, donde es imposible que haya un momento histórico donde el líder declare: “Hemos ganado”.

Sobre los otros dos objetivos mencionados por Calderón —construir instituciones y reconstruir un tejido social—, pues eso ya no tiene que ver con guerra alguna. Son políticas públicas que deben ser definidas con mayor precisión. ¿Cuáles instituciones? ¿Qué es eso de un tejido social en valores humanos? ¿Cómo y cuándo se logra esto?

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