Argentina: La reina Cristina enfrenta al peronismo
Por Guillermo Lousteau Heguy
El absolutismo ya no es patrimonio exclusivo de las monarquías. Algunos regímenes populistas también hacen hoy gala de la actitud del Rey Sol, como Venezuela y Bolivia, a la cual se le ha agregado la Argentina.
Cristina Fernández de Kirchner va por la reelección, con la casi seguridad de obtener su segundo mando, para sumarlos al previo del fallecido Néstor. Con las encuestas señalando un triunfo casi inevitable, Cristina se maneja con una omnipotencia rayana en la temeridad. Estima, quizás con razón, que los votos son propios y que no necesita de nadie para consolidar su poder, elemento sustancial de su concepción de la política.
Esa actitud se refleja en la designación de su candidato para acompañarla en la fórmula presidencial, su actual Ministro de Economía, Amado Boudou. Boudou es un personaje fallido como ministro, que ha llegado a afirmar, primero, que la inflación en Argentina no existe, para luego decir que es sólo un problema de los ricos, ya que no afecta a los pobres. Su gran mérito, según la presidente, es la lealtad y haber sido quien sugirió que el gobierno se apropiara de los fondos de la seguridad social. Pero no le aporta un solo voto, ya que debió desistir de su candidatura a Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires por su pobre medición en las encuestas.
Cristina Kirchner eligió, además, como candidato a Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, al senador Daniel Filmus, a quien le impuso su compañero de fórmula y las características de la campaña : su jefe de campaña, su negativa a debatir y el mensaje.
Desde el punto de vista institucional, lo más grave es su decisión sobre el candidato a vicegobernador de la Provincia de Buenos Aires. Buenos Aires es la provincia más grande del país y representa casi el 40% de su población total. Su gobernador y candidato a la reelección, Daniel Scioli, ha sido vicepresidente de la Nación y tiene un nivel de aprobación importante. Ello lo ha convertido en un potencial candidato a la presidencia, al margen de la consideración general sobre su actitud frente a los abusos del kirchnerismo a que se ha visto sometido y de los cuales, la imposición de su candidato a vicegobernador por parte de la presidente es sólo un episodio más.
De la misma manera, Cristina Kirchner ha intervenido directa y finalmente en la confección de listas de candidatos nacionales, provinciales y municipales para las elecciones de octubre. En esa intervención ha privilegiado a los jóvenes de la agrupación “La Cámpora” que dirige su hijo, Máximo Kirchner, en detrimento de los líderes tradicionales del peronismo y el sindicalismo de Hugo Moyano, el poderoso dirigente de la Confederación General del Trabajo.
Así, la presidente se asegura la incondicionalidad de las listas, característica propia del kirchnerismo, hacia lo que ella llama “la profundización del modelo”, concepto ininteligible para la mayoría, y la instalación de un puente generacional como una nueva posición fundacional. Como ha expresado el primer candidato de la lista, es el camino a la “radicalización del populismo”.
Pareciera que estamos asistiendo al nacimiento del “cristinismo”, dejando atrás incluso al kirchnerismo. Seguramente habrá un cambio de discurso, donde el setentismo y las Madres de la Plaza de Mayo, Schoklender mediante, perderán protagonismo y en vez de mirar al pasado, se mirará al futuro. Con “La Cámpora” como la Guardia Roja para un nuevo proyecto de construcción política que se prepara para el enfrentamiento, más tarde o más temprano, con el peronismo.
Esta modalidad traerá seguramente consecuencias. Entre las inmediatas, ya se han producido renuncias y alejamiento de figuras del peronismo tradicional; es posible que la diáspora se incremente en los días venideros, cuya magnitud es todavía incierta. Una diáspora hacia manifestaciones aliadas hasta ayer, representativas del peronismo y de una izquierda más auténtica que la representada por el gobierno.
La alegría de los jóvenes de La Cámpora se contrapone a la furia de los desplazados y el aparato del Partido Justicialista no le perdonará el desprecio.
El enfrentamiento con dos sectores protagonistas de la historia argentina reciente (el sindicalismo y el peronismo) se vislumbraba ya en la época de Néstor Kirchner, quien abrigó la esperanza de terminar de una vez con el peronismo y tuvo una áspera relación de complicidad con Moyano, aspirante a constituirse en el Lula argentino.
Ubicado en contexto, es probable que el setentismo montonero, reinvidicado por el matrimonio Kirchner, obre por resentimiento contra el peronismo. Porque fue Perón el enemigo que los echó de la Plaza de Mayo. Tendría así sentido que la ruptura se produzca con “La Cámpora” como instrumento, ya que debe su nombre a aquel oscuro personaje que le sirvió al General para volver a la Presidencia y fue objeto de su maltrato precisamente por su relación con los montoneros.
¿Puede Cristina Kirchner tener chance en este enfrentamiento? Es difícil saberlo.
El peronismo ha sido y es un tema de difícil comprensión, tanto para los argentinos como para el resto del mundo y ha sobrevivido y adaptado a las más diversas circunstancias, desde el presunto neoliberalismo de Carlos Menem hasta el estatismo reciente, desde la derecha fascista hasta la izquierda revolucionaria.
Ha desfilado por diferentes nomenclaturas y participado de alianzas, muchas veces incoherentes. Diferentes peronismos se han enfrentado electoralmente (Menem contra Kirchner) y ahora aparece, al menos con algún sesgo, en casi todas las candidaturas de octubre.
De todas maneras, si Cristina se lanza contra el sindicalismo y el peronismo alguno verá mermados su poder e influencia. No es poca cosa para empezar.
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