20 julio, 2011

¿Es Japón hoy, otro país? ¡Debe serlo! Su selección ganó el Mundial Femenil

Usar el deporte para prestigiar a gobiernos y políticos mediocres, es una tontería.

Ángel Verdugo

Hace tres días, Japón derrotó a Estados Unidos y se coronó Campeón Mundial en futbol femenil. Por primera vez gana un campeonato mundial por lo que su triunfo es doblemente meritorio al haber vencido a quien ya ha sido ganador en ese torneo.

Si nos atuviéremos a lo que se conoce ya como el “Índice Calderoniano” —que mide la correlación entre triunfos deportivos y cambio instantáneo del país de origen del equipo ganador—, debería afirmar —sin la menor duda— que Japón es hoy, en virtud del triunfo aquél, otro país.

Sin embargo, no he caído en tales niveles de subjetividad y voluntarismo por lo que todavía busco cierta objetividad en cuanto a la valoración de triunfos como aquél para no caer en afirmaciones ridículas.

En consecuencia, afirmo —al margen de lo que el inventor de aquel índice pudiere opinar—, que Japón sigue siendo hoy el país que era la semana pasada y sus problemas —de diversa índole y casi todos de una complejidad preocupante—, ahí siguen y seguirán —no importa el tiempo que tarden sus deportistas en alcanzar triunfos importantes— una buena cantidad de años o si lo prefiere, varias generaciones.

Durante muchos años vimos cómo algunos gobiernos intentaron —en una versión primitiva del Índice Calderoniano— correlacionar el modo de producción con los éxitos deportivos. La Unión Soviética —hoy arrumbada en el cuarto de los trebejos— presumía y presentaba sus decenas de medallas olímpicas y las demás obtenidas en otras justas deportivas, como muestra clara e irrefutable de la superioridad del socialismo.

Varios países y sus camarillas dirigentes, presumían al igual que los soviéticos. La República Democrática Alemana, los demás países que conformaban Europa Oriental y Cuba, no se cansaban de presumir la superioridad del socialismo porque, afirmaban con un orgullo que rayaba en la insania, que el socialismo era, como diría alguno, “la neta del planeta”.

Pronto, la Señora Realidad, harta de tanta babosada demagógica vino a poner orden y lo primero que produjo, fue la desintegración de la URSS; los países satélites excepto Cuba, ante la debacle del modelo dada su absoluta inviabilidad —demostrada por Hayek años atrás—, debieron dejar el modelo socialista. A regañadientes aceptaron que la economía de mercado era la única salida viable al desastre en el que se encontraban.

Con la debacle llegó la economía de mercado y su compañera inseparable: la democracia. El socialismo y la dictadura del proletariado debieron hacer maletas y dirigirse a otras tierras para encontrar nuevas víctimas las cuales, prestas a vivir las penurias y tonterías económicas de los años treinta del siglo XX, dijeron: ¡Aquí estamos! Venezuela, Nicaragua y Bolivia y dos o tres más, se embarcaron así en una aventura que en el mejor de los casos llevará a sus pueblos a los niveles de vida sufridos durante los primeros decenios del siglo pasado. Con la utopía socialista hecha pedazos, cayeron también las medallas y pronto fue descubierta la estructura que mediante el dopaje, en varios países producía atletas del futuro: “los atletas del socialismo”.

La realidad demostró, una vez más, que correlacionar triunfos deportivos y avance de países y pueblos, es todo menos una propuesta cuerda. Además, usar el deporte para prestigiar a gobiernos y políticos mediocres, es una tontería.

¿Ve usted por qué afirmo que Japón y México son, después de los triunfos recientes, los mismos que ayer?

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