17 julio, 2011

La crisis del ’29 y la actual

Por Roberto Cachanosky
Economía Para Todos

Muchos se preguntan si la crisis financiera que está viviendo el mercado internacional, particularmente EE.UU., puede llegar a ser igual a la de 1929 que luego se prolongó en una depresión. Mi impresión es que –si bien el desenlace depende de lo que hagan el gobierno americano y el resto de los países– esta crisis puede ser más corta y no tan profunda como la del ’29 en relación al impacto sobre la economía real.

¿Cuál fue la causa que inició la crisis de 1929? En ese entonces, el derrumbe de la bolsa de Nueva York fue consecuencia de la política monetaria llevada a cabo por la Reserva Federal a partir de 1924. El objetivo de esa política monetaria había sido depreciar el dólar para estimular las exportaciones americanas y bajar la tasa de interés de modo tal que los capitales fluyeran hacia Europa para que se fortalecieran las monedas que habían quedado debilitadas, especialmente la libra esterlina, como consecuencia de los costos asumidos durante la I Guerra Mundial.

La baja de la tasa de interés en EE.UU. generó un auge de la bolsa norteamericana que llevó el índice bursátil de 79,8 puntos en 1920 a 260,2 en 1929. Es decir que, en 9 años, la bolsa subió un 226%. La libra esterlina mejoró notablemente su cotización frente al dólar, pero no por mejoras en la productividad inglesa, sino por la política expansiva de EE.UU. (algo parecido, a mi juicio, a la relación dólar-euro de los últimos años). Lo mismo ocurrió con el franco francés a partir de 1926, cuando Poincaré se hizo cargo de la administración de las finanzas públicas en Francia.

Si uno observa el inicio de la crisis del 29 y la compara con la actual, encuentra que hay un denominador común: la política monetaria laxa de la Reserva Federal. Es que, luego del atentado a las Torres Gemelas, la Reserva Federal bajó fuertemente la tasa de interés para estimular la economía que había quedado afectada por el ataque terrorista.

¿Otro denominador común? En ambos casos la expansión monetaria generó auges bursátiles artificiales (si bien en la actualidad se recurrió a diferentes instrumentos financieros más sofisticados), presiones inflacionarias y la depreciación del dólar frente a las otras monedas.

Además, tanto en 1927 como en 2004, la Reserva Federal comenzó a revertir la política de bajas tasas de interés para frenar o disminuir la inflación y el auge bursátil.

¿Qué provocó la suba de la tasa de interés en EE.UU. en 1927? Se desaceleró la economía y el índice bursátil empezó a disminuir hasta terminar en pánico con masivos retiros de fondos en el conocido octubre de 1929.

¿Qué pasó con la suba de la tasa de interés en EE.UU. en los últimos años? Primero afecto los créditos hipotecarios, las famosas hipotecas subprime, dado que en EE.UU. esos créditos son a tasa variable, la gente se encontró con que no podían pagar los préstamos. Las carteras de los bancos perdieron valor y comenzó el efecto desplome derivando en los commodities. Es decir, en ambos casos, primero tenemos políticas monetarias expansivas que generan auges artificiales en los mercados financieros. Cuando esas políticas expansivas se tornan peligrosas por las burbujas financieras y las presiones inflacionarias, se empiezan a subir las tasas generando caída de activos, pérdidas patrimoniales, impacto sobre el nivel de actividad económica y crisis financieras. Es decir, los mismos que generan las burbujas luego las pinchas cuando se asustan por el tamaño que adquieren.

Un dato a destacar, sobre todo en el caso de la crisis del 29. No fue el mercado libre ni el patrón oro los que generaron la crisis, sino justamente el intervencionismo estatal en las políticas monetarias, al igual que en la actual crisis que estamos viendo actualmente.

¿Qué diferencias encuentro, por ahora, entre esta crisis y la del 29? La crisis del 29 fue profunda y larga porque el gobierno trató de paliarla actuando sobre el sector real de la economía con regulaciones al por mayor, no solo en EE.UU., sino en buena parte del mundo occidental. Aumentos del gasto público, cierre de la economía, nueva expansión monetaria, regulaciones de precios. Por ejemplo, en EE.UU. se aprobaron subsidios para que los productores agropecuarios norteamericanos dejaran de producir. La idea es que si frenaban la producción los precios se recuperarían. También se declaró la inconvertibilidad del oro en EE.UU. Lo que se hizo en los años 30 fue trabar la economía y prolongar la agonía. Es decir, en vez de dejar que los precios volvieran a su valor normal luego de la burbuja, el Estado norteamericano aplicó el New Deal que produjo más distorsiones de precios profundizando la recisión y prolongándola en el tiempo.

A diferencia de la crisis del 29, en la actual no se observa que el gobierno norteamericano, por ahora, intervenga en el sector real de la economía con medidas como las del New Deal, regulando los precios, aumentado absurdamente el gasto en obras públicas o cerrando la economía al comercio exterior. Su intervencionismo, que por cierto es altamente cuestionable, está centrado en el sistema financiero. Lo que está haciendo es cubrir los quebrantos financieros con los recursos de los contribuyentes y, probablemente, con una política monetaria expansiva que privilegia la reactivación por sobre la inflación, lo cual puede traer nuevas consecuencias en el futuro. Además, deja de lado la teoría de la sanción moral y sale como el séptimo de caballería a salvar bancos y entidades financieras, con lo cual está sentando las bases para que, en el futuro, nuevamente los inversores asuman riesgos desmedidos con la esperanza de que si se equivocan venga el Estado a salvarlos.

Si el gobierno americano no comete los mismos horrores económicos que cometió Roosevelt con su New Deal, podría ser que esta crisis sea más corta y menos profunda que la del 29 o, en el peor de los casos, que sean tan profunda como la del 29 pero no tan larga, dado que, una vez asumidas las pérdidas de la explosión de la burbuja, los precios relativos se reacomodarían rápidamente y la economía podría comenzar a reactivarse nuevamente.

¿Y por casa cómo andamos?

Dediquemos algunos párrafos a la Argentina. Los comentarios de Cristina Fernández de Kirchner de que el primer mundo se cae como una burbuja y nosotros estamos bárbaros muestran el poco conocimiento de la presidente en materia económica.

Primero, porque si la crisis afecta el precio de las commodities, se acabaría el salvavidas que durante todos estos años le permitió al matrimonio mantenerse a flote a pesar de los destrozos económicos que hicieron. Ya no tendrían que luchar para intentar revivir la resolución 125, sino que les sería imposible sostener los actuales niveles de impuestos a las exportaciones. Y esto significaría, ni más ni menos, que la caja se les agotaría más rápido de lo que se les está agotando actualmente. Puesto en términos políticos, no habría caja para sostenerse en el poder. De manera que no entiendo la alegría con que denuncia al primer mundo, salvo que, por su escasa formación intelectual, no termine de advertir cómo esta crisis puede llegar a golpear a su propio gobierno.

Segundo, que intente convencernos de que el modelo argentino es “el modelo” a imitar refleja que todavía no se enteró de que en Argentina hay inflación, pobreza e indigencia crecientes y ausencia de inversiones. Y creer que no pagar la deuda y defaultear los bonos ajustables por CER es una genialidad financiera también luce como pretender vendernos que hacerse fama de mal pagador de las deudas aumenta la capacidad crediticia. Toda una nueva teoría económica.

En definitiva, es cierto que la Reserva Federal –sobre todo bajo la gestión de Alan Greenspan– cometió gruesos errores, pero los americanos todavía tienen que recorrer un largo camino para alcanzar los dislates de los Kirchner. Por lo tanto, mejor que Cristina remueva la viga en el ojo propio antes de concentrarse en ver la paja en el ojo ajeno.

EE.UU.: ¿puede quebrar la economía más poderosa?

EE.UU.: ¿puede quebrar la economía más poderosa?

Por Marcelo Cantelmi

Clarín

El diez no es siempre símbolo de suerte o reflejo de éxito. Por lo menos no lo ha sido así últimamente para los EE.UU. Cierta coincidencia de ese número en diversos capítulos del actual laberinto financiero norteamericano, tienta para soltar una mirada un poco más sencilla sobre de qué se trata cuando se multiplican las voces que alertan sobre el tamaño de esa crisis y su novedoso peligro de default. También para recorrer la perspectiva del imperio en un mundo que convirtió en una brisa efímera la unipolaridad nacida en 1989/90 y que tendrá multitud de monedas, muchas y no una economía dominante y por lo tanto consecuentes y diversos liderazgos políticos.

Casi 10 % es el déficit fiscal (gasto por encima del ingreso) de las cuentas de EE.UU., el doble, si sirve como irregular referencia, que el que padece Italia, el país europeo que estremece las espaldas de los líderes de Bruselas ante el peligro de que la península sea el último peñasco que arrastre al euro hacia el desfiladero, como acaba de graficar en su tapa The Economist.

Diez por ciento también es el raquítico caudal de empleo que apenas se crea en EE.UU. en valores mensuales sobre la cantidad que en verdad debería agregarse para estar a tono con el crecimiento de la fuerza laboral nacional. En junio la economía norteamericana sumó 18.000 nuevos puestos, y en mayo 25.000. Justamente casi diez por ciento (9,2%) es el nivel de desempleo que registra la mayor potencia económica del orbe ; la figura se ha mostrado ciertamente inflexible a la baja.

La cuestión laboral es uno de los abismos más complicados que debe sortear el presidente Barack Obama si pretende reelegirse en 2012. Vale detenerse en datos sencillos para determinar lo hondo de esas profundidades. Los norteamericanos sin trabajo suman poco más de 14 millones, pero de ellos sólo poco más de la mitad reciben seguros de desempleo.

El resto ha perdido ese auxilio con el previsible impacto individual, familiar y comunitario.

El escenario se acentúa si se advierte que, siempre según cifras del Departamento de Trabajo de EE.UU., desde 2009 el tiempo de búsqueda de un empleo nuevo no superaba los 40 días en el año. Ahora el desocupado necesita 279 días para encontrar un nuevo trabajo.

Otro 10 % en esta saga aparece cuando se observa cuál es la cifra que Obama pretende recortar del presupuesto federal en la durísima negociación con los republicanos para ampliar el nivel de endeudamiento.

Es un ajuste de unos cuatro billones.

Se lo pretende hacer poco a poco en el curso de los próximos diez años por el impacto recesivo que puede acarrear. Es que se recorta seguro social pero también parte del empleo público que es, dos veces diez, el 20 por ciento de toda la fuerza laboral de EE.UU.

La situación hoy y futura es tan complicada que el ministro de Economía de Obama, Timothy Geithner, declaró con una sinceridad brutal que la crisis permanecerá largo tiempo.

“Para mucha gente, será muy duro, más duro que lo que alguna vez en su vida hayan experimentado”.

En ese escenario aparece la amenaza de default que se produce porque el 2 de agosto vence el límite para que el gobierno pueda endeudarse y pagar sus cuentas. En EE.UU.

el Congreso es el poder que autoriza el endeudamiento. También en Argentina, pero allá se cumple.

Ese límite se lo alcanzó en mayo pasado y es de US$ 14,3 billones. La cifra implica 98% del PBI. La idea es que el país pueda superar el 100% — Italia está en un alarmante 120% —, pero apostando a que el crecimiento posterior y ajustes actuales, revierta ese rojo. Lo que se busca es añadir unos 2,5 billones, con lo cual el país podría fondearse hasta fines de 2012, plenas elecciones. El problema es que no hay acuerdo.

Los líderes republicanos descalifican como “retórica de lucha de clases” las tibias propuestas de Obama para grabar rubros de lujo y ligados a sectores de grandes ingresos. Y concluyen que no habrá solución en tanto Obama esté sentado en su sillón de la Casa Blanca.

La escalada de declaraciones sobre el quebranto norteamericano, incluida la Reserva Federal y el FMI, son fuegos de presión en esta guerra en la que se juega cuánto se ajustará el cinturón como acaba de hacer Italia, que siguió el camino fácil de esparcir el mayor costo de la crisis entre los sectores de rentas media y bajas.

Aunque Obama coincida más que menos con sus adversarios, sabrá que se incinerará electoralmente si va por ese camino que es el que le demandan bancos y empresarios. En el mismo punto de pura presión extorsiva debe colocarse la amenaza de la calificadora Moody’s de rebajar el rating de la deuda norteamericana, lo que elevaría el costo de las hipotecas, los préstamos y de todas las deudas atadas a la tasa del Tesoro. Otra vez mala noticia para la gente.

Las calamidades de EE.UU. son diferentes a las que angustian a Europa aunque con una identidad similar . Lo que sucede es que el crecimiento se ha opacado, y no variará la tendencia rápidamente. Eso hace que los ingresos sean menores, se hayan concentrado y las deudas se compliquen y que, por ejemplo, rubros como los cereales se hayan convertido en una reserva de ganancia especulativa, razón por la que aumentan tanto los alimentos. Esta mutación global que debilita a EE.UU., y que amontona peligrosamente a las economías europeas, diseña otro mundo, y dentro de él otra geopolítica . Por eso el eje se ha corrido al Pacífico, y por eso estalla el norte de Africa. Parecerían confirmarse con un paso muy tardío y desprolijo las profecías de Lester Thurow sobre las guerras económicas del Siglo XXI.

Pero no deberíamos conformarnos con esas verificaciones. Como con el número diez, la idea de cambio no siempre implica algo bueno. También se cambia cuando se retrocede.

Hace cuestión de días, el presidente del eurogrupo Jean Claude Juncker puso a Grecia más dentro de la morsa al sostener que ese país, el más cercano a un inevitable estallido de su economía, debe asumir que esta crisis le devorará su soberanía. El jefe de los ministros de la eurozona sugirió a la revista Focus que una solución para el dilema griego sería que emule a la agencia Treuhandanstalt que en los cuatro años posteriores a la unificación privatizó cerca de 14 mil firmas de la ex Alemania comunista.

Pero como Grecia no se está unificando con nadie, esto se traduciría más bien en un desguace.

Que tal idea se asuma como justa debido a estas contradicciones corre la raya de lo razonable sencillamente a donde reina la selva.

Colombia aspira a convertirse en un gran productor de petróleo

Colombia aspira a convertirse en un gran productor de petróleo

EFE

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Foto: Archivo

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El petroleo resucita

Colombia, con una producción de más de 900 000 barriles diarios (b/d) de crudo, promete convertirse en un importante productor petrolero en los próximos años.

"Actualmente en el mundo sólo cinco o seis países tienen una producción petrolera que está creciendo, uno de ellos es Colombia. En cambio, los demás están en declive", dijo John Francis Scott, director de la compañía canadiense Petrominerales, una de las diez que en años recientes comenzaron operaciones en este país.

Colombia ha aumentado su producción petrolera en los últimos años desde un promedio de 588.000 b/d en 2008 hasta 930.500 b/d el pasado mes de junio, según cifras oficiales. Así se ubica como el tercer productor de Suramérica, detrás de Venezuela y Brasil y antes de Ecuador.

Ronald Pantin, exdirectivo de la estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa) y actual director de la canadiense Pacific Rubiales, afirmó que Colombia tiene "mucho petróleo, reglas claras, un gobierno favorable a la inversión extranjera y buenos trabajadores".

Para este ejecutivo, la promesa petrolera de Colombia se basa en las características geológicas comunes con su vecina Venezuela, el país con mayores reservas de crudo del mundo.

Según Pantin, Colombia ha incrementado su producción petrolera en los años recientes "porque este país había sido explorado muy poco, debido a las condiciones de inseguridad que había".

Ante esas proyecciones, el gobierno de Colombia se ha fijado la meta de alcanzar una producción de 1.150.000 b/d para 2014, y desde el año pasado aplica un sistema fiscal considerado como estimulante para el sector del petróleo y el gas.

"España podrá superar esta crisis"

Kissinger, confiado: "España podrá superar esta crisis"

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Henry Kissinger. Foto: Archivo

¿Ha pasado la hora de Europa? Los analistas son críticos con la situación actual que atravesamos y sobre todo con las decisiones políticas. Henry Kissinger señala que está en manos de los europeos decidir el año que viene si la hora de Europa ha pasado.

"Los problemas que afronta la Unión Europea deberán ser resueltos por Europa misma. No fue suficientemente entendido que cuando se tiene una política monetaria común y no se cuenta con una política fiscal común, entonces surgen problemas", explica Kissinger.

"Así que no sabemos cómo Europa tratará su crisis. Se está demostrando muy difícil la unidad fiscal, y si Europa no puede conseguir esa coordinación de su política fiscal, entonces habrá consecuencias inevitables", señala el diplomático estadounidense en una entrevista a ABC.

Los problemas nacionales

La situación económica que atraviesa España ha puesto en el ojo del huracán al presidente del Gobierno. Kissinger, a pesar de las dificultades que atraviesa la nacional ha puntualizado tener "mucha esperanza en España, porque creo que ha obrado grandes transformaciones y ha hecho tremendos progresos".

"Tengo confianza en que, después de haber navegado hasta aquí, con la entrada en Europa y el enorme progreso económico registrado, España podrá superar esta crisis. Ciertamente es mi deseo", explica.

¿Qué tendrá que hacer EEUU si el 2 de agosto no aumenta el límite de su deuda?

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France Press

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El Gobierno de Obama está atrevesando una crisis generada por la deuda y la falta de acuerdos con los republicanos.

Si el límite legal de la deuda de Estados Unidos no se incrementa para el 2 de agosto, el país habrá agotado todos los recursos para mantenerse por debajo del techo alcanzado, lo que obligará a muchos a tomar decisiones draconianas. Entre tanto, la Casa Blanca está confiada de alcanzar un acuerdo.

El Tesoro deberá renunciar a ciertos pagos

Ya es seguro: si el techo de la deuda sigue siendo de 14,29 billones de dólares, el Estado federal deberá elegir cuáles deudas pagar y cuáles postergar. Por el momento, nada ha adelantado sobre sus prioridades. Si optara por respetar sobre todo a los acreedores, deberá de todas maneras continuar acudiendo a los mercados. Pero el gobierno teme que los acreedores duden en financiar a un Estado en tan mala situación. Luego habrá que elegir qué carteras seguir financiando y en qué proporción. Según el secretario del Tesoro, Timothy Geithner, más de 40% del gasto público tendrá que ser suprimido de la noche a la mañana. "En realidad eso sería el caos", estima el Bipartisan Policy Center, un centro de análisis de Washington.

Las agencias de calificación enfrentarán una situación delicada

A las calificadoras no les gusta cambiar demasiado a menudo las notas que asignan. Piensan que una nota estable es su mejor guía. Pero si Estados Unidos deja de honrar el conjunto de sus obligaciones, se verán obligadas a retirarle su grado "triple A". Tal vez antes del 2 de agosto, acaso ese mismo martes, o en los días subsiguientes. Moody's habla de una baja de uno a tres niveles (entre "Aa1" y "Aa3"); Standard and Poor's ya está afirmando que basta que un solo acreedor no reciba su paga a tiempo para que la nota se desplome (hasta "SD", cesación de pagos selectiva). Todo dependerá de la duración de la crisis.

Los tenedores de bonos estadounidenses estarán en apuros

Los acreedores de Estados Unidos necesitarán una buena dosis de sangre fría si la crisis llega al tan temido límite. El peor escenario sería que el Tesoro no cumpliera sus obligaciones con algunos de ellos. Una nota "SD" conduciría a otros, como los bancos centrales, los fondos de colocación común, a vender automáticamente sus bonos del Tesoro. Es difícil anticipar cuáles, porque no lo dirán con anticipación. Otros venderán simplemente porque prevén una caída del valor de la deuda estadounidense. Ello hará que las numerosas tasas de interés correlacionadas con los bonos del Tesoro aumenten. Sería otro problema de consecuencias inimaginables: los bonos del Tesoro son una referencia mundial que sirven de garantía a una multitud de contratos financieros. Si esta referencia desaparece, será imposible saber cómo reaccionará el sistema financiero mundial.

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