“No podemos solamente quedarnos con las capturas, por más grandes e importantes que sean los capos; hay que ir por su dinero”
Entrevista con Santiago Creel: Uno de los panistas que busca la candidatura presidencial habla para M Semanal de su trayectoria y sus planes.
RG: Senador, ¿qué se siente ser, seis años después, “el hijo desobediente”?
SC: Mira, decía Ortega y Gasset del hombre y sus circunstancias; sin duda, hoy hay circunstancias totalmente distintas, mucho más favorables para competir de mejor manera en la contienda interna del partido. El ser secretario, y de Gobernación, dificulta enormemente competir porque te impide estar cerca del partido. Las secretarías alejan, no acercan. Son responsabilidades de todo el día, no puedes tener una vida partidista medianamente plena. Todo eso limita.
RG: Y desde la oposición, o digamos mejor, no precisamente desde la oficialidad, siempre es más fácil poner los puntos sobre las íes, supongo.
SC: Sin duda. Me siento con mayor independencia. No es que antes no la haya tenido, pero ahora estoy viviendo un momento de mayor plenitud como político y como aspirante.
RG: ¿Cómo le fue en la reunión con los precandidatos del Partido Acción Nacional (PAN)? ¿Hubo algún acuerdo?
SC: Fue una reunión muy buena, y convenimos en que el contenido de la reunión la iba a comunicar el Presidente del partido.
RG: ¿Va a haber reducción de precandidatos?
SC: Cada quien tendrá que asumir su responsabilidad y tomar su decisión; yo ya tomé la mía y decidí seguir adelante hasta las últimas consecuencias.
RG: ¿Qué dicen las encuestas?
SC: La más reciente, de Parametría, me marca con 47 puntos adentro del partido, con una distancia casi de cuatro a uno sobre quien sigue (Josefina Vázquez Mota), lo que me da, obviamente, una enorme fortaleza.
UN CANTO ESCUCHADO OTRAS VECES
RG: En otros asuntos, ¿cómo llegó a ser secretario de la revista Vuelta?
SC: Pues conocí a Enrique Krauze hace muchos años, y él me invitó a participar; yo era abogado postulante. Mucha gente no me conoce o me conoce sólo como político, pero yo tuve otra vida: fui abogado por 17 años, académico y profesor universitario, director de la carrera de Derecho en el Instituto Tecnológico Autónomo de México… En esa otra vida empecé ayudando con algunas cuestiones jurídicas de Vuelta y así me nombraron secretario del Consejo. Estuve con ellos varios años en una experiencia única, y no sólo por la participación en las reuniones: las oficinas de Vuelta estaban en Coyoacán, en una callecita paralela a Francisco Sosa, y muchas veces Octavio (Paz) no tenía cómo irse a su casa, y en algunas ocasiones me tocó llevarlo a su casa en la avenida Reforma, en un departamento que allí tenía, y a veces me invitaba para seguir platicando. Fue una experiencia de enorme formación.
RG: ¿Contempla usted a la cultura como un gasto o como una inversión?
SC: Hmm… es, sin duda, una inversión, todo lo contrario a gasto. Tiene que ver con las cuestiones más profundas del alma nacional, con lo que nos da identidad y nos permite vivir con mayor calidad de vida en lo que hacemos y representamos, en todas las expresiones de esta alma profunda. No hay mejor forma de hacerlo que a través de las artes.
RG: Usted enfrentó a Andrés Manuel López Obrador por la jefatura del Distrito Federal, y éste le ganó por poco. Si es nombrado candidato del PAN seguro volverán a contender. ¿Cómo es AMLO como adversario electoral?
SC: Sin duda es un adversario muy serio. Tiene una serie de recursos pocas veces vistos en la política nacional. Es alguien a quien me gustaría tener como contendiente por su nivel y capacidad, y además porque creo que podríamos contrastar de una buena manera.
RG: Se canta la ventaja del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en general y de Enrique Peña Nieto en particular. ¿Le preocupa?
SC: Digamos que me ocupa; yo sí lo tomo en serio, no lo minimizo. Sin embargo, es un canto que ya he escuchado otras veces: lo escuché en el 2000 y lo volví a escuchar en 2006, no en el caso del PRI pero sí del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Lo que está claro es que las victorias electorales dependen mucho más de nosotros que de los otros; es decir, si nos ponemos de acuerdo los panistas en una unidad sincera, verdadera, y hacemos de nuestro partido un movimiento nacional, si hacemos auténticamente una acción nacional, yo creo que tenemos unas enormes oportunidades de triunfo de aquí a un año.
RG: ¿Está ya trabajando en su plan de campaña?
SC: No en un plan de campaña como tal. Lo que tengo como primera etapa es fortalecer al partido; si no hay partido, todo lo demás es, digamos, literatura. El partido debe estar apto para competir el próximo año. Lo que me dice que necesitamos hacer muchos cambios es la realidad, y ésta, para mí, es el resultado de las elecciones del tres de julio pasado. No hay por qué esconderla, hay que aprender de ella; debe ser la semilla del triunfo.
RG: En un país donde hay muchos eslóganes pero pocas propuestas, ¿va a lanzar algún plan de gobierno?
SC: Por supuesto; me gustan las ideas, no les doy la vuelta ni las trato de ocultar con cosmética o propaganda. Cuando no hay nada atrás, eso se tapa con publicidad. Pero yo tengo una idea muy clara de qué hacer en materia de seguridad, de economía y política, y hay una cuarta vertiente que debe correr de manera transversal a las anteriores, que es la educación, que es el gran tema de temas. Si me lo preguntas, el problema de fondo del país, lo que genera desigualdad, atraso, falta de productividad, lo que genera esta falta de apreciación de lo que somos, esta incapacidad de proyectarnos a futuro, es el tema educativo.
ROMPER LOS PROBLEMAS DE TAJO
RG: Usted ha dicho que no se acercaría a Elba Esther.
SC: No hay que confundir las cosas, como creo que se ha hecho, y ha sido un error, del que no estoy exento: no quiero ver la paja en el ojo ajeno. Nosotros —me refiero a la administración de Vicente Fox— nos equivocamos: cuando nos acercamos a la maestra no resultó lo que debió haber ocurrido, que es un cambio profundo al sistema educativo.
RG: ¿Era la intención?
SC: Era la expectativa. Una mera alianza electoral con Elba Esther no tiene sentido. Es decir, el sentido de los votos no es el de la política; una alianza ha de servir para ganar, sí, pero sobre todo para gobernar de una manera sustantivamente diferente. Por ejemplo, cuando propusimos la alianza en Oaxaca con Gabino Cué, no se trataba solamente de ganarle al PRI; ése era, por supuesto, un objetivo, pero lo que tiene como trasfondo un esfuerzo de esa naturaleza es cambiar los referentes de gobierno. Lo que está haciendo hoy en día Gabino Cué en Oaxaca es cualitativamente muy distinto a lo que hacía Ulises Ruiz. Eso es lo que le da sentido a un esfuerzo conjunto, y para mí no tiene ningún sentido hacer una alianza con Elba Esther en la medida en que la educación siga como hasta ahora.
RG: Eso puede ser costoso a nivel electoral.
SC: No sé si sea costoso o beneficioso, porque habrá que ver qué piensa hoy el común de los mexicanos respecto a una alianza de esa naturaleza.
RG: Elba Esther nace y crece desde la dictadura priista. ¿Cómo destrabar éste y otros lastres históricos de México? Parece una labor titánica: dos administraciones panistas no han podido.
SC: Sí y no. Yo pienso que los problemas hay que abordarlos de manera directa, romperlos de tajo. No puedes darles la vuelta. El “gatopardismo” es un ejercicio muy mexicano; la novela es italiana, pero la práctica de cambiar las cosas para quedar igual es muy mexicana. No podemos ya seguir haciendo eso. Tenemos que cambiar de raíz algunas cosas: queremos hacer crecer este país en serio, que ese crecimiento nos dé los empleos suficientes para darle oportunidad a todos los jóvenes que por generaciones vienen padeciendo desempleo, malos empleos o falta de oportunidades. En primer lugar, si queremos más inversión necesitamos abrir mercados, y para eso hay que enfrentar intereses creados.
RG: ¿Hablamos de Pemex, por ejemplo?
SC: Sí, de los monopolios públicos pero también de los privados. Es una labor que requiere cambiar paradigmas: si pensamos que podemos hacer crecer la economía con los mercados cerrados que tenemos, por una parte en la energía, por otra parte en salud —poniendo ejemplos de monopolios públicos—, o en los mercados más importantes, que son los resortes de la economía —llámense telecomunicaciones, alimentos, transporte o construcción—, que se puede mantener ese status quo y que la economía crezca, es simplemente no entender cómo funciona la economía.
RG: En este caso usted lo está diciendo en entrevista; pero prácticamente todos los políticos, casi de cualquier partido, mencionan en privado lo mismo, pero a la hora de salir a hacer campaña o a implementar políticas públicas, pues nada o todo lo contrario.
SC: Yo no solamente lo menciono: presenté una iniciativa, como senador, para combatir monopolios y fomentar la competencia económica en el país. Fue una iniciativa que se tomó como referente para sacar adelante las modificaciones a la Ley Federal de Competencia. Es un paso cualitativamente distinto a lo que teníamos anteriormente. Esto le va a permitir a la Comisión Federal de Competencia ser un aperturista de los mercados en el país.
RG: ¿Públicos y privados?
SC: No; en el caso de los públicos tendría que haber cambios a la Constitución, y eso no lo va a poder abordar esta nueva ley porque es jerárquicamente inferior. Lo que sí va a hacer es que esos monopolios públicos no inhiban la competencia, por ejemplo, en la proveeduría.
PARA SEGURIDAD, UNA SECRETARÍA DEL INTERIOR
RG: En el asunto de seguridad, ¿cuáles serían sus propuestas?
SC: Resumir no es sencillo pero voy a hacer el intento: creo que lo primero es ordenar la casa federal con una Secretaría del Interior. En Europa o en Sudamérica, donde hay medianos éxitos en materia de seguridad, tienen secretarías del Interior que agrupan todas las responsabilidades que tienen que ver con la seguridad pública federal. Si hoy nos preguntamos qué instancia en México es responsable de la seguridad pública federal, no está claro, y yo no creo que muchos cocineros hagan una buena sopa.
RG: ¿Hablamos de un mando único policiaco?
SC: Sí, pero bajo un sistema de policía única, que nos permitirá comenzar a ordenar la torre de Babel que tenemos: los 400 mil elementos policiales descoordinados en las policías estatales y municipales. Otro de los frentes sería un combate directo, pero a la economía del crimen organizado. No podemos solamente quedarnos con las capturas, por más grandes e importantes que sean los capos; hay que ir por su dinero. Ese dinero equivale a alrededor de 25 mil millones de dólares por año.
RG: ¿Por qué esto no se ha hecho?
SC: Otra vez: antes presenté una iniciativa en materia de combate al lavado de dinero, ya la aprobamos en el Senado y está por aprobarse en la Cámara de Diputados. Una vez que ésto ocurra, junto con la Ley de Extinción de Dominio, estoy convencido de que el Estado va a contar con las herramientas necesarias para identificar y apropiarse de los bienes del crimen organizado. Un tercer elemento importante en mi planteamiento de seguridad es una dimensión internacional: imaginemos que no existen los países productores al sur ni tampoco el gran mercado de consumo al norte. ¿Qué tendríamos en medio? Un México sin violencia.
RG: ¿Cuál es su postura sobre la legalización?
SC: Creo que es algo que debe discutirse, pero no veo en este momento las condiciones políticas para poderlo llevar a cabo en nuestro país. No tenemos un instrumento de consulta pública que ponga no sólo a debate sino a decisión de las mayorías un tema de esta naturaleza, como sucedió en California, en donde por unos cuantos votos se decidió el “No”. Creo que una decisión así no sólo es de un gobierno o de un Congreso, tiene que hacerse de manera democrática distinta, y requerimos un instrumento de esa naturaleza. Segundo, tenemos ya muchos problemas para controlar lo menos; si tenemos una economía en la que casi el 50 por ciento es informal, imagínate llegar a una circunstancia donde queramos tener un control más o menos eficaz para que el problema fuera sólo de salud pública y no de seguridad: nos quedaríamos con la peor parte de ambos mundos. Necesitamos un Estado lo suficientemente eficiente y fortalecido en sus instituciones para que ese mercado pueda regularse con la intervención estatal. Tiene que ser algo similar al alcohol y al tabaco; no es cualquier circunstancia, ni se dará de cualquier forma. Todo eso requiere un fortalecimiento de la vida institucional del país. Veo como obstáculo no tanto la discusión de fondo, que es relativamente sencilla; aquí lo complejo es la instrumentación.
RG: En el “mientras tanto”, ¿seguiría la misma estrategia del presidente Felipe Calderón?
SC: Diría dos cosas: pienso que debemos seguir con la tesis de que los criminales deben estar en las cárceles y no en la calle. Allí yo fortalecería lo que se está haciendo, pero lo haría de una manera distinta: a través de la figura de una Secretaría del Interior, de una instancia especial y especializada para combatir al crimen organizado, que es un fenómeno tan sofisticado que requiere de una instancia correspondiente. Un acento es fundamental: ¿cuál es el objetivo de la seguridad pública? Bajar la violencia. No que los demás objetivos no sean importantes, pero hay qué privilegiar éste. Y señalo que en México ya no es criminal ni delincuente el que consume drogas: lo es quien las vende.
RG: Hay quien dice que los valores y creencias personales deben permear el desempeño público, y hay quien dice que deben permanecer separados. ¿Qué opina?
SC: Para mí no hay más moral política o pública que la ley. Lo que nosotros tengamos como creencia o como religión es un asunto individual, pero no podemos proyectar eso, que es para una vida privada o interior nuestra, e imponérselo a los demás. La única moral pública es la ley.
RG: Al margen de los clichés, ¿por qué quiere ser Presidente de la República? Hoy en día no es un trabajo precisamente deseable.
SC: Quiero ser Presidente porque creo que las cosas en el país pueden mejorar. Que a partir de lo que se ha hecho se pueden dar cambios profundos, y tengo mucha hambre de extirpar los problemas ancestrales que vivimos y que nos frenan el desarrollo; no quiero seguir viendo a mi país relegado de un proceso de globalización al cual le podemos sacar mucho provecho, pero donde siempre nos quedamos atrás. No hemos podido arreglar nuestros temas fundamentales, por ejemplo el de la energía, que tiene que ver con todo el proceso económico del país, ni el de la educación, y se puede. Quiero que nuestro sistema político empiece a dar dividendos cualitativos, porque además me siento responsable como parte de una generación que inició un cambio y se ha quedado a medias.
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