por Oscar Ortiz Antelo
Oscar Ortiz Antelo es ex presidente del Senado de la República de Bolivia.
Todo proyecto político necesita tener una agenda, un programa, una fábrica de sueños y esperanzas que enamore a la gente. Es lo que tuvieron el gobierno y el partido de Evo Morales cuando ganaron las elecciones por primera vez. La constituyente, la nacionalización y los bonos ilusionaron a mucha gente, que confió en que serían el camino para el bienestar y la inclusión de una gran mayoría de bolivianos que vive en la pobreza. Sin embargo, hoy este proyecto no solo se ha agotado sino que ha fracasado en el cambio que ofreció.
Efectivamente, tanto en lo político como en lo económico y lo social, el proyecto del Movimiento al Socialismo se ha quedado sin ideas para ofrecer al país y lo poco que hizo en materia de reformas no logra dar resultados positivos para la vida social y económica de la ciudadanía. Lo peor de todo es que hoy ya solo queda la obsesión de seguir en el poder a como dé lugar y frente a la pérdida de apoyo popular la reacción para sobrevivir es gobernar por la fuerza y el temor.
En lo político, la principal propuesta, la Asamblea Constituyente ya pasó. Después de años de campaña vendiendo la promesa de que otra Constitución mejoraría la vida de la gente, hoy ni el MAS ni el pueblo hablan de la nueva Carta Magna. A la hora de la verdad el gobierno es quien más la viola, pues con todo sus defectos no deja de tener ciertos límites al poder que molestan a la visión autoritaria y centralista.
En lo social, el Movimiento al Socialismo no ha logrado desarrollar una real política social. Los bonos son interesantes y despiertan mucho apoyo pero son insuficientes para luchar contra la pobreza. La educación, la salud, el acceso a la vivienda y a los servicios básicos, siguen tan deficientes como antes y no se conoce una verdadera propuesta de política pública en cada una de estas áreas.
La inclusión se ha quedado en lo simbólico. El cada vez mayor alejamiento del gobierno de las organizaciones indígenas de los andes y del oriente, muestran la inconsistencia de un partido que durante veinte años en el poder les vendió una idea de participación en el manejo del Estado que no ha hecho realidad desde el poder y el poder que tienen los sindicatos cocaleros, que invaden los parques y territorios que corresponden a los pueblos indígenas.
En lo económico, la nacionalización y el comunitarismo no han desarrollado a Bolivia. La producción ha declinado en prácticamente todos los rubros. La industrialización no solo no ha avanzado sino que hoy Bolivia depende aun más de la exportación de las materias primas. La ilusión de crecimiento económico se basa en precios altos e ingresos ilegales por el narcotráfico. Las empresas estatales no invierten por ineficientes y las privadas por inseguridad. Resultado, el país importa lo que antes exportaba y no se crean los empleos necesarios para atender la demanda de una población joven y creciente.
No todo es malo. La pobreza y la falta de inclusión son una prioridad en la agenda nacional y deben ser la principal preocupación de todos. El modelo que les dé las mejores soluciones, sigue siendo una tarea pendiente.
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