Día con día
Héctor Aguilar Camín
En el discurso por el atentado al casino Royale que causó la muerte de 52 personas, el presidente Calderón incluyó los dos párrafos dedicados a gobierno, Congreso y pueblo estadunidenses.
El primero dice: Si están decididos y resignados a consumir drogas, busquen, entonces, alternativas de mercado que cancelen las estratosféricas ganancias de los criminales, o establezcan puntos de acceso claros, distintos a la frontera con México. Pero esa situación ya no puede seguir igual.
Yo leo: Si no pueden dejar de consumir drogas, legalícenlas. Dejen de presionarnos para que la línea de fuego y los proveedores violentos estén de este lado, mientras las líneas de coca y los consumidores pacíficos están del otro.
Quisiera entender por estas palabras que el gobierno mexicano dejará de poner el énfasis en perseguir el tráfico de droga que compran los estadunidenses —plantíos, cargamentos, acarreo— para concentrar sus esfuerzos en contener los crímenes que afectan a los mexicanos: homicidio, secuestro, robo, extorsión, tráfico de personas.
Es lo que hemos sugerido hace algún tiempo diversos observadores: legalizar las drogas y concentrar los esfuerzos de seguridad de México en la seguridad de los mexicanos.
El segundo párrafo es también importante aunque sólo sea una petición:
Les pido encarecidamente que cierren de una vez, la criminal venta de armas de alto poder y fusiles de asalto, a los delincuentes que operan en México, y que sólo obedece al lucro... Ya lo han hecho, recientemente, en el pasado. Cancelen la venta indiscriminada y sin control de armas de asalto. No hay razón para que los cientos de miles de armas vendidas a los criminales apunten a los mexicanos y a sus autoridades. Somos vecinos, somos aliados, somos amigos, pero también ustedes son responsables. Ese es mi mensaje.
Las armas de asalto estuvieron prohibidas efectivamente hasta el año 2004 o 2005 en que no se renovó la prohibición. La habitual respuesta política estadunidense es que no se puede prohibir el comercio de armas porque ese es un tabú peculiar de la cultura americana.
Pero el hecho es que ya estuvo prohibido antes lo que no se puede prohibir ahora, justamente cuando lo necesitamos en México.
El argumento suena mal y es del todo incomprensible para los mexicanos, de modo que estará muy bien si el Presidente hace de la venta de armas de asalto a asesinos mexicanos un casus belli mediático y diplomático.
Dicho todo esto, el dinosaurio sigue ahí: hay que agarrar a los criminales que matan, roban, secuestran y amenazan a los mexicanos. Tal como lo han hecho en Nuevo León. Pero todos los días.
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