Carmelo Jordá
Parece que por fin llega la conclusión de la Guerra en Libia y con ello las caretas caen: obviamente no la del criminal dictador Gadafi, todos lo conocíamos bien y, pese a los últimos años de "blanqueo" prooccidental, nadie racional (obviamente esto excluye a Hugo Chávez y Gaspar Llamazares) podía pensar que era otra cosa que un sátrapa tiránico y asesino.
Pero sí cae la careta de los rebeldes, esos "libertadores" que además de a desalojar a Gadafi habían venido a traer la democracia y los derechos humanos y que han contado para ello con el apoyo entusiástico de la prensa occidental primero y de los gobiernos europeos y americano, y sus bombas, después.
Y es que estos amigos de la democracia y las buenas costumbres se nos han descolgado este miércoles con un documento programático en el que se dibuja el tránsito que ha de llevar al país desde la caída de Gadafi hasta la celebración de elecciones, dentro de 18 meses.
Largo me lo fían, sí, pero eso no es lo peor, lo peor, lo terrible es que mucho antes de eso y casi como su primera medida "constituyente" dictan que Libia será un estado islámico y la Sharia será la fuente primordial del derecho.
¡Pues vaya con los libertadores libios!
Desde el inicio de esto que se ha dado en llamar "primavera árabe" la opinión pública y sobre todo la opinión publicada han estado completamente entregadas a unos movimientos revolucionarios de los que sabíamos muy poco.
Esa falta de conocimiento real se ha suplido en la mayor parte de las ocasiones con el papanatismo revolucionario, una especie de enfermedad occidental que hace que allí donde hay un tipo sospechoso empuñando un Kalashnikov nosotros veamos un puro idealista émulo del Ché y poco menos que nos desencuadernemos de placer.
Pero la realidad es tozuda y, amén de que un Ché moruno sería también trágico, los primeros pasos de estás revoluciones "democráticas" son como mínimo sospechosos sino, como en el caso del CNT libio, directamente para salir corriendo.
Con el agravante, además, de que en la guerra civil de Libia los españoles hemos entrado casi de hoz y coz: nuestras muy pacíficas ministras Jiménez y Chacón, tan entusiasmadas con la revolución libia, deberían ahora explicarnos por qué la diplomacia y el ejército españoles han contribuido a la instauración de un estado islámico al otro lado del mediterráneo (lo que desde el punto de vista geoestratégico es literalmente ahí al lado) del que, me temo, poco bueno se puede esperar.
Por supuesto, esto no significa que Gadafi o Mubarak o Ben Alí me parezcan opciones recomendables ni tan siquiera asumibles, pero al menos a ellos no les habían dado el poder nuestras bombas.
Carmelo Jordá es redactor jefe de Libertad Digital.
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