18 agosto, 2011

Hay que volver a los principios del capitalismo

Lorenzo Bernaldo de Quirós: el problema es la "política"

Lorenzo Bernaldo de Quirós

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En una ocasión memorable, y entonces no bien entendida, la señorita Leire Pajín, ahora ministra de Sanidad, realizó una bella metáfora en la que afirmaba que los astros se habían conjurado para producir a la vez dos personajes con una significación planetaria: los señores Obama y Rodríguez Zapatero. Esto ha resultado ser verdad.

Las paralelas vidas plutarquianas del líder demócrata norteamericano y del socialista español han logrado una tarea casi imposible: llevar a sus países al borde del precipicio. Ambos han mostrado una incapacidad manifiesta para combatir la crisis económico-financiera iniciada en 2007, y la situación a la que han conducido a sus dos países pone en riesgo la estabilidad de la economía global. Sin embargo, el presidente de Estados Unidos ha mostrado una sorprendente lucidez cuando ha afirmado que la crisis no es de las finanzas, sino de la política. En eso también coincide con el todavía presidente del Gobierno español, ya que las políticas de uno y de otro han sido desastrosas.

Dicho esto, EEUU, Europa y el mundo se encuentran en una circunstancia dramática. La actual coyuntura, una crisis de deuda unida a una hipótesis de recaída en la recesión, ya fue anunciada en estas mismas páginas y por este humilde analista desde hace un año, y fue descalificada como antipatriótica, tremendista y de falta de rigor desde numerosos sectores. Por desgracia, la realidad confirma mis previsiones. Ahora la cuestión es cómo se sale de una situación que, si bien tuvo su origen en el pinchazo de la burbuja inmobiliaria y en la debacle del sistema financiero tras una larga etapa de expansión sostenida en el endeudamiento del sector privado apuntalado por una estrategia de dinero barato, se ha visto agravada por una política macroeconómica keynesiana que no ha funcionado y que ya no da más de sí. Ante este panorama, la pregunta es qué hacer.

A pesar de los pesares, el caso a favor de una estrategia de austeridad fiscal y presupuestaria en Europa y en América se ha fortalecido en los últimos meses, cuando la presión de los mercados financieros se ha agudizado. Algunos analistas sostienen que esa política es errónea ante la debilidad de la demanda interna y la amenaza de un retorno a la recesión, y sostienen que si bien los Gobiernos han de diseñar una estrategia de recorte del binomio déficit-deuda en el horizonte del medio plazo, han de mantener los estímulos en el corto o, al menos, no aplicar medidas draconianas e inmediatas de recorte del gasto público. Esta opción es suicida y, además, ya no tiene recorrido.

La apuesta por una consolidación fiscal mucho más fuerte de la aplicada hasta la fecha es evidente una vez que descontados los tradicionales efectos negativos de las políticas de expansión del gasto, por ejemplo el crowding out o la inefectividad de ellas en un escenario de alto endeudamiento del sector privado, evidentes en el caso español, emerge con una contundencia brutal la conexión entre riesgo soberano e inestabilidad macroeconómica. El peligro de default, reflejado en un aumento de los diferenciales con el bono alemán, se extiende al resto de la economía. Afecta de manera directa a las condiciones de financiación de las familias y de las empresas. Este contagio constituye un canal distinto a través del que la política fiscal impacta a la actividad económica.

La operativa del canal de transmisión del riesgo soberano es clara. Las expectativas sobre la economía empeoran por alguna razón y las empresas y los hogares esperan caídas de la demanda. Estas perspectivas incluyen una revisión al alza de los déficit proyectados por los Gobiernos, causados por una merma de la recaudación tributaria y por el aumento del gasto impulsado por los estabilizadores automáticos. Ante este panorama, los inversores exigen un aumento de la prima de riesgo sobre la deuda pública y, vía canal de riesgo soberano, sobre la privada. El resultado es un círculo vicioso de crédito caro que baja la actividad y valida las expectativas bajistas de los mercados y de los agentes económicos. Ésta es la posición de Estados Unidos y de la Unión Europea (ver Cosetti G., Kuester K. Mier A., Muller G, Sovereign Risk and the effects of fiscal retrenchement in deep recessions, Bundesbank, mayo 2011).

En este contexto, la única opción es aplicar una drástica reducción del gasto público que afecte a sus componentes estructurales, esto es, los programas del Estado del Bienestar y el tamaño de las Administraciones Públicas, acompañado de reformas constitucionales que limiten severamente la capacidad de los Gobiernos de generar déficit y deuda. Por otra parte, las economías, sobre todo las europeas, han de eliminar, o al menos reducir de manera radical, la plétora de regulaciones que impide a los mercados ajustarse a los cambios y frenan la competitividad y la productividad. Esto no supone, como en el pasado, introducir leves cambios en el modelo socio-económico para que éste vuelva a tirar. Europa precisa revisar en su totalidad un sistema que penaliza el esfuerzo y la asunción de riesgos a favor de los buscadores de rentas.

Lo paradójico de esta situación es que son los políticos y no los mercados los que están obnubilados por el corto plazo. Todas las medidas aplicadas hasta ahora, tardías, insuficientes y, lo peor, desacertadas han pretendido salir del paso sin afrontar los problemas de fondo. Han sido y son los mercados financieros los que se han negado a aceptar soluciones que no resuelven la estabilidad económico-financiera a medio y largo plazo. Desde esta óptica, y volviendo a Obama, la política ha sido y es la fuente básica de la crisis europea y norteamericana. La idea de que era posible manipular la economía a golpe de gasto público y de regulaciones ha mostrado ser un completo fracaso. Sólo es posible superar la actual crisis con una vuelta a los principios del liberalismo económico, a la creación de un entorno de disciplina macroeconómica y de libre mercado que permita restaurar las bases del crecimiento.

Desde 2007 hasta ahora, la lamentable situación económica ha sido el resultado de un enorme y generalizado fallo de Estado. No es el capitalismo al que hay que rescatar, sino son los principios del capitalismo a los que hay que volver. El estatismo europeo y el neoestatismo norteamericano han fallado de una manera espectacular.

Lorenzo Bernaldo de Quirós es miembro del Consejo Editorial de elEconomista.

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