27 agosto, 2011

Kadafi se desahoga

   Una multitud manifiesta su apoyo a la rebelión en Libia, después de los rezos del viernes en la mezquita Jamal Abd Nasser, cerca de la Plaza Verde, en Trípoli.
Una multitud manifiesta su apoyo a la rebelión en Libia, después de los rezos del viernes en la mezquita Jamal Abd Nasser, cerca de la Plaza Verde, en Trípoli.
Francois Mori / AP

Los servicios de inteligencia de un país amigo interceptaron el monólogo que reproduzco a continuación. Según mis fuentes, en la grabación Moammar Al Kadafi se dirige a uno de los hijos tras huir de su fortaleza en Trípoli.

Las mismas fuentes me aseguran que Kadafi se encuentra en Sebha. No ha elegido su refugio al azar. Sebha es un antiguo oasis del Sahara, una ciudad del suroeste libio. Al parecer, en estos momentos se congregan en Sebha fanáticos kadafistas con el propósito de organizar la resistencia contra la OTAN y el gobierno provisional rebelde. Si mis fuentes están en lo cierto, Kadafi se ha escondido en el lugar donde intentó montar un programa libio para el desarrollo de armas nucleares. Proyecto abandonado como condición de su aceptación en el club de “gobernantes responsables”.

Me proporcionaron una traducción al inglés de una grabación en la que sólo se escucha la voz gangosa de un hombre que habla atropelladamente. Es Moammar Al Kadafi:

“Ya verás. Las tribus de Sebha, Beni Oualid, Feran, Yufra y Anwaset van a purgar la capital, van a peinarla para eliminar a las ratas. A mí no me han derrotado. Es otra mentira de esos terroristas drogados. Al contrario: la victoria nos espera. No sé lo que se habrá creído ese hinchado perro venezolano. Chávez es un cobarde. Se ha vendido a los sionistas. Ayer, cuando lo sondeé sobre la posibilidad de trasladarme a Venezuela en caso de que sucediera lo inconcebible, empezó a titubear como un comediante eunuco que hacía reír a mi abuelo. Perro traidor. Me dijo que no convenía hospedarme en Venezuela. Mira que tuvimos atenciones con ese diablo. La riqueza del pueblo libio a su disposición. Nuestra sabiduría revolucionaria. ¡Cuando se enteró que le habíamos puesto su nombre al estadio en Bengasi se echó a llorar, como una plañidera del desierto! Tratarme así a mí, a un supuesto camarada, un líder universal, un gigante reconocido de la revolución mundial. Chávez es un blandengue miserable, un impostor. Mucha diarrea verbal, pero ¿dónde está la ayuda que nos prometió? Es incapaz de arriesgarse, de enfrentarse a sus enemigos con violencia. Como lo hemos hecho nosotros, liquidando traidores, aquí y en el extranjero. Y lo seguiremos haciendo…

Ese Chávez es casi tan canalla como Berlusconi. Porque el venezolano es un oportunista disfrazado de revolucionario. En cambio con nosotros Berlusconi se portaba como un cínico abierto, un mafioso enamorado del oro.

Y también nos ha traicionado. Salvando a Gina Lollobrigida, los italianos me dan asco. No es casualidad que la sublevación de las ratas comenzó en Bengasi, donde firmamos el tratado de cooperación y amistad con los italianos. Te digo que Berlusconi ayudó a manejar la conjura. Las ratas olieron el tufo de nuestra debilidad. En nuestras renovadas relaciones con Italia, en nuestra decisión de permitir el regreso del capitalismo italiano a nuestra amada yamahiriya. En nuestra generosa compra de acciones en grandes empresas italianas, hasta en una compañía de Berlusconi. Le vendimos todo el gas, todo el petróleo que nos pedían. Nuestro mejor socio comercial. Y prometimos ponerle fin a la emigración ilegal desde el norte de Africa hacia Italia. … Mientras tanto Berlusconi fue alimentando las ratas sediciosas. Tuve que darme cuenta de su talante hipócrita cuando me besó la mano en público. Qué desagradable… Por eso el Profeta nos advierte: “no tomen a judíos y cristianos como aliados. ¿No son amigos unos de otros? Cualquiera que los coja como aliados es uno de ellos. Dios no guía a los traidores”. No le hice caso y lo he pagado caro.

Lo de los italianos no tiene nombre. Ya sé que un agente sionista, un tarugo al servicio del traidor Berlusconi, reclutó a esa bruja israelí que se hizo pasar por una prima lejana mía antes de dedicarse a crearme problemas con los palestinos diciéndole a todo el mundo que mi abuela materna y mi madre eran judías. De manera que yo también soy judío, según la infamia. Algunos malvados dicen que de un momento a otro me refugio en Israel amparado en la asquerosa Ley del Retorno. Imagínate el cuadro. El benefactor de Abu Nidal escondido en la madriguera sionista. Escribiéndole cartas de amor a Condoleezza Rice desde un kibbutz. Aprovecharían la circuncisión forzada para asesinarme.

En cuanto extermine a las ratas me voy a ocupar de esa falsa prima. Me da igual que la vieja sea una loca enferma de noventa años. Y me da igual que deba esperar varios años para ejecutar mi castigo. Mi sed de venganza no tiene fecha de caducidad…”

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