15 agosto, 2011

La ciudad de los palacios y los candidatos

Es un hecho: lo que sucede en política en el Distrito Federal tiene influencia en muchos otros puntos del país

Jorge Fernández Menéndez

Mientras la lucha por la candidatura presidencial es evidente, pero parece transcurrir por carriles, candidatos y corrientes bastante bien definidos en los tres partidos, la que se desarrolla por la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal muestra una pulverización en los partidos y los candidatos que la hacen literalmente impredecible al día de hoy.

Nada está definido en el DF y, si bien es un lugar común decir que lo que ocurra en la capital puede decidir el resultado a nivel federal (lo que no es cierto), sí es un hecho que la influencia mediática y política de lo que sucede en la Ciudad de México sí tiene influencia en muchos otros puntos del país. De otra forma no se hubiera podido explicar el peso de la candidatura de López Obrador hace seis años o, ahora, la presencia que intenta adquirir Marcelo Ebrard.

Pero, en las elecciones pasadas, en todos los partidos, existía una cierta lógica y coherencia que hoy se ha perdido a la hora de decidir candidaturas. El poder en el DF, que ha girado en torno al PRD desde 1997, ha comenzando a resquebrajarse de la misma forma que ocurrió en la etapa anterior al ciclo perredista, con el del PRI: en buena medida, por una hegemonía de poder que ha propiciado todo tipo de abusos, ha permitido el crecimiento de grupos que se mueven con amplia autonomía y que en términos partidarios no respetan las disciplinas internas. Si a eso se suma que el electorado capitalino es muy volátil, que vota por personas más que por partidos y que suele cambiar de opciones políticas en lapsos muy cortos, todo ello propicia, no sólo el surgimiento de muchos candidatos, sino también la posibilidad de acuerdos muy diferentes. En realidad, en todo esto ayuda también que la vara para medir a los presuntos candidatos se ha puesto muy baja: cuando son tantos los que quieren y sienten que pueden ser aspirantes para gobernar la capital del país, algo debe estar muy mal.

En el perredismo, la balcanización es una realidad propiciada, entre otras cosas, por la división entre los lopezobradoristas y la gente de Ebrard. Entre los nombres que suenan para la capital están el de Alejandra Barrales, la presidenta de la Asamblea Legislativa, que podría servir como una suerte de puente entre las dos grandes corrientes del partido. Está por supuesto, el secretario de Educación Pública local, Mario Delgado, el hombre que sin duda Ebrard preferiría que fuera el candidato pero que, por encima de su capacidad profesional, no termina de crecer como candidato (con Mario sucede algo similar a lo que ocurre con Cordero en el ámbito federal). Han hecho proselitismo desde Alejandro Rojas hasta Carlos Navarrete e, incluso, el procurador Miguel Ángel Mancera no sólo es señalado por algunos sectores del perredismo, sino que se dice que en torno a él podría el PRI construir alguna alternativa. Pero todo dependerá de lo que pase con la candidatura presidencial y los acuerdos o rupturas que se gesten en torno a ella.

En el PAN existe mucha confusión, porque la posibilidad de algún tipo de alianza externa, ciudadana, está más presente que nunca, sumado al hecho de que algunos de los que han figurado como precandidatos presidenciales, en caso de no obtener esa posición, podrían ser candidatos capitalinos. Esa circunstancia hace difícil que puedan terminar prosperando algunas de las muchas candidaturas que se han presentado con un perfil más local. Por eso no creo, salvo en el caso de Carlos Orvañanos o de Demetrio Sodi, que la mayoría de los que se han anotado para esa carrera (desde José Luis Luege hasta Gabriela Cuevas) puedan prosperar en el marco de los acuerdos globales que tendrá que alcanzar el panismo.

Para el PRI, repentinamente, el DF parece tan cerca de la mano que deberán ser especialmente cautos a la hora de decidir sus candidaturas. El PRI ya no tiene las bases de antaño; una demostración de esa debilidad es la actual lucha interna por la dirigencia del partido, que resulta ignorada para la ciudadanía (y en parte, qué bueno que así sea, porque la mayoría de los que se disputan esa posición son impresentables). Pero ha sorprendido que en las encuestas Beatriz Paredes tenga una mayoría tan amplia. Pero sea o no Beatriz la candidata, tendrán que construir un frente muy amplio para contrarrestar el tradicional antipriismo de la capital. En eso pueden jugar un papel clave distintos desprendimientos del PRD, como el de René Arce y Víctor Círigo, por una parte (con el ex dirigente de Alternativa Jorge Díaz Cuervo) y, por otra, el grupo que ha creado Ruth Zavaleta.

Pero sobre todo esto aún se pueden construir alianzas y opciones con personajes ajenos a los partidos, como nunca antes en la historia de la capital. El punto será saber si esos andamiajes terminan siendo aceptables en una justa presidencial que estará cortada con el cartabón más tradicional.

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