En momentos en que China intenta, de manera irregular, reequilibrar su economía, un pequeño pero creciente número de economistas chinos está comenzando a predecir tasas de crecimiento de 6% o 7%, mucho más bajas que las actuales, para los próximos años. Pero la aritmética del ajuste sugiere que el crecimiento probablemente sea todavía más bajo, quizás la mitad de ese nivel.
El crecimiento de China durante las últimas dos décadas se basó en grandes incrementos en inversiones dirigidas por el gobierno. Como consecuencia debió tener grandes superávits comerciales para absorber el exceso resultante en la capacidad manufacturera.
Esto no puede continuar. Las inversiones, especialmente en infraestructura y el sector inmobiliario, son cada vez más un derroche. Cuando Europa está en crisis, y Japón y EE.UU. tienen problemas con su deuda, la demanda de las exportaciones chinas se va a estancar.
¿China puede volver a encontrar un balance y pasar de la inversión al consumo doméstico como principal motor del crecimiento? Sí, pero con grandes dificultades. Los hogares chinos consumen sólo alrededor de 35% del Producto Interno Bruto (PIB), mucho menos que en cualquier otro país. Un desequilibrio interno tan grande no tiene precedentes históricos.
Algunos en Beijing entienden cuán desequilibrado ha sido su desarrollo. Entonces, las autoridades han dicho que intentarán incrementar el consumo hasta 50% del PIB. Incluso ese es un número; pondría a China en la parte inferior del grupo de países del este de Asia con bajo consumo.
Pero alcanzar ese objetivo es problemático, dado que requiere que el consumo de los hogares crezca cuatro puntos porcentuales más rápido que el PIB. En la última década, el consumo de los hogares chinos creció entre 7% y 8% al año, en tanto que el PIB se expandió entre 10% y 11%. Si se prevé que el PIB chino crezca entre 6% y 7%, el consumo de los hogares chinos debería incrementarse entre 10% y 11%.
Un crecimiento del consumo de tal magnitud es improbable porque poderosos factores estructurales lo dificultan. El modelo de crecimiento chino transfiere ingresos desde los hogares al sector empresarial, principalmente a través de tasas de interés artificialmente bajas. Eso reduce fuertemente los costos de financiamiento para las empresas estatales que canalizan este dinero fácil hacia mega-inversiones. El financiamiento fácil les permite a los bancos lidiar con los préstamos incobrables con comodidad.
Este financiamiento barato es posible a expensas de los depositantes. Los bajos rendimientos de los depósitos los obligan a sacrificar consumo, para ahorrar más. Esto tiene como resultado una marcada caída de la participación del consumo en el PIB. Si China va a sustituir las inversiones por el consumo como motor del crecimiento, este proceso de represión financiera tiene que ser revertido. Los hogares deben acceder a una creciente cuota del crecimiento general.
Este cambio es inevitable pero no llegará fácilmente. Las inversiones desperdiciadas y el exceso de capacidad se traducen en crecientes cantidades de deuda bancaria, lo que implica que se necesitan continuas transferencias de riqueza para que el sistema bancario siga siendo viable. Pero si los hogares continúan pagando en los próximos años como lo han hecho en el pasado, China quedará estancada en el mismo modelo.
Los precedentes históricos de este incremento de deuda son preocupantes. Todos los países en la historia moderna que han logrado varios años de crecimiento "milagroso" han tenido problemas de exceso de inversión y luego de exceso de deuda. Simplemente miren a Japón. La necesidad de resolver la deuda ha hecho que sea difícil reequilibrar la economía local y siempre ha tomado mucho más tiempo que los pronósticos más pesimistas.
Aún así, consideren el precio de demorar el cambio. Incluso si el consumo logra seguir creciendo al mismo ritmo que lo ha hecho durante la última década (cuando las condiciones en China y en el mundo eran favorables y los niveles de deuda mucho más bajos) el crecimiento del país debe enfriarse entre 3% y 4% para volver a lograr un balance. Ese es el impacto, en otras palabras, de la requerida reducción en la inversión, que deberá ser súbita y pronunciada.
En el escenario más pesimista, el crecimiento del consumo se reduce a un valor menor que en la última década —quizás debido a un crecimiento más lento del PIB— lo que hace que el rebalanceo sea todavía más difícil. La única forma de acelerar el proceso sería que el gobierno recapitalizara los bancos con activos públicos.
China tiene que tomar algunas decisiones difíciles si va a reorientar a su economía, para que su motor no sea sólo la inversión. Todos los escenarios requieren que la economía deje de crecer tan rápido como lo ha hecho. Tanto Beijing como el mundo necesitan acostumbrarse a eso.
—Pettis es profesor de finanzas de la Universidad Peking un investigador del Carnegie Endowment.
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