18 agosto, 2011

“La verdad soy yo”

“La verdad soy yo”

Ayer fue evidente que Javier Sicilia se comporta igual —en forma idéntica— a los políticos mexicanos, sean azules, amarillos o tricolores

Ricardo Alemán

Mientras ninguna autoridad —la de Cuernavaca, la de Morelos y la federal— parece interesada en investigar el asesinato del futbolista Ignacio Flores y la desaparición de la investigadora universitaria Yadira Dávila, los familiares de esas víctimas tampoco reciben el menor apoyo de los grupos que, junto con Javier Sicilia, hicieron de Morelos la cuna de su movimiento social.

Poco o nada queda de esa organización social que dizque nació para que no se repitiera la impunidad de que fue víctima, durante semanas, el hijo de Sicilia. Y es que, como todos saben, gracias a la protesta social que se produjo inicialmente en Morelos, el asesinato de Sicilia fue aclarado casi en su totalidad, y buena parte de los responsables están en prisión.

Sin embargo, ni el señor Sicilia ni su movimiento —y no se diga las autoridades del municipio de Cuernavaca, las del estado de Morelos o las instancias federales— mueven un dedo para que se investiguen y aclaren el asesinato del futbolista Ignacio Flores y el secuestro de la investigadora y profesora de ciencias genómicas Yadira Dávila. Por eso la pregunta. ¿Qué está pasando?

Ocurre con el movimiento social que encabeza el señor Javier Sicilia lo mismo que ha sucedido con muchos de los movimientos sociales mexicanos. Es decir que, muy pronto, los líderes de esos movimientos olvidan el origen de su causa —y en no pocas ocasiones olvidan la causa misma— y se empalagan en las alturas del poder político, de la fuerza del poder mediático y, al final de cuentas, se comportan igual que uno más de los integrantes de esa clase política a la que criticaron.

Y, a querer o no, lo quieran aceptar o no los fanáticos que queman incienso “a los Sicilia” de temporal, lo cierto es que el señor Javier Sicilia ya se alejó “de la gente a la que de manera arrogante dice representar”. Ayer mismo, cuando, desesperados, los parientes del futbolista asesinado y de la profesora desaparecida buscaban respuestas en Morelos o en Cuernavaca, el señor Sicilia “dialogaba” con sus iguales, los diputados y senadores. ¿Y saben cuándo ha visitado a los familiares del futbolista y de la profesora? Nunca.

En cambio, el poeta Sicilia anda en lo suyo: en la fama mediática, en la influencia política y, claro, en la soberbia que le hace suponer que él y sólo él tiene la verdad absoluta. ¿Por qué?

Porque ayer mismo fue evidente que Javier Sicilia se comporta igual —en forma idéntica— a los políticos mexicanos, sean azules, amarillos o tricolores. Y es que, luego de los primeros contactos de Sicilia con otras organizaciones civiles —para que de manera conjunta empujen todas las reformas a la legislación sobre seguridad y contra la violencia—, los grupos que presiden Alejandro Martí, Isabel Miranda de Wallace y María Elena Morera, entre otros, prefirieron seguir su propia ruta, alejada del poeta. ¿La razón? Que Sicilia y los suyos argumentan que ellos son la verdad. “La verdad soy yo”.

Es decir, que se creen poseedores de la verdad absoluta, de la única razón válida, de la luz divina, y parecen incapaces de reconocer que otras opiniones son igualmente valiosas, importantes, dignas de tomarse en cuenta y, claro, de ser debatidas. Y detrás de quienes no comparten el punto de vista y la razón de Sicilia, viene la cauda de intolerantes que califican de “vendidos”, “gobiernistas”, “traidores”, y hasta “vendepatrias”, a todos los que se atreven a cuestionar al señor Sicilia.

Y del desencuentro entre organizaciones sociales —además de quedar exhibida la naturaleza humana, las mezquindades vulgares y la carencia de cultura democrática y de tolerancia—, quedaron algunas frases que ya son parte de la memoria que ejemplifica la medianía social.

Dijo Fernando Martí. “Aprendamos a dialogar sin sabotear”.

Y es que, amparado en su fuerza mediática —que obligó a los poderes Ejecutivo y Legislativo a rendirse ante sus ocurrencias—, Javier Sicilia sólo ha escuchado a una parte de los interesados en el complejo tema de la violencia y la inseguridad y, sin más, descalificó la iniciativa de Ley de Seguridad Nacional. Pero cuando se enfrentó a otros líderes sociales, éstos lo dejaron callado. Dijo la señora Wallace: gritan y gritan, “pero hasta ahora nadie nos ha podido demostrar dónde se violan los derechos humanos”. Y nadie hace nada por esclarecer los nuevos crímenes en Morelos.

EN EL CAMINO

Se prenden los focos rojos en el PRI. ¿Por qué? Porque todo indica que se busca unidad al precio que sea.

No hay comentarios.: