Ante las actuales circunstancias de enormes turbulencias financieras internacionales, no resulta tan ociosa la pregunta de quién de los que ahora aspira a gobernar el país tiene entre su equipo a las personas capaces de llevar apropiadamente las finanzas de México.
Está claro que la izquierda, como la vemos en este momento, tiene una enorme carencia de cuadros adecuadamente preparados para conducir las finanzas del país. Eso se nota en los manejos locales de las finanzas de muchas de las entidades gobernadas por el PRD, pero también está claro cuando a los que suspiran por la Presidencia se les ocurre hablar sobre qué habrían hecho en estos tiempos de crisis.
El problema no es por la falta de cuadros preparados en México para llevar a cabo una buena labor de administración de las finanzas y la economía nacionales. Afortunadamente, este país tiene una muy buena generación de técnicos, curtidos a golpes por las crisis, que pueden responder apropiadamente ante situaciones adversas.
El problema es cuando los expertos se encuentran con la visión política que les impone un criterio populista como rector de su forma de actuar.
La mejor generación de expertos en economía y finanzas se forjó al calor de las difíciles renegociaciones de la deuda externa mexicana. De ahí salieron muchos de los funcionarios que durante las dos últimas décadas recompusieron las cuentas de México.
La camada más joven de técnicos, o tecnócratas como gustan decir sus detractores, son alumnos de aquellos expertos.
Podrá Ernesto Cordero no gustar como suspirante a la Presidencia, pero hasta sus opositores deben darle el mérito de ser eficiente en su trabajo en estos tiempos. Claro que el Secretario es solamente un coordinador de un gran equipo muy capaz.
Entre los priístas también hay gente altamente preparada. Aunque en esa bipolaridad entre lo revolucionario y lo institucional hay muchos tricolores que piensan que no hay mejor modelo aplicable en México que el de los años 70.
Otros más tienen un estilo muy eficiente y reconocido de manejar los recursos y la política. Vamos, al final del día los perfiles de los economistas blanquiazules y tricolores pueden ser más similares.
Aquí es donde debe estallar el grito de los grupos de la izquierda más radical, diciendo que es obvio que se parecen si son la misma camada de tecnócratas vendepatrias que diseñaron el Fobaproa y que han provocado el empobrecimiento nacional.
Ahora, una cosa es que al menos dos de los tres principales partidos políticos tengan probada experiencia en el manejo de las finanzas públicas y otra muy diferente es que quieran mostrarse responsables en esa labor. Ya no estamos tan lejos de ver a nuestra clase política en acción discutiendo el paquete económico del próximo año.
Todo debe partir de un documento base que tiene que hacer llegar la Secretaría de Hacienda antes de un mes al Congreso, donde defina los criterios generales de lo que espera para el próximo año.
Es como fijar el terreno donde se va a construir la Ley de Ingresos y el Presupuesto de Egresos del próximo año.
Estimaciones del crecimiento, la inflación, el tipo de cambio, el precio del petróleo. Todos, cálculos elaborados por los técnicos de Hacienda que, como están las cosas, tendrán que recurrir a videntes o tarotistas para tratar de atinar en sus estimaciones.
Con esa base, entonces sí a discutir ingresos y gastos. Va a ser un jaloneo político muy parecido al de Estados Unidos, en donde demócratas y republicanos pusieron como punto de partida sus visiones electorales para tomar decisiones.
Unos querrán amarrar las manos del gobierno federal en año electoral y otros querrán que se pueda notar al máximo la recuperación económica esperada para el próximo año.
Sin duda que los episodios de volatilidad que vivimos en estos días han regresado a la atención de la gente el tema económico como uno central al momento de elegir a sus gobernantes. Y ahí, la verdad es que no todos pueden con ese trabajo.
La primera piedra
No es tan descabellado pensar que si la economía empeora, sus expectativas de crecimiento para éste y el próximo año y si la inflación está en niveles aceptables para las características de la economía mexicana, pudieran bajar las tasas de interés.
Si la Reserva Federal se dio dos años antes de pensar en subir tasas, ¿por qué no el Banco de México podría relajar un poco su política monetaria?
Como sea, fue Agustín Carstens quien le dijo al entonces Gobernador del Banxico, Guillermo Ortiz, que la inflación baja y la actividad económica deprimida daban margen para bajar las tasas. Hoy se cumplen las dos condiciones como para no descartar una baja de los tipos de interés en México.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario