17 agosto, 2011

Sobre la foto de un decapitado

Esta discusión de qué publicar y qué no sigue hasta el día de hoy en los medios. No es un tema fácil...

Leo Zuckermann

Sé que no es elegante ni caballeroso criticar a un periódico desde otro. Sin embargo, voy a hacerlo porque creo que la ocasión lo amerita. A título personal, quiero expresar mi disgusto por la decisión de Reforma de publicar la foto de un decapitado en su edición de ayer.

Ciertamente la escondieron en la última página de la sección “Ciudad”, a la que no llegan muchos lectores. Pero ahí está. Al alcance, por ejemplo, de cualquier hijo curioso de un lector de este diario. Por mi parte tuve que tirar el periódico a la basura para que mis hijos no pudieran encontrarla. Pero, cuando salimos a la calle, la encontramos en varios camellones. Estaba en la portada del tabloide Metro que publica el mismo grupo editorial. Esa foto ya no había manera de esconderla a niños que venían en los coches.

Sólo queda especular qué efectos pueda tener en un infante. Si a uno, como adulto, lo perturban, pues imagine usted a un niño. Yo, por más que trato, no puedo quitarme la fotografía de la cabeza. Y eso me produce mucho coraje porque precisamente era lo que querían los criminales que colgaron el cuerpo decapitado en un puente en Interlomas. Se salieron con la suya al crear terror de esta manera. Resulta increíble que un periódico serio como Reforma les haga el juego a estos terroristas. ¿Qué ganan? ¿Vender más periódicos?

Lo digo con la misma convicción como cuando critiqué a mi propio periódico, Excélsior, hace unos años. Nuestro diario había publicado un calcinado de Tijuana en su primera plana. Otra imagen de terror. Tan perturbadora y aterradora como la del decapitado de Interlomas. Al ver aquella foto, recordé que el 11 de septiembre de 2001 las cadenas de televisión de Estados Unidos se habían abstenido de presentar ciertas imágenes de lo que estaba sucediendo en el World Trade Center de Nueva York. De gente tirándose al vacío, por ejemplo. La razón: no hacerles el caldo más gordo a los terroristas.

En aquel entonces, llamé al director editorial de Excélsior para que me explicara la decisión de publicar la foto del calcinado. Con la apertura, generosidad y paciencia que lo caracteriza, Pascal Beltrán del Río me dijo que no había un “impulso o deseo de recurrir al sensacionalismo”. La imagen había sido considerada periodística para mantener informados a los lectores de una realidad cruel: “Para que puedan conocer en todo su contexto una nueva modalidad dentro de la guerra desatada por el narco, la de calcinar cadáveres”.

Esta discusión de qué publicar y qué no sigue hasta el día de hoy en los medios. Sobre todo en la medida en que se ha acrecentado el número de muertos y la violencia con la que se mata. No es un tema fácil. Todo medio tiene que equilibrar el valor de informar a su público de una realidad, por más cruda que sea, pero también desincentivar que los criminales decapiten para enviar mensajes que cualquiera de nosotros, si quisiéramos comprar un espacio en el periódico, tendríamos que pagar.

Por eso celebro que Excélsior, a diferencia de Reforma, haya firmado el “Acuerdo para la Cobertura Informativa de la Violencia”. México está viviendo una situación extraordinaria. La violencia se ha incrementado cuantitativa y cualitativamente. Este Acuerdo es un ejercicio voluntario de autorregulación de los medios ante lo extraordinario de la situación. Los firmantes nos hemos comprometido, entre otras cosas, a evitar convertirnos “en voceros involuntarios de la delincuencia organizada” lo cual implica “omitir y desechar información que provenga de los grupos criminales con propósitos propagandísticos”. En este sentido, creo que Reforma se equivocó al publicar la foto del decapitado de Interlomas. También pienso que este grupo editorial debería firmar el Acuerdo mencionado. Muchos de sus lectores se lo agradeceríamos.

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