21 septiembre, 2011

¿Adiós al petróleo?

Héctor Aguilar Camín

The New York Times de ayer publicó una noticia que no sé si es muy mala o muy buena para México. Consiste en que nuestro continente está en camino de certificar y explotar reservas petroleras de tal tamaño que podrían independizarlo del petróleo árabe.


Los brasileños se disponen a convertirse para el fin de la década en un país que produce 5.5 millones de barriles diarios, tanto como Irán, para lograrlo harán una inversión total de 200 mil millones de dólares.


La producción de Colombia crece tan rápido que está cerca de la de Argelia y pronto igualará la de la Libia anterior a la guerra. Exxon Mobil ha hecho en Argentina los descubrimientos más grandes desde los años 80. Una compañía china está por iniciar la perforación en aguas cubanas.


Canadá está creando decenas de miles de empleos en sus nuevos campos petroleros (oil sands) y podrá doblar su producción para 2020, llegando hasta 3 millones de barriles diarios.


Nuevas técnicas de perforación estadunidenses han empezado a rendir, en una formación pizarrosa de North Dakota, similar a otras de Texas, 400 mil barriles diarios.


“Este es un cambio histórico que recuerda la época anterior a la Segunda Guerra Mundial cuando Estados Unidos y sus vecinos hemisféricos eran la principal fuente del petróleo mundial”, dice Daniel Yerguin, un historiador especializado en el tema (“New Fields May Propel Americas to Top of Oil Companies’ Lists”, September 19, 2011).


¿Dónde están México y Venezuela en este cuadro de abundancias futuras de nuestro continente americano?

Fundamentalmente están fuera del cuadro, dice Simon Romero, autor del reportaje, retenidos en arraigadas visiones nacionalistas.


La mala noticia de todo esto, desde luego, es que, mientras todo mundo descubre, certifica y se dispone a explotar en las siguientes décadas nuevas, enormes, reservas de petróleo, México está en condiciones sólo de reponer o crecer marginalmente las que tiene (lo cual no es poco, hay que decirlo, en las condiciones lamentables de burocracia e ineficiencia a que las leyes vigentes condenan a Pemex).


La buena noticia es que cuando la providencial riqueza petrolera de México deje de existir, acaso el país se aplique a generar la verdadera riqueza de los pueblos, que es la productividad económica, con o sin petróleo.


El petróleo ha sido muchos años el alcahuete de nuestra improductividad, específicamente en materia fiscal, pues la hacienda pública mexicana sin el exorbitante descuento que hace de la renta petrolera sería un desastre impresentable.


Lo será si seguimos así y eso podrá ser al principio una maldición, pero al final, quizá, una bendición para México.

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