Está claro que los lopezobradoristas nunca iban a renunciar a la ubre del GDF, porque serán desleales y vividores, pero no tarugos
Ricardo AlemánSólo era cuestión de tiempo. Y como no hay plazo que no se cumpla, finalmente empezó la guerra político-electoral entre Marcelo Ebrard y Andrés Manuel López Obrador, los aventajados presidenciables de la llamada izquierda mexicana.
Y es que cuando el jefe de Gobierno despidió ayer de su cargo a Martí Batres —cardenal de AMLO que puso al servicio del tabasqueño la poderosa Secretaría de Desarrollo Social del DF—, en realidad Ebrard empezó a limpiar su casa de enemigos. ¿Por qué? Por eso, porque en su propia casa vivían algunos de sus peores adversarios.
Pero la gran interrogante es si no tomó esa decisión demasiado tarde. Porque todos saben que no pocas dependencias del GDF están en manos de políticos y servidores públicos que trabajan contra Ebrard; son incondicionales de Andrés Manuel López Obrador y, peor aún, canalizan recursos de todo tipo para la guerra contra Ebrard.
Por eso resultó contundente el argumento esgrimido tanto por Marcelo Ebrard como por su secretario de Gobierno, José Ángel Ávila: que se vayan de esa Jefatura los que no estén de acuerdo, que no estén a gusto o no crean en el gobierno de Ebrard. En pocas palabras, que el jefe de Gobierno apeló a un criterio elemental en la política: el de la congruencia entre decir y hacer.
Es decir, que todos aquellos que viven del presupuesto del GDF —que encabeza Ebrard—, pero que son parte del proyecto político de AMLO, deben ser congruentes y renunciar a sus cargos en el gobierno capitalino. Lo que al parecer nunca entendió Marcelo es que la deslealtad nunca puede ser madre de la congruencia.
Pero, además, está claro que los lopezobradoristas nunca iban a renunciar a la ubre del GDF, porque serán desleales y vividores, pero no tarugos. Por eso, el jefe de Gobierno tomó la decisión de despedir al más beligerante de ellos, a Martí Batres, cabeza del grupo político que, por años, ha combatido a Marcelo Ebrard desde su propia casa. Pero, además, si existiera congruencia y honestidad entre los lopezobradoristas que trabajan en el GDF —y que, al mismo tiempo, combaten a Ebrard—, entonces serían decenas los que debían salir. ¿Pero cuál fue la gota que derramó el vaso de las traiciones y las conspiraciones contra Marcelo?
La razón más visible es que Batres despotricó contra su jefe, Marcelo Ebrard, porque cometió la herejía de saludar de mano —durante el V Informe de Gobierno— a Felipe Calderón. A partir de un gesto elemental de cortesía como ése —para los inciviles de la corte de AMLO es un pecado mayor—, Batres se escandalizó, puso el grito en el cielo y, locuaz como pocos, emprendió una campaña de linchamiento contra el jefe de Gobierno.
Lo curioso del caso es que Batres actuó como si se supiera impune, intocable, y como si estuviera seguro de que Marcelo aguantaría todo el tiempo todo el lodazal lanzado en su contra. Lo que al parecer nunca entendió Batres es que, en las horas previas a que lo despidieran de su cargo, desde distintos frentes, el lopezobradorismo inició una feroz embestida contra Marcelo Ebrard. En otras palabras, que le cargaron el caballo al jefe de Gobierno y, literalmente, se les pasó la mano. ¿Y cuáles son esos embates contra Ebrard?
1. Que el cacique y dueño del Partido del Trabajo, Alberto Anaya, declaró que, sin importar el resultado de una encuesta para seleccionar al candidato presidencial de la izquierda, el PT postularía como su candidato a Andrés Manuel López Obrador.
2. Que desde sus respectivas trincheras, tanto Martí Batres como Dolores Padierna —la esposa de René Bejarano—, entre otros acólitos de AMLO, echaron a caminar la especie de que Marcelo Ebrard “es un traidor”, porque saludó de mano a Felipe Calderón, durante el mensaje del 2 de septiembre.
3. Que en su primera plana del pasado sábado, el diario La Jornada —el medio de difusión oficial de la candidatura presidencial de AMLO— exhibió un fotomontaje en donde hace aparecer a Marcelo Ebrard como parte de “la mafia del poder”, ya que se le presenta en “alegre chorcha” con Enrique Peña Nieto, Ernesto Cordero, Javier Lozano y otros políticos que, según el mesías tropical, son lo más parecido al diablo.
4. Y que, por presiones de AMLO, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación tiró todo el tinglado del PRD —incluido el acuerdo para la selección del candidato presidencial—, con lo que dejó colgados de la brocha todos los acuerdos entre las izquierdas.
Sólo falta saber si, a la mera hora, Marcelo no recula. Al tiempo.
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