19 septiembre, 2011

Argentina… una trágica comedia

Hola papá… ¿qué hacés escri­biendo? Son­río, mi hija entra como una tromba car­gada de libros y de oje­ras. Se le adi­vina en la cara ese largo día en la facu.

Le miro la cara mien­tras nos damos un beso. En ver­dad me hace feliz verla con esa cara de can­sada que reco­nozco feliz. Es la fuerza de la voca­ción. Y la voca­ción es un poco como el amor, cuando uno tiene la dicha de des­cu­brir su voca­ción o de encon­trar el amor, la feli­ci­dad es casi inelu­di­ble. Pero me estoy yendo por las ramas… pues decía que en ver­dad ahora que me lo pre­gunta mi hija, tam­bién me lo pre­gunto yo. Es muy cierto que no tengo idea qué hago hoy escri­biendo en esta noche en que la ciu­dad parece haberse recon­ci­liado casi defi­ni­ti­va­mente con la pri­ma­vera.

Ah claro, eso, la voca­ción. Mis ganas de escri­bir con­tra viento y marea. Mis ganas de sor­tear mil esco­llos para hacer lo que me más me gusta. Mis deli­rios de qui­tar­les horas y horas al sueño solo por esta voca­ción de escri­bir y arro­jar escri­tos como bote­llas al mar.

Y sí, si lo pen­sara sin la voca­ción, ten­dría que cerrar la compu­tadora y andar cami­nando las calles ya hen­chi­das de aro­mas pri­ma­ve­ra­les. Pobla­das de Jaz­mi­nes que rebo­zan, de flo­res que se des­pe­re­zan en mil colo­res en cada rin­cón de cada plaza y de cada ven­tana y de cada can­tero. De árbo­les que comien­zan a ves­tirse, ahora con una extraña prisa. De gen­tes que se ani­man sin cul­pas a mos­trar bra­zos y pier­nas tras un invierno empe­ñado en escon­der pieles.

Allí afuera, el mundo se pre­para para la pri­ma­vera, y yo acá entre cua­tro paredes.

Ahora que apro­ve­cho ese café bien negro que me enerva las entra­ñas hasta encen­der por un buen rato los ojos can­sa­dos que recla­man sueño, digo, que apro­ve­cho y releo lo que acabo de escri­bir, me digo que tal vez deba dejar de lado la reali­dad yerma y ponerme a escri­bir sobre flo­res y primaveras.

Digo, por­que las noti­cias repi­que­tean las mis­mas diez cosas cal­ca­das. Y mañana serán otras diez y la semana que viene otras más. Curiosa sin­cro­nía de noti­cias la de cada día por estos lares… todos detrás de las mis­mas cal­ca­das diez noti­cias de entre millo­nes. Como esos virus fero­ces que arre­me­ten con­tra todo… y ter­mi­nan por inva­dirlo todo, así se com­por­tan los medio de este lado del mundo para con las noticias.

Un enve­je­cido Car­los Menem escu­cha la sen­ten­cia que anun­cia su abso­lu­ción. Don Car­los Menem son­ríe con una mueca. Desde hace un tiempo que se viene des­co­ciendo en elo­gios a la pre­si­denta Cris­tina como con­juro. Car­los Menem no rezonga ni reso­pla de ali­vio. Ape­nas una mueca pare­cida a una son­risa sobra­dora. Si hubiera sido el hom­bre todo­po­de­roso de los ochenta, seguro que ante el ase­dio de medios que le pide unas pala­bras, don Car­los hubiera son­reído con la geta tor­cida, se hubiera parado con las dos manos en los bol­si­llos de su pan­ta­lón y con esa tonada rio­jana tan com­pra­dora hubiese dicho: “Síganla… no los va a defrau­dar”. Car­los se jugó y ahí está. Crease o no… sin culpas.

Acá la jus­ti­cia es para los de otra cate­go­ría. Es para el pobre fle­tero que llevó unos mue­bles de una casa donde un tes­tigo de sos­pe­chosa iden­ti­dad reser­vada dice que estuvo Candela.

Cris­tina en Fran­cia paseando su luto y actuando llan­tos sobre­ac­tuado. Aquí siete muer­tos y dos­cien­tos heri­dos en una tra­ge­dia de esas que cada tanto se reedi­tan en una Argen­tina acos­tum­brada a la muerte imbé­cil. A la tra­ge­dia inútil.

A veces cuando uno toma un poco dis­tan­cia de las cosas y de las tra­ge­dias y puede ver un poco en pers­pec­tiva… digo, una barrera que no fun­ciona en toda la noche, un guar­da­ba­rrera que se va sin dejar un relevo… autos motos camio­nes colec­ti­vos y gen­tes que asu­men que la barrera no anda y arre­me­ten teme­ra­rios. Tre­nes obso­le­tos en vías con escaso man­te­ni­miento. Bole­tos a un peso, una tarifa irri­so­ria que el gobierno nacio­nal y popu­lar intenta enmas­ca­rar con sub­si­dios millo­na­rios que nadie controla.

Todo un extenso rosa­rio de negli­gen­cias, nece­da­des, irra­cio­na­li­dad y corrup­ción que no puede no ter­mi­nar en una tragedia.

Rara Argen­tina de prio­ri­da­des raras. Cáma­ras de video de última gene­ra­ción gra­ban con lujo de deta­lles la imbe­ci­li­dad de todos noso­tros ante las nor­mas, y la muerte en tre­nes obso­le­tos. Miles de cáma­ras de segu­ri­dad de última gene­ra­ción como ven­ta­nas en alta defi­ni­ción hacia una reali­dad ter­cer­mun­dista. El reino de las prio­ri­da­des al revés.

En la esquina misma de la tra­ge­dia, un car­tel inmenso del gobierno nacio­nal anun­ciando el sote­rra­miento de las vías. La ima­gen es digna de una pelí­cula de Fellini.

Y ahora las muer­tes absur­das. Absur­das por evi­ta­bles. Y ahora las fami­lias des­tro­za­das para siem­pre. Y ahora los de siem­pre ras­gán­dose las ves­ti­du­ras y ahora el comienzo del juego del gran bonete. Yo no fui. El no fue. Nadie fue.
Por más que min­ta­mos hacia afuera… noso­tros bien sabe­mos que fui­mos todos. Que somos todos cóm­pli­ces de este tipo de tragedias.

Ser­gio Scho­cklen­der pren­dió el ven­ti­la­dor y ven­tila cosas tan obvias que nadie siquiera pega un grito. Por un diez por cierto de lo que denun­cia Scho­cklen­der, un gobierno serio en un país serio ten­dría que dar muchas expli­ca­cio­nes. Pero esta­mos en Argen­tina y ahora Ser­gio Scho­cklen­der es para los segui­do­res del gobierno todas las cosas que yo escribí en esta columna durante muchos años. No quiero ima­gi­nar cómo será la corrup­ción en las altas esfe­ras para que Scho­cklen­der las denun­cie asom­brado. Robo para la Korona.

Pen­sar que hasta hace unos meses Ser­gio era el hijo pre­di­lecto de la madre putativa de “todos los argen­ti­nos”. El jefe de gabi­nete des­acre­dita a Scho­cklen­der como tes­tigo en base a su pron­tua­rio. Lo extraño es que con ese mismo pron­tua­rio hasta hace unos meses mane­jaba junto a Hebe de Bona­fini una bille­tera esta­tal de casi ocho­cien­tos millo­nes de pesos.

Supongo que en un país donde en los supues­tos “jui­cios por la ver­dad” fue­ron tes­ti­gos los ase­si­nos de Larra­bure, Viola, Ibar­zá­bal, Sacheri, Villar y tan­tos otros… tam­bién puede cali­fi­car de tes­tigo un per­so­naje como Scho­cklen­der, tan sinies­tro como los otros.

En fin, otra vez el café en mi gar­ganta que me estre­mece las entra­ñas hasta abrirme los ojos. Otra vez repaso las letras… y sí, defi­ni­ti­va­mente ten­dría que estar dis­fru­tando la pri­ma­vera con otros sen­ti­dos allá afuera donde la natu­ra­leza pre­para su fiesta.

Es mar­tes, no te cases ni te embar­ques repe­tía mi abue­lita, que vivió mitad de su vida espe­rando a que mi abuelo reca­lara en su puerto. Es mar­tes y es 13. Y todos sabe­mos lo que eso sig­ni­fica. Vuelo a son­reír… hace unos años Nés­tor Kir­ch­ner se tocó los tes­tícu­los cuando Car­los Menem pasó junto a él en el Senado de la Nación.
Y curio­sa­mente hoy mar­tes 13 Car­los Menem resulta absuelto de culpa y cargo por la jus­ti­cia kir­ch­ne­rista… mien­tras aquél del con­juro tes­ti­cu­lar yace espe­rando mausoleo.

Así son las cosas… que el Dalai Lama anduvo por entre noso­tros y ni Macri ni Cris­tina se ani­ma­ron a reci­birlo. China es poten­cia y com­pra el yuyito al por mayor. Y China tiene la cos­tum­bre de cas­ti­gar a quie­nes osan dis­tin­guir al Dalai Lama.

Al final ese yuyito mágico lla­mado soja, man­tiene a Cris en su nube… y a los mucha­chos del campo cie­gos sor­dos mudos… y ricos.

Abrazo.

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