22 septiembre, 2011

Cómo empezó la “Gran Guerra”

Por Anders Mikkelsen.

Albert Jay Nock escribió uno de los primeros libros estadounidenses del revisionismo de la Primera Guerra Mundial (revisando la historia recibido de por qué empezó la Primera Guerra Mundial). Como amante de la historia, lo que encuentro particularmente fascinante de este libro The Myth of a Guilty Nation no es el gran contraste que hace Nock entre dos visiones completamente distintas del origen de la guerra. Lo que “todos sabían” acerca de los orígenes de la Gran Guerra en ese momento es bastante distinto de los “todos saben” ahora.

La idea común estadounidense era que Alemania era la responsable de la guerra. Nada menos que un personaje como David Lloyd George declaraba:

¿Para qué estamos luchando? Para derrotar a la conspiración más peligrosa nunca ideada contra la libertad de las naciones; planeada cuidadosa, hábil, insidiosa y clandestinamente con todo detalle con una determinación implacable y cínica.

Leyendo el libro empezamos viendo lo diferentemente que veía la gente el origen de la guerra en ese tiempo, especialmente en Estados Unidos. Desde la Primera Guerra Mundial los revisionistas ganaron muchas de las batallas, la Primera Guerra Mundial normalmente se ve hoy más como una tragedia, un desastre absurdo, el efecto de la diplomacia secreta, el militarismo generalizado, etc. Por tanto, hoy el lector no es consciente de cuántos estadounidenses entendieron la guerra como resultado únicamente de una conspiración alemana por el botín. Aunque hoy sabemos que Europa era un campo armado, la propaganda pro-aliada afirmaba que Europa no estaba preparada para la guerra. Nock hace consciente al lector del alto grado de mentiras que utilizaron continuamente los políticos aliados para echar la culpa a Alemania y justificar la guerra, o al menos de historias sin relación con la verdad. No sorprende que Hitler encontrara tan inspiradora a la propaganda británica. De hecho el relato de aquel entonces sonaba como si Alemania estuviera tratando de invadir Europa de la forma en que lo hizo temporalmente Hitler unas pocas décadas después.

Lo que trae a colación Nock es el grado en que la Primera Guerra Mundial puede verse como todo lo contrario a una conspiración de Alemania. Si hubo una conspiración, la hubo por parte de los poderes aliados de la Entente. En buena medida se produjo por causa de los cargos del estado, cuyo deseo de paz estaba fatalmente socavado por sus ambiciones imperialistas.

Deberíamos primero notar que Nock también indica cuántos partidos poderosos querían sencillamente la paz. Sin embargo, pequeños partidos poderosos en Francia, Gran Bretaña y Rusia presionaban por la guerra y firmaban tratados secretos entre ellos. Como ha apuntado Ralph Raico, la política exterior inglesa estaba dominada por una pequeña camarilla secreta no más responsable ante el Parlamento y el pueblo que una dictadura como la Alemania nazi. Quienes conocían las obligaciones secretas de Inglaterra mintieron al Parlamento y negaron su existencia.

Como demuestra Nock, la política exterior inglesa francesa y rusa se dirigía contra Alemania y Austria-Hungría y el gasto militar era bastante grande, mucho mayor que el de Alemania y Austria-Hungría. Las tres tenían camarillas poderosas que eran agresivas hacia los Poderes Centrales. Estaban ligadas por tratados secretos, aunque esta alianza no era reconocida públicamente.

En el libro de Nock, esto es aproximadamente lo que ocurrió para empezar la Primera Guerra Mundial: Serbia y los Balcanes tenían una política exterior dominada por Rusia. Los asesinos del Archiduque Fernando estaban relacionados con la camarilla rusa a favor de la guerra. Rusia había estando haciendo “pruebas” de movilización desde la primavera de 1914 y solo su ejército era igual al de Alemania y Austria-Hungría juntos. Rusia tenía un tratado secreto con Francia que obligaba a Francia a apoyar a Rusia si ésta se movilizaba e iba a la guerra. Reino Unidos tenía un tratado secreto con Francia que le obligaba a apoyar a Francia durante la guerra y, en un grado mucho más pequeño pero importante, a Rusia. Unidas por tratados secretos, las tres potencias se encontraron metidas en la guerra. Alemania se vio rodeada por un número superior de fuerzas. (Por tanto tenía que derrotar a Francia y Rusia en batallas decisivas antes de sucumbir en una guerra de desgaste).

El asesinato del Archiduque Fernando, oportuno para las camarillas pro-bélicas de la Entente, encendió la mecha del barril de pólvora de una guerra europea generalizada de Francia, Rusia e Inglaterra contra Alemania y Austria-Hungría.

Para las fuentes, Nock hace un gran uso de la correspondencia diplomática belga, que muestra pocas evidencias de agresión alemana. La Unión Soviética también hizo públicos muchos documentos secretos embarazosos de los archivos zaristas. Nock recomienda altamente las obras revisionistas de la Primera Guerra Mundial de los liberales ingleses Francis Neilson y E.D. Morel. (How Diplomats Make War de Neilson es dura de leer, mientras que Nock es pan comido. Neilson se centra más en como los diplomáticos ingleses y de otras naciones crearon incertidumbre). También debería apuntarse que Nock muestra evidencias de que la neutralidad belga era una hoja de parra para justificar la impopular implicación de Reino Unido.

Al tener documentación de una presión para la guerra por camarillas en Rusia, Francia e Inglaterra, Nock demuestra que las camarillas pro-bélicas en esos países al menos tuvieron éxito en conspirar para la guerra.

Lo que hace que leer este libro merezca la pena no es que sea la mejor explicación de la Primera Guerra Mundial. Merece la pena ver cómo pequeños grupos de cargos del estado se dedicaron a acciones secretas que llevaron a una guerra catastrófica y vivieron continuamente todo el proceso para conseguirse cobertura ideológica. Lo que fascina es el gran contraste que hace Nock entre dos visiones completamente distintas del origen de la guerra. Aunque la historia y la realidad parecen establecidas y conocidas, la gente en tiempos distintos tiene comprensiones radicalmente diferentes de exactamente los mismos acontecimientos.

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