En unas horas, iniciará su periplo en busca de la candidatura presidencial del PRI y, como consecuencia, el regreso priista al poder.
Ricardo AlemánEn pocas horas, Enrique Peña Nieto habrá concluido su gestión al frente del gobierno mexiquense. Horas después, arrancará su periplo en busca de la candidatura presidencial del PRI y, como consecuencia, por el regreso del priismo al poder presidencial.
Como todos saben, todas las encuestas colocan hoy a Peña Nieto como el más aventajado de los aspirantes presidenciales de todos los partidos. Más aún, si hoy se realizara la elección presidencial, sin duda el vencedor sería Peña Nieto. Sin embargo, faltan poco menos de diez meses para el 1 de julio de 2012 y, a querer o no, muchas cosas pueden pasar, sobre todo en el PRI.
Y viene a cuento la observación porque, a pesar de lo que dicen las encuestas en torno al gobernador y ex gobernador mexiquense —se le debe dar el doble carácter, porque hasta el mediodía de hoy será gobernador y luego de esa hora será ex gobernador—, en el PRI se han prendido los focos rojos que, de no ser atendidos y apagados a tiempo, podrían terminar en tragedia.
El primero de esos focos rojos se llama Eruviel Ávila, el flamante gobernador mexiquense y sucesor de Peña Nieto, cuya selección como candidato resultó todo un éxito para Peña Nieto. Y, en efecto, el ex alcalde de Ecatepec, no sólo era el mejor candidato, sino que fue la mejor decisión. Ganó la elección de manera arrolladora y no requirió más que una dosis elemental de pragmatismo, para llevarse el triunfo. Hoy Eruviel Ávila ya es gobernador mexiquense, pero aún tiene nerviosos a algunos. ¿Y qué quiere decir eso?
Que nadie sabe qué clase de gobernador va a resultar: si estará a la altura de las expectativas que despertó su candidatura, si será capaz de entender el papel que va a jugar en los próximos diez meses —en tanto gobernador de la entidad más poblada del país, en tanto cerco geográfico, poblacional, industrial y político del DF, y en tanto sucesor de Peña Nieto— y si podrá con el paquete de “estirar la cobija mexiquense” hasta el Distrito Federal, bastión fundamental para Peña Nieto.
En realidad el gobernador Eruviel Ávila tiene una carga formidable sobre sus espaldas, cuando el candidato presidencial es el primer mexiquense que tendrá la posibilidad real del regreso del PRI a Los Pinos. ¿Estará a la altura de esa responsabilidad el gobernador Ávila? ¿Es cierto o falso que el sucesor de Peña Nieto podrá ser un lastre para las aspiraciones de Peña Nieto? Muchos creen en las habilidades de Ávila, pero el tiempo tiene la respuesta.
En donde no hay que esperar “que el tiempo hable”, es en el caso de Humberto Moreira, el zarandeado líder nacional del priismo. ¿Por qué? Porque en el PRI está claro para todos que Moreira se ha convertido en un lastre para las ambiciones y la estrategia de Enrique Peña Nieto.
Y es que no es secreto que los antecedentes de Moreira como gobernador de Coahuila, sus excesos locales —que hacen ver a esa entidad como una copia del PRI de los años 50—, los abusos de heredar el poder estatal a su hermano, de concebir el poder de esa entidad como un patrimonio familiar —repartir el poder entre la parentela y hasta bautizar obras públicas con los nombres de la familia—, además de la escandalosa deuda de su gestión, son “bombones” para el PAN y el PRD, que ven en Moreira el gobierno que haría Enrique Peña Nieto, si gana la elección de 2012.
Es decir, que antes de arrancar la elección del candidato presidencial del PRI, a diez meses del 1 de julio de ese 2012, Humberto Moreira ya es un lastre, no sólo para el PRI, para la candidatura presidencial del partido tricolor, sino de manera especial para Enrique Peña Nieto.
Y según no pocos jefes del tricolor, si el ex mandatario mexiquense no hace una operación mayor de ingeniería política, le habrá entregando al PAN y al PRD, en bandeja de plata, los misiles para destruir la candidatura presidencial de Peña Nieto.
Pero tampoco es todo. Hay otros focos rojos, nada fáciles de resolver. Todos saben que Alfonso Navarrete Prida es uno de los principales operadores de Peña Nieto en San Lázaro. Pues resulta que el legislador mexiquense se aventó la puntada de dar como presidente a Peña Nieto y advertir, palabras más o menos, que en materia presupuestal, el PAN y el PRD deben acostumbrarse a negociar con Peña. El desliz cayó como bomba en Los Pinos y en el Palacio del Ayuntamiento. Y, claro, suenan los tambores de guerra. ¿Hasta cuándo tirará el lastre Peña Nieto?
EN EL CAMINO.
El Zócalo es de todos, otra vez. Pero Marcelo Ebrard está feliz. Ganó un aliado estratégico, sin despeinarse. Al tiempo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario