02 septiembre, 2011

La matanza y la Gordillo

¿Qué hicimos mal como sociedad? ¿Qué caldo de cultivo hemos confeccionado en décadas para que, de repente, surjan personajes como El Pozolero o estos miserables asesinos que no tienen el menor sentido de la piedad?

Francisco Martín Moreno

¿Ha pensado el amable lector que pasa generosamente la mirada por estas líneas, las razones por las cuales los cinco criminales que hoy se encuentran detenidos en los separos de policía de Monterrey se atrevieron a arrojar gasolina en un casino para asesinar a decenas de personas? Ahí tenemos a Jonathan Jahier, de 18 años, alias El Joven; Juan Ángel León Flores, alias El Casillas o El Cash, de 20 años; Juan Carlos Carrasco Espinoza, alias El Chihuas, de 25 años; Julio Tadeo Berrones, alias El Rayas, de 28 años, y Javier Alonso Martínez, alias El Javo, de 37 años, acusados de homicidio con todas las agravantes, a tal extremo que es muy probable que salgan de la cárcel dentro de 40 años o más, sobre la base de que estos asesinos desalmados todavía tendrán que ser mantenidos por los contribuyentes regiomontanos a lo largo de medio siglo.

A título de investigación sociológica, antropológica y fisiológica, ¿no cree usted, querido lector, que valdría la pena hacer un interrogatorio técnico y muy bien estructurado para saber, a título de ejemplo, si estos asesinos terminaron la primaria? ¿Sabrán leer y escribir? ¿Por qué abandonaron la escuela, la secundaria, la preparatoria, así como los estudios superiores? ¿Serán hijos de padre y madre desconocidos, es decir expósitos abandonados en la banca de una iglesia o de un parque público? ¿Por qué su resentimiento social, sus odios y sus apetitos de venganza? ¿De haber tenido madre —que por supuesto no la tuvieron— ésta los abandonó a los días de nacidos? ¿Quién los crió? ¿Quién los educó? ¿Cómo sobrevivieron durante los últimos años? ¿Cómo es que llegaron a convertirse en chacales? ¿Qué tipo de sociedad somos, que permite la aparición de estos seres subhumanos que privan de la vida a sus semejantes a la voz de “ahora sí ya se los llevó la chingada..?” ¿Qué hicimos mal como sociedad? ¿Qué caldo de cultivo hemos confeccionado en décadas para que, de repente, surjan personajes como El Pozolero o estos miserables asesinos que no tienen el menor sentido de la piedad? ¿Dónde están las explicaciones, mismas que necesitamos para tratar de evitar estos crímenes en el futuro de nuestros hijos?

Una de las respuestas la encuentro en la gestión de la señora Elba Esther Gordillo, alias La Maestra, al frente durante dos décadas, días más días menos, del SNTE, si partimos del supuesto de que los jóvenes asesinos en promedio tienen 25 años de edad. Lo anterior nos permite concluir que todos ellos tenían que haber ingresado en la escuela cuando la señora Gordillo ya había secuestrado la educación en México con todos los perjuicios y daños que esto implica para la nación. Tanto los gobiernos priistas como los panistas se aliaron con La Maestra, o para llegar al poder o para afianzarse en él, lo cual hizo de dicho personaje siniestro una protagonista en política ciertamente intocable.

Sólo que no creo, querido lector, en las culpas absolutas, es decir, ¿dónde termina la culpa de la tal “maestra” y comienza la responsabilidad de los políticos y de la sociedad en general, que han permitido el secuestro del futuro de nuestros hijos? Yo no he visto a las multitudes tomar la calle ni emprender acción alguna para presionar a los Poderes de la Unión con tal de liberar la educación mexicana. ¿Qué hacen las asociaciones de padres de familia que no organizan una marcha multitudinaria para mejorar la educación de sus hijos? ¿Sabrán acaso que de los dos millones 800 mil niños que ingresaron el mes pasado en la escuela, casi el 55% la abandonará antes de terminar el sexto año de primaria? ¿Cuántos de estos cientos de miles de niños frustrados habrán de convertirse en El Pozolero, El Chihuas, El Cash o El Javo, en vez de médicos o ingenieros, etcétera..?

Claro que no sólo falló la presunta Maestra, sino que también falló el gobierno, que tampoco supo educar ni crear suficientes fuentes de riqueza ni oportunidades de trabajo. También falló la sociedad, los hombres y mujeres que tuvieron irresponsablemente hijos que dejaron abandonados en los drenajes públicos, como igualmente falló la Iglesia si aceptamos que estos execrables asesinos no temen la ira de Dios ni la sentencia que habrá de dictarse el día del Juicio Final. Fallaron las oportunidades en nuestro país, prosperó la ignorancia, se impuso el ocio y el vicio, proliferaron millones de analfabetos funcionales que ni siquiera pensaron en la posibilidad de emplearse como “mojados” del otro lado de la frontera. Floreció la maldad, se hizo valer el odio de los postrados hacia la sociedad, se expusieron los resentimientos familiares, los vacíos emocionales y los asesinos optaron por el camino fácil, como otros tantos delincuentes desintegrados del círculo familiar y social que jamás pisaron la escuela.

Además de dividir en mil secciones independientes el SNTE, para lo cual se cuenta con diferentes herramientas jurídicas y políticas, es conveniente que la nación entienda en qué se equivocó para que en su seno pudieran haberse desarrollado estos despreciables delincuentes que matan a carcajadas y, una vez encarcelados, lloran desconsoladamente su destino. Yo acuso, entre otros, a la señora Gordillo, alias La Maestra

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