Las dificultades de aterrizar en la cima de un peñasco
- Dos acantilados de 150 metros de altura separan el aeródromo del océano
- La pista ha sido reparada, pero aun así sigue siendo muy peligrosa
- No hay torre de control ni servicio meteorológico
El aeródromo del archipiélago Juan Fernández, situado a un extremo de la isla Robinson Crusoe, es uno de los más peligrosos del mundo. Situado en la cima de un gran formación rocosa, su pista de aterrizaje, de tipo 'portaviones', mide 1.018 metros de largo por 18 de ancho. A los lados, dos acantilados de 150 metros de altura separan lo alto de la meseta aeroportuaria del Océano Pacífico.
Los pilotos que normalmente despegan y aterrizan en este aeródromo advierten de que maniobrar en esta remota región de Chile es harto difícil. Las condiciones meteorológicas cambian constantemente, a veces en unos pocos minutos, y las ráfagas de aire superan fácilmente los 30 nudos (más de 50 kilómetros por hora).
Las teorías sobre lo que sucedió durante la fatídica tarde del viernes son diversas. Lo cierto es que el avión militar CASA 212 de la Fuerza Aérea Chilena, con 21 personas a bordo, no pudo posarse sobre la pista y después de dos intentos de aterrizaje se estrelló violentamente contra el mar.
Las declaraciones de Pedro Forteza, piloto de ATA, una de las dos aerolíneas que vuelan a la isla Robinson Crusoe, son reveladoras: "En mi opinión, la causa del accidente fue la presión a la que estuvieron sometidos los pilotos de la aeronave. Trataron dos veces de aterrizar, tenían que aterrizar sí o así porque no tenían combustible y el amerizaje con ese avión es imposible".
Forteza ha volado más de 500 veces a la isla y reconoce que hay que estar muy preparado para llegar volando allí. "Los vientos cruzados respecto a la pista complican bastante las maniobras. Hay viento de más de 45 grados, cruzado, de 30 ó 35 nudos, lo que hace difícil mantenerse en el centro de la pista. Los aviones normalmente se prueban con un viento cruzado máximo de 25 grados", añade.
"En mi opinión hubo un error humano o falta de planificación. Los accidentes se producen por una acumulación de causas, no por una sola. Tener que aterrizar sí o sí en una determinada pista con problemas puede poner nervioso a cualquiera, y más aún si no es una persona acostumbrada a hacerlo", agrega este experto piloto.
"Es muy impresionante aterrizar en un 'portaviones'. Las primeras veces el piloto se come un trozo de la pista porque tiene miedo de aterrizar cerca del acantilado. Algunos aviones, como el CASA 212, vuelan con un sistema de punto de no retorno, que lo calcula el piloto dependiendo del combustible y de las situaciones atmosféricas. Lo que quiere decir que desde un determinado punto ya sólo se tiene combustible para llegar al destino, donde hay que aterrizar sí o sí", comenta Forteza.
Según el piloto de ATA, que viaja dos veces por semana a la isla, un viento muy fuerte transformó las dos horas y media de vuelo habituales en tres, o tres horas y cuarto. El aparato llevaba gasolina para tres horas y media, por lo que el aterrizaje debía hacerse pronto. "Un primer intento de aterrizar, un segundo intento, falta de combustible... La presión psicológica pudo ser brutal", ha explicado el piloto en Radio Bío-Bío.
Respeto a la isla
"Yo creo que la piloto, de 26 años, tenía muy poca experiencia en la isla misma. Era la segunda vez que aterrizaba en Robinson Crusoe. Nosotros tenemos un gran respeto a la isla. Muchas veces cancelamos vuelos porque no se dan las condiciones meteorológicas óptimas. El aterrizaje es siempre complicado, incluso cuando no hay viento. Por razones aerodinámicas, sin viento, se acorta la pista. Siempre hay que andar con cuidado", concluye Forteza.
Los habitantes del poblado San Juan Baustista indican que el aeropuerto está mucho mejor que antes. Desde hace varios años una capa de asfalto y gravilla de tres a cuatro centímetros de espesor recubre el kilómetro de pista, que está preparada para recibir aeronaves de hasta 7,5 toneladas.
"Ahora hay hasta una terminal aérea donde resguardase de la lluvia", declara Roberto Chamorro, un pescador de langostas que vive en Robinson Crusoe desde septiembre hasta abril. "Ya han reparado la pista un par de veces, y está mucho mejor que antes, pero aún así es muy peligrosa. Hay veces que las avionetas no pueden despegar ni aterrizar en varios días debido al aire o a la lluvia", comenta.
Al no tener un tráfico regular e intenso, el aeródromo no cuenta con torre de control, por lo que las comunicaciones de los aviones en sus inmediaciones se dan entre las propias aeronaves, para coordinar las maniobras de aproximación, despegue o aterrizaje. En el lugar tampoco existe un servicio meteorológico que pueda informar de forma precisa acerca de las condiciones actuales.
La pista tampoco cuenta con procedimientos de aproximación instrumental, por lo que para poder aterrizar deben darse condiciones meteorológicas que garanticen mínimos de visibilidad y de nubosidad. A veces los aviones deben sobrevolar el lugar durante un largo rato antes de intentar la maniobra de aterrizaje.
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