El reciente desmantelamiento de un "bar" que operaba con mesas de billar en un penal de Chihuahua puso de nuevo en el ojo del huracán los privilegios de los que gozan algunos internos en las cárceles de México.
Luego de un cateo en el Centro de Reinserción Social para Adultos se confiscaron 200 botes de cerveza, una caja con doce botellas de tequila y 20 botellas de vodka. Además dos armas de fuego, 50 puntas metálicas, 20 celulares, 180 dosis individuales de mariguana y 90 gramas de heroína.
Por si esto fuera poco, también se ubicaron cientos de artículos electrodomésticos que no están permitidos en el penal.
Pero este caso no es una novedad. La misma Comisión Nacional de Derechos Humanos ha dado cuenta de los excesos y los privilegios a los que, tras pagar una respectiva cuota mensual, pueden acceder los reos al interior de las cárceles del país.
Por ejemplo, en los penales del DF se pueden contratar para fiestas privadas parrilladas, música, alcohol y sexo. Y si el prisionero no está cómodo, por 3 mil pesos se pueden hacer de una celda tres estrellas. Así lo pudo constatar este diario durante una investigación realizada en 2008.
Las celdas de mayor lujo las ocupan internos con alto poder adquisitivo y otras son alquiladas por autoridades para reuniones privadas, por lo que durante el festejo, los custodios se asumen como cadeneros, ya que sólo dejan pasar a invitados del reo que pagó por un evento que puede incluir comida, vino, refrescos, droga y mujeres.
En su momento el Reclusorio Preventivo Sur fue conocido por el hampa como una prisión de lujo. Sus puertas las cruzaron banqueros, ex funcionarios federales, narcotraficante, homicidas y ex legisladores.
En este centro penitenciario que ha albergado a sendas personalidades, muchos de sus huéspedes dejaron su propio legado. El ejemplo más claro es el del fallecido ex director de Pemex, Jorge Díaz Serrano, quien construyó una cancha de tenis al interior de la cárcel, donde practicaba el deporte de vez en cuando con las personas que lo visitaban.
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