La última vez que entrevisté a Eduardo Guerrero, experto en seguridad, me dijo: “El momento que estamos viviendo en México es similar a cuando crecieron los grupos paramilitares en Colombia”. ¿Voz de profeta? Parece que sí. Y me refiero a lo que está ocurriendo en Veracruz.
La semana pasada aparecieron 35 cadáveres en una de las principales vías de Boca del Río. Al parecer eran delincuentes que ya habían sido fichados por la policía. Se dice que pertenecían a Los Zetas. Posteriormente salió un video en internet del autodenominado grupo Los Matazetas. Ahí anuncian que su labor es erradicar a este cártel del estado de Veracruz porque ellos están en contra de la extorsión, el secuestro y el robo patrimonial. Cabe destacar que no es la primera ocasión en que aparece un video de este grupo en internet. En YouTube se puede observar otra pieza similar de julio de 2009.
¿Fueron Los Matazetas los que asesinaron a los presuntos criminales de Los Zetas? ¿Hay grupos en México, patrocinados por el sector privado o ciertos gobernantes, que están recurriendo a este tipo de tácticas para resolver el crimen organizado? No lo sabemos con certeza, aunque es probable que así sea. Como argumenta Guerrero, en este tipo de situaciones, cuando la sociedad y los gobiernos se sienten rebasados, típicamente crecen los paramilitares que en un principio cuentan con apoyo explícito o tácito de la gente desesperada. De hecho, el nuevo video de Los Matazetas, del 24 de septiembre, tiene el objetivo de atraer el apoyo de una sociedad cansada de los crímenes de Los Zetas.
Pero no nos vayamos con la finta. La realidad es que los paramilitares no son una solución al problema. De hecho, pueden agravarlo más. Si algo se aprende de la experiencia colombiana es que, lo que un momento parece ser un remedio, luego se convierte en mal mayor.
El paramilitarismo en Colombia tiene una larga historia. Surgió como una “solución” social, fuera del Estado, a la penetración territorial de las guerrillas comunistas. Ante la imposibilidad de las autoridades de combatirlas, terratenientes organizaron o contrataron ejércitos para defenderse de la “justicia revolucionaria” que incluía el pago de derecho de piso, el secuestro y el asesinato. Durante mucho tiempo los paramilitares tuvieron el apoyo de varios sectores de la sociedad. El problema es que estas guardias blancas, que por definición están en la ilegalidad, comenzaron a tener contacto con otros grupos ilegales: los del crimen organizado. Y comenzó lo que Óscar Gamboa Argüello ha llamado “simbiosis total” del paramilitarismo con la delincuencia. Ese es precisamente el problema. Los paramilitares empiezan con la defensa de la sociedad para pasar “luego al bandidaje” y “terminar en el narcotráfico y la delincuencia con el uso del terror”.
Gamboa cuenta el caso de Rodrigo Mercado quien empezó ofreciéndoles seguridad a los ganaderos ricos de una región asolada por remanentes de las FARC. “Luego convirtió a los hacendados en sus víctimas con el robo de ganado, explosión de sus fincas y cobro de vacunas hasta que se alió con traficantes del interior del Golfo de Moroquillo y garantizarles seguridad y embarque de cargamentos de cocaína al exterior”. Su poder se extendió a varios municipios: “El proceso de control territorial estuvo acompañado de masacres, desapariciones, asesinatos, que la comunidad calcula en dos mil víctimas”.
El presidente Álvaro Uribe procedió a terminar con el paramilitarismo en Colombia. Entendió que la “solución” había agravado el problema. Propuso, entonces, un “proceso de desmovilización” paramilitar. Negoció con ellos y les ofreció un trato especial. A los miembros activos les decretó una amnistía e incentivos para que dejaran las armas. Gracias a este acuerdo, se desmovilizaron más de 30 mil paramilitares en Colombia. De esta manera, la mayoría de los crímenes que cometieron estos grupos quedaron impunes.
¿Es eso lo que queremos en México? Desde luego que no.
Por más bonito que nos hablen Los Matazetas en sus videos de YouTube.
La historia no deja dudas: los supuestos “salvadores” de hoy fácilmente pueden convertirse en los verdugos de mañana.
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