Ojo por ojo
Álvaro Cueva
No paro de recibir mensajes de gente que me dice que es una ridiculez recordar lo que sucedió el 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, que los gringos se lo merecían y un montón de cosas peores.
A mí esto me sirve para entender lo bajo que ha caído el pueblo de México en cuanto a solidaridad y valores, y para confirmar que el odio es lo nuestro, lo de hoy.
Podrá venir el Dalai Lama, podremos vestirnos de blanco y encender velitas, pero la verdad es que este pobre país vive una epidemia de odio como no recuerdo otra en toda mi vida.
Nada nos parece, nada nos gusta, a nadie respetamos, nadie nos respeta. No se necesita ser muy listo para adivinar en qué va a terminar esta historia.
Le guste a quien le guste, le moleste a quien le moleste, hoy, exactamente hoy, estamos más hermanados que nunca con el pueblo de Estados Unidos.
Si bien a nosotros no nos mataron a 3 mil personas en unos aviones y en unos edificios, nos han matados más de 50 mil en casas, calles, puentes, carreteras, casinos, escuelas y centros de rehabilitación.
A ellos los dejaron en shock asesinando a cientos de personas con una brutalidad jamás antes vista en la historia de la humanidad. A nosotros nos pasa lo mismo. Hemos visto cosas que ni la más perversa de las películas había alcanzado a imaginar.
Ellos lloran por sus padres, por sus hijos, por sus bomberos. Nosotros lloramos por lo mismo y hasta por más.
Nuestros vecinos tienen miedo, temen que los vuelvan a atacar, desconfían de cualquier cosa y de cualquier persona. Nosotros también.
¿Y qué me dice del botín político, del oportunismo comercial, del sensacionalismo mediático y de las violaciones a los derechos humanos?
Cámbiele a la geografía, a la economía y al nivel de país, y haga de cuenta que es lo mismo: discursos aderezados, partidos que se oponen a todo, negocios impresionantes, escándalo sobre los escándalos, tortura, racismo y daños colaterales.
Terror es terror, México y Estados Unidos somos uno en el terror, cada quien en su tono, en su estilo, pero finalmente terror.
Por eso es importante que reflexionemos sobre lo que ocurrió hace diez años, por eso es importante que superemos la barrera de nuestros odios, que le expliquemos a las nuevas generaciones que esto no es un juego.
¿Cómo es posible que haya chavitos que piensen que el pueblo de Estados Unidos merecía lo que le pasó en esos aviones?
¿Qué pensaría usted si alguno de nuestros vecinos dijera que nuestras familias merecen morir como están muriendo? ¿Le gustaría?
¿En qué cabeza cabe que recordar el 11 de septiembre de 2001 es un acto de frivolidad?
Frivolidad, perder el tiempo debatiendo si Carlos Loret de Mola se acuesta o no se acuesta con sus compañeras de trabajo. Frivolidad, atascar las redes sociales con chistes sobre Ninel Conde, Dulce María y “Juayderito”.
Frivolidad, jugar a ver quién dice la puntada más ocurrente del último Informe de gobierno de Enrique Peña Nieto. Frivolidad, hacerle el caldo gordo a los pobres políticos del PAN que sueñan con llegar a las elecciones presidenciales de 2012.
¿A quién le interesa si Ernesto Cordero quiere ser candidato a la Presidencia de la República cuando hay balazos en la calle, pocos empleos e inundaciones en nuestras casas?
La diferencia entre nuestro pueblo y la gente de Estados Unidos es que mientras que ellos, a raíz de su sufrimiento, mantuvieron una actitud de solidaridad y respeto, defendieron sus instituciones y supieron salir adelante, nosotros seguimos sin tomar en serio nuestra realidad. Vivimos en la evasión perpetua.
Ellos ya ni siquiera se preguntan por qué les pasó lo que les pasó. Encontraron a Osama bin Laden. Resolvieron. Levantaron un monumento. ¡A lo que sigue!
Nosotros, en lugar de preguntar lo que se tiene que preguntar, seguimos preguntando lo de 1968, lo de 2006. Por supuesto, no encontramos a quien se tiene que encontrar, nos resolvemos, no recordamos.
Por tanto, no hacemos nada, permitimos lo que en ninguna otra parte del mundo permitirían y nos peleamos por los conflictos más inútiles, más superficiales.
Hoy es 11 de septiembre de 2011, el mundo cambió hace diez años y aunque estamos hermanados con el pueblo de Estados Unidos por el terror, nosotros estamos peor que entonces, vamos para atrás. Qué triste, ¿no?
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