23 septiembre, 2011

¿Qué hacemos con Manlio?

El PRI no puede darse el lujo de volver a dividirse como le ocurrió en los cinco últimos sexenios, precisamente para estas mismas fechas

Jorge Fernández Menéndez

Todos los observadores están de acuerdo en que las posibilidades de Manlio Fabio Beltrones de desbancar en el proceso interno del PRI a Enrique Peña Nieto como candidato presidencial son, por lo menos, escasas. Pero también todos saben que Beltrones se ha convertido en un referente político ineludible, en el priismo y sobre todo fuera de él, tanto en ámbitos políticos como empresariales. Beltrones , en algunos sectores, no tiene buena imagen, pero tiene interlocución y propuestas generadas a lo largo, sobre todo, de acuerdos y consensos amarrados en estos cinco años en el Senado. Peña posee una magnífica imagen y un arrastre indudable sobre todo en sectores populares, pero, por alguna razón, su equipo trata de que muestre lo menos posible sus propuestas reales. Peña, salvo que cometa algún error muy grave, que no se vislumbra, tiene casi asegurada la candidatura, sin embargo, para la elección constitucional, necesitará a Beltrones y lo que éste representa.

El PRI no puede darse el lujo de volver a dividirse como le ocurrió en los cinco últimos sexenios, precisamente para estas mismas fechas, los meses que van de septiembre a enero. La candidatura de Miguel de la Madrid provocó un cisma entre tecnócratas y políticos; la de Carlos Salinas generó el surgimiento de la corriente democrática de Cuauhtémoc Cárdenas y, por ende, del PRD; el 94 estuvo marcado por el rompimiento de Manuel Camacho, el levantamiento zapatista, el asesinato de Colosio, la candidatura de Zedillo y el asesinato de Ruiz Massieu; seis años después, Labastida superó a Madrazo en una disputada elección abierta, pero la lucha interna fue tan dura que Labastida no se pudo recuperar del golpeteo interno; muchos olvidan, cuando se recuerda 2005, que el PRI venía de ganar casi todo desde 2003, que estaba muy bien posicionado y que Peña Nieto acababa de ganar el Estado de México. El PRI lo único que no podía hacer era colocar a Madrazo como candidato, pero éste rompió con Elba Esther Gordillo, se formó el Tucom, que decidió lanzar a Montiel, al que Madrazo quitó del escenario con literalmente un par de periodicazos, Roberto se autoimpuso como candidato y el PRI hizo la peor elección de su historia. No pueden volver a equivocarse.

No creo que esa sea la situación hoy, pero el peligro ahí está. La tentación de lanzar ya a Peña como candidato único existe y para muchos es, simplemente, una regla a seguir. En una reciente reunión con gobernadores, el líder de la CTM, Joaquín Gamboa Pascoe, tuvo que ser frenado para que no anunciara oficialmente, como en el pasado, el destape. Que éste se haya efectuado en el más importante espacio noticioso de Televisa le garantizó a Peña difusión pero, al mismo tiempo, le cerró opciones y fortaleció la versión (que no es real, eso es subestimar a Peña) de que la suya es una candidatura televisiva.

La línea seguida en el Congreso por su grupo parlamentario tampoco lo ayuda a tener una política más incluyente: el debate sobre la reforma política, entre la cláusula de gobernabilidad que le daría al partido que obtenga más de 35% de los votos en la elección presidencial una sobrerrepresentación en el Congreso para que tuviera 50% de la Cámara de Diputados, no se sostiene ante la realidad política del país: no aumentaría la eficiencia política, sino la confrontación, y sería un mal regreso al pasado.

Al mismo tiempo, la propuesta del gobierno de coalición que presentó Beltrones, que apoyan tanto el PAN como el PRD y que en términos estrictos es una propuesta que se ha manejado desde hace años por distintos especialistas y políticos, garantizaría estabilidad y gobernabilidad, al ampliar el espectro de acuerdos, en vez de restringirlo.

Los priistas tendrán que hacer un esfuerzo muy grande para lograr, en esta ocasión, que su partido termine fragmentado, pero algunos están dispuesto a hacerlo.

En el equipo de Peña hay quienes le dicen al ex gobernador que es la hora de empujar y quedarse, desde ahora, con todo, para evitar sorpresas. En el de Manlio también hay quienes, molestos por el trato recibido, que consideran injusto, proponen también, desde ahora, poner distancia con Peña para hacer una apuesta a futuro.

No creo que ni Peña ni Manlio los terminen escuchando: por lo pronto, ya llevan dos reuniones en los últimos 15 días y la idea es que se seguirán reuniendo, solos y cada dos semanas, para ajustar temas y agendas. Pero todo eso tiene que ser procesado, hay que bajar a los equipos y se deben compatibilizar propuestas. Cerrarse, por ejemplo, a la reforma política, para evitar darle oxígeno al adversario interno o no abrir la agenda legislativa y no sacar adelante en estos meses los innumerables pendientes que hay, es un error, una forma de jugar a la defensiva cuando se tiene casi todo por ganar.

Cuando los peñistas preguntan qué hacemos con Manlio, la respuesta debería ser escúchenlo, ábranle espacios, súmenlo.

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