13 septiembre, 2011

Una farsa trágica

Grecia

Atenas
Una peatón delante de un cartel publicitario en una calle de Atenas.

Una peatón delante de un cartel publicitario en una calle de Atenas.

Incorporar una nueva tasa en las facturas de electricidad es la última propuesta del Gobierno, lo que significa reconocer el fracaso de las medidas tomadas durante un año y medio, tal y como se lamenta Ta Nea. Y el colmo es que algunos funcionarios se niegan a aplicarla.

Como en las sombrías tragedias de Shakespeare, un único personaje puede poner patas arriba el escenario político griego. Este personaje no es un protagonista, sin embargo, es crucial para el desarrollo de las escenas, y no es positivo. Imaginemos un Yago en Otelo.

Salvando las distancias, esta analogía podría aplicarse a Nikos Fotopoulos, el presidente del sindicato Genop-DEI (la Electricidad de Grecia). Es moreno, está mal afeitado, viste de negro y tiene un cierto aire teatral, sobre todo porque este sindicalista aparece en primera plana justo en el momento más crítico de nuestra tragedia financiera nacional.

El Gobierno de Papandreu está desesperado. Para subsanar el déficit público necesita unos 2.000 millones de euros. Para recaudarlos ha propuesto gravar de nuevo las propiedades inmobiliarias y, en ausencia de un catastro, pretende utilizar para ello las facturas de la electricidad [para identificar a los propietarios], mientras que DEI contabiliza el metro cuadrado, la antigüedad y el barrio. Pero usar las facturas de DEI para imponer una nueva tasa [que quedará integrada en el cómputo de la factura] supone confesar un fracaso. De esta manera el Gobierno reconoce que no confía en los mecanismos de recaudación del impuesto. Una triste constatación que cuestiona también la eficacia de las tasas precedentes.

La elite del Estado se rebela contra su propio Gobierno

El Gobierno por tanto va a imponer una nueva tasa extraordinaria que estará vigente durante el año en curso y el próximo. Lo hace porque durante veinte meses ha tratado, en vano, de reformar la administración pública, de vender bienes y de suprimir organismos públicos. Se han producido recortes salariales, pero no verdaderas reformas. La puesta en marcha de un salario único para todos los funcionarios queda anulada por las numerosas excepciones que contempla, y la excedencia de los funcionarios es tan complicada que el Estado no podrá conseguirla sin despedir a empleados públicos.

En realidad, ni el PASOK [el partido socialista en el poder], ni Nueva Democracia [la oposición de derechas] se atreven a meter mano al Estado, porque aunque sea un horror, ellos mismos lo han creado. Para evitar reformarlo, el Gobierno aboga por que sean los propietarios griegos quienes paguen.

Se trata por tanto de una obra de teatro con un director invisible pero que, irónicamente, tiene como personajes a Fotopoulos y a los cabecillas de Genop-DEI, que rechazan que las facturas de la electricidad sirvan para aplicar una ley impuesta por el Gobierno. Estos hijos del PASOK, que constituyen una elite del Estado, se rebelan contra su propio Gobierno. Prefieren que el país vaya a la quiebra antes que recortar sus privilegios. En cualquiera de los casos, los griegos tendrán que asumir un alto coste. El problema es que ninguna tragedia que se precie – ni de Shakespeare, ni las financieras – tiene un final feliz. Al final, habrá que pagar.

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