Muamar Gadafi fue conocido por sus excentricidades, enfrentamientos con Occidente, veleidades sin fin y por ser el más longevo de los dictadores en África
Carmen Álvarez- 1
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De su caída sólo quedan las caóticas imágenes, transmitidas por Al Jazeera, del cuchillo rebelde que ahogó en sangre su último aliento en la pequeña ciudad del desierto que atestiguó su precoz ascenso político, cuando era un joven que solía cargar un pequeño banco para subir en él si había la necesidad de pronunciar algún discurso.
Hoy, el recuerdo de sus arengas sobre la unidad árabe que le atrajeron a los seguidores que lo ayudaron a derrocar, en 1969, al decadente rey libio Sayyid Muhammed al-Idris cuando sólo tenía 27 años, cede el paso al trágico fin de su hijo menor Seif al-Islam, y de su quinto hijo, Motassem, también ultimados ayer por las fuerzas rebeldes del Consejo Nacional de Transición creado hace ocho meses.
Sin agua, sin electricidad, sin hospitales, asediada por los rebeldes del Consejo Nacional de Transición y bombardeada por las fuerzas de la OTAN, Sirte ya no es ni la sombra de lo que era hace cuatro décadas cuando Gadhafi, el hijo menor de Aisha y de Abu Minyar, una pareja de beduinos de la humilde tribu de Gaddafa, encabezó las protestas populares para derrocar a Idris.
El capítulo final del excéntrico líder de la primera potencia petrolera de África con 41 mil 500 barriles del “petróleo de calle”, lo más cercano a la gasolina, quedó sellado con la ejecución ayer de Bakr Younès, su ministro de Defensa, cuyo cadáver fue hallado junto al de Motassem.
Y tras el ambiente festivo que sigue a la derrota del gobernante más antiguo sobre la faz de la Tierra en los países miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), surgen las múltiples anécdotas que se fueron acumulando a lo largo de sus 42 años de gobierno, en un bizarro colofón para la historia libia.
“Excentricidades que no logran opacar la muerte de decenas de miles de libios en decenas de miles de ataques aéreos, ni la destrucción del país que tenía una esperanza de vida de 77.65 años, superior a la de México, de 76.47”, dijo a Excélsior Michel Chossudovsky, presidente de la Asociación Canadiense de Estudios Lationamericanos y Caribeños.
Aunque el tema es ahora Libia, dijo, la foto de su enfermera favorita, la despampanante ucraniana Galyna Kolotnitska, al igual que las fotos de sus amazonas: las bellas guardias de seguridad armadas que lo acompañaban en sus viajes al extranjero, siguen presentes.
“Anécdotas que distrajeron la prensa y opacaron la posibilidad de un cambio de régimen que no significara para Libia la trágica pérdida de su paz interna, de su petróleo y de sus niveles de bienestar, sin duda más elevados que los de muchos países latinoamericanos”, agregó Chossudovsky vía telefónica desde Halifax.
Pues a pesar de que Libia alcanzó el producto per cápita más alto de África con 13 mil 800 dólares promedio por persona al año, según cifras de Naciones Unidas, la personalidad de Gadhafi en los foros internacionales chocó con los cánones establecidos por las élites económicas y diplomáticas del mundo.
Il Corriere della Sera dio cuenta, por ejemplo, de algunas anécdotas que dejaron sin aliento a las élites conservadoras de Italia, y que fueron registradas por la prensa mundial.
“Es mejor que permitan el ingreso de los inmigrantes africanos si no quieren que Europa se vuelva negra dentro de unos años”, sugirió hace un par de años Gadhafi a una patidifusa audiencia de conservadores políticos italianos.
Y tras concederles que el estado colonialista “ya limpió su pasado”, se fue de parranda con su homólogo Silvio Berlusconi, acompañado de bellísimas mujeres.
Paradójicamente Gadhafi también hizo las delicias de la prensa financiera internacional cuando reportó que el líder beduino – el mismo que impulsó la unidad africana y la resistencia al colonialismo en todas sus modalidades – se había convertido en una revelación en el manejo de las inversiones especulativas.
Mark Weisbrot, codirector del Center for Economic and Policy Research de Washington, relató a Excélsior que Gadhafi aprendió tan bien el comportamiento del capitalismo financiero que multiplicó por siete veces su multimillonaria inversión en valores de la casa Fiat.
“La prensa financiera bromeaba diciendo que Gadhafi podría conseguirse un empleo como administrador de fondos de inversión”, agregó Weisbrot.
Pero uno de los momentos menos afortunados de Gadhafi en los foros internacionales ocurrió en septiembre de 2009 ante la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York, cuando aventó el “inservible” ejemplar de la Carta de Naciones Unidas al secretario general del organismo, Ban-Ki-moon.
“Ciertamente Gadhafi sabe cómo entretener a la audiencia, particularmente en coyunturas importantes como la actual. Esto fue lo que sucedió luego de esta gran oportunidad para consolidar el reingreso de Libia al seno de la comunidad internacional después de pasar 20 años en la jungla”, escribó Ed Pilkongton para el diario The Guardian.
Pilkongton relató que Gadhafi alargó hasta 100 los 15 minutos reglamentarios que debió durar su discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas para descargar todo lo que tenía en mente, tal cual.
Y para echar más gasolina al fuego de las críticas, durante su visita de hace unos años a Londres, jamás se quitó el colorido traje de beduino que tanto irritaba a más de un británico y en París plantó su tienda beduina frente al Hotel de Marigny, la residencia oficial que había sido preparada para dignatarios como él.
WikiLeaks, difundió un cable diplomático que reveló el miedo intenso de Gadhafi a permanecer en los pisos superiores de los edificios, y el por qué de su afición por las tiendas beduinas en plena ciudad, así como las versiones de que no le gustaba volar sobre agua ni toleraba viajar más de ocho horas seguidas en avión, pero no pudo detener su caida.
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