Estudio demuestra que las personas más agradables o bondadosas promedian ganancias significativamente inferiores a aquellos con personalidades opuestas. ¿Es el dinero una recompensa destinada a la falta de calidad humana?
“El hombre generalmente tiene más cuidado con su dinero que con sus principios”
Ralph Waldo Emerson
Ralph Waldo Emerson
Muchos de nosotros hemos reflexionado sobre la naturaleza del dinero y sobre los orígenes y consecuencias del rol que ha desempeñado históricamente al interior de la sociedad. Y más allá de que sin duda existen múltiples posturas alrededor de este “personaje” sociocultural, lo que resulta indudable es que a lo largo de la historia humana ha generado múltiples conflictos, desacuerdos y crímenes. Hasta cierto punto parece que el dinero surgió como una especie de condena o, por qué no, un reto evolutivo, en el que aspectos de la naturaleza de una persona como la generosidad, la amabilidad y la honestidad, tienen que luchar, y vencer, al “lado oscuro”, vivamente representado por psico-entidades como la ambición y el egoísmo.
Un nuevo estudio detectó que las personas amables ganan, significativamente, menos dinero que aquellas que tienen una personalidad opuesta. Aquellos trabajadores que calificaron debajo del estándar de amabilidad promediaron 18% más ingresos que aquellos que la practican (en el caso de las mujeres la diferencia entre ambas “personalidades” disminuye a 5%).”Los chicos buenos obtienen lo peor”, afirma Beth A. Livingston, co-autora del estudio y profesora de investigación en recursos humanos para la School of Industrial and Labor Relations de la Universidad de Cornell.
Los investigadores de este ambicioso estudio recolectaron información recabada a lo largo de 20 años a través de tres diferentes encuestas aplicadas a 10,000 profesionales activos, abarcando un amplio espectro de edades, profesiones y salarios. Realizaron además un estudio por separado a 460 estudiantes de negocios, en el que les pidieron que actuaran como gerentes de recursos humanos en una compañía ficticia, y se les presentaron perfiles de candidatos que aspiraban a un puesto como consultor. Aquellos aspirantes que previamente habían calificado como altamente amables consiguieron menos puestos que los demás.
Al parecer parte de la explicación de este fenómeno tiene que ver con la masculinidad y con la asociación de este concepto a la agresividad. Si consideramos que el mundo de los negocios está marcadamente dominado por hombres y que su sistema de creencias les “obliga” a actuar con cierta agresividad para reafirmar su rol masculino, entonces esta pudiese ser una de las explicaciones al hecho de por qué es más fácil triunfar en los negocios o en el trabajo, y por lo tanto hacer más dinero, cuando se es más agresivo que amigable. Los hombres amables probablemente no cumplen “con las expectativas de un comportamiento masculino”, dice el estudio. Otro factor es la actitud en la negociación. Al parecer la gente más bondadosa pocas veces intenta defender una cierta cantidad de salario o aumentarla, mientras que aquellos más agresivos incurren en esta práctica casi automáticamente.
Parte del problema reside en el sistema de recompensas laborales, orientado habitualmente a premiar a los trabajadores más egoístas, menos éticos y menos amables. “El problema es que muchos gerentes no se dan cuenta de que están recompensando la falta de amabilidad. Puedes afirmar que tu compañía valora la amabilidad pero tu sistema de compensación no lo refleja”, añade Livingston. Sin embargo, y a pesar de que pudiese ser considerada como una actitud rebelde o contra-cultural dentro del mundo de los negocios, lo cierto es que hay compañías en particular que buscan desalentar la agresividad entre los empleados. En Seattle existe una compañía, Lockerz, que ha implementado una política llamada “no jerks and divas” (sin patanes ni divas), explícitamente diseñada para castigar actitudes consideradas como poco leales o agresivas entre su equipo.
Vale la pena destacar que más allá de la clásica asociación entre el dinero y la poca calidad humana (históricamente justificada), resulta mucho más sano y alentador reconocer que el dinero en sí es una invención abstracta y artificial, y que a pesar de que los sistemas sociales de las últimas décadas se hayan, de algún modo, diseñado en torno a este “elemento”, su naturaleza es esencialmente neutral. El lúcido teórico de los medios, y también ágil analista de las nuevas economías, Douglas Rushkoff, nos invita a “auto-programar” nuestro dinero, es decir, a rescatarlo de las garras de un sistema financiero completamente abstracto y regresar el valor del capital a un mundo real, orgánicamente cooperativo, con personas reales y bajo un esquema en el que el “pastel” no se concibe como algo limitado, lo cual lleva irremediablemente a pensar que lo que otra persona tiene algo que yo estoy dejando de tener.
Lo anterior implica una tajante antítesis de la filosofía promovida por inversionistas y corredores de bolsa y la cual queda fielmente impresa en una declaración que emitió recientemente Ray Dalio, un exitoso especulador y cuyo hedge fund, Bridgewater, se ha convertido en el más rentable dentro de los fondos de alto riesgo: “Si quieres ganar más dinero que la media del mercado, tienes que quitárselo a alguien”.
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