Por José Raúl González Merlo
De todas las promesas de campaña,ninguna ha capturado más la atención que la hecha por el señor Baldizón: el bono 15. La audacia y astucia de prometer una nueva prestación laboral por decreto y las cantinflescas explicaciones de cómo se pagaría no solo la convierten en la “madre de todas las promesas electorales”, sino que también definen el carácter de aquel que está haciendo la promesa. ¿Quién no quisiera gozar de los beneficios de un decimoquinto salario? “Es para el pago de los útiles escolares”, promete el candidato.
Seductora, atractiva y populista promesa de campaña. Seguramente, el voto de muchas personas ha sido influido, al margen, por la ilusión de ese bono. Después de todo, para eso son las promesas de campaña, ¿no? Como dijo Alfonso Portillo, “los candidatos son vendedores de sueños”.
Para que usted se crea en el sueño del bono 15, debe creer también que el Congreso es capaz, por decreto, de crear riqueza. A partir de ese supuesto, la promesa del bono 15 nace muerta. La riqueza y las prestaciones laborales no se crean por decreto; mucho menos por promesa de campaña presidencial. Para comenzar, al iniciar este año solamente uno de cada siete personas de la población en edad de trabajar —más de 10 millones— estaba afiliada al IGSS. Eso quiere decir que seis de cada siete trabajadores operan en el sector informal, en donde no se paga el bono 14, mucho menos el bono 15. En esas empresas no hay suficiente inversión de capital para aumentar la productividad de la mano de obra y poder pagar las “prestaciones legales”. Esa es la realidad. Ni siquiera Supermán la puede cambiar.
El bono 15 equivaldría a un aumento anual de 7 por ciento en el salario nominal de los trabajadores que lo reciban. De las cifras del IGSS podemos estimar que su costo sería de unos Q2 mil 500 millones. Pero para poder recibirlo habrá que generar un aumento similar en la productividad de la mano de obra. Si no es así, lo que pasará es que las empresas deberán disminuir el número de sus empleados. Eso significa mayor desempleo y mayor pobreza. Acá es donde comienzan las respuestas al estilo del cómico mexicano Cantinflas. Dice el candidato que, como también bajará los impuestos de las empresas con el famoso flat tax, de ahí saldrá el dinero para el bono 15. En el mejor de los casos, y en buen chapín, va a desvestir un santo para vestir a otro, porque el fisco recaudó, justamente, unos Q2 mil 500 millones por concepto de Impuesto de Solidaridad en el 2010. Y ahora vaya usted a averiguar si le salen las cuentas del mentado flat tax y qué hará con el déficit fiscal o la deuda pública…
El bono 15 es una oferta electoral audaz, desafortunada y demagógica. Engaña a las personas y las ilusiona cruelmente para que voten por el candidato, haciéndoles creer que la riqueza se crea por decreto. Peor aún, fomenta aquella actitud populista de hacer promesas irresponsables con tal de llegar al poder. Insulta la inteligencia de los electores y los pone a prueba para determinar si somos tan ignorantes o inocentes de creer, de nuevo, en los “vendedores de sueños”.
1 comentario:
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