Por José Raúl González Merlo
En ocasiones escucho, con un tono de resentimiento, comentarios respecto del número de helicópteros y aviones privados que hay en Guatemala. La crítica viene al hecho de que en “un país pobre” como el nuestro no debería existir ese tipo de “bienes suntuarios”. Sin embargo, como siempre, de cara a la reciente crisis meteorológica, el sector privado ha puesto a disposición de la ayuda de las víctimas todo ese equipo. Así queda demostrado que la envidia y el resentimiento son malos consejeros. Hay muchos propietarios de aeronaves en Guatemala.
Sus dueños las han adquirido para trasladar a su personal ejecutivo con eficiencia y seguridad a las diferentes áreas de trabajo para aumentar su productividad. Y también las usan para trasladarse por motivos de placer. ¿Por qué no? Sin embargo, cuando se han dado las emergencias nacionales, esos empresarios, reunidos en el Aeroclub de Guatemala, nunca han escatimado esfuerzos para ponerlas al servicio de las personas damnificadas.
Desde que ha existido, el parque de helicópteros y aviones privados guatemaltecos ha sido vital en el traslado de material y personal a las víctimas de las diferentes catástrofes naturales. Generalmente, los afectados son los más pobres, por vivir en las áreas más alejadas, vulnerables y menos accesibles de nuestro país. Inclusive, grandes empresarios guatemaltecos han entregado su vida en el esfuerzo por llevar ayuda. Alfonso Bosch y Dionisio Gutiérrez —padre— fallecieron trágicamente cuando su avión se estrelló, en 1974, mientras llevaba medicinas a las víctimas del huracán Fifí en Nicaragua.
Desde el terremoto de 1976, pasando por las tormentas Mitch y Ágatha y la reciente depresión tropical, las vías terrestres de comunicación quedan interrumpidas. Claramente, el Aeroclub ya tiene diseñado un plan de emergencia que ejecuta con gran eficiencia al momento de una emergencia. De forma espontánea y con mucha más efectividad que las mismas autoridades de gobierno, el Aeroclub motiva a los medios de comunicación y coordina los esfuerzos de ciudadanos voluntarios para establecer centros de acopio, definir la ayuda necesaria y transportarla hasta ser entregada a las víctimas.
Gracias a Dios, muchos no hemos tenido necesidad de recibir esa ayuda. Sin embargo, cientos de miles de otras personas han sido beneficiadas. Toda la infundada crítica y envidia respecto de aviones y helicópteros queda opacada con cada desastre natural. Arriesgando su vida y aeronaves, en condiciones de vuelo difíciles y peligrosas, el valor y la pericia de los pilotos junto con la generosidad de empresarios hace posible que valiosas vidas sean salvadas.
Hasta donde yo estoy enterado, el Aeroclub nunca ha recibido un reconocimiento público por la gran labor humanitaria que hace cuando más se le necesita. Estoy seguro de que tampoco esperan recibir premio alguno. Sin embargo, sirvan estas breves líneas para hacer un homenaje a pilotos, personal técnico y propietarios de las aeronaves que siempre han estado dispuestos a ayudar a los más necesitados. Que Dios los bendiga.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario