La Marina Armada investiga cómo llegaron a YouTube varios de sus videos reservados para análisis interno, donde se muestran enfrentamientos entre infantes de Marina y Zetas, imágenes del frente de batalla de la guerra contra el narco.
En el fragor del combate contra un grupo de Zetas que lo emboscan, un infante de Marina se prepara para dispararles por segunda ocasión con un lanzagranadas de 40 milímetros. La cámara de combate de la Armada gira hacia la izquierda y lo capta con una rodilla frente a la pick up naval. Las luces alumbran su cara. El primer tiro no acierta. Pasa demasiado arriba. Apunta de nuevo, calculando la parábola del disparo que recorrerá unos 80 metros. Fuego.
Esta vez el proyectil da en el blanco. El impacto hace un ruido seco, un trueno de corta vida que sacude la camioneta de los narcotraficantes. El video muestra, minutos más adelante, a un marino enardecido revisando un cuerpo tendido en la tierra: “¡Ahí está! Chingue su madre. ¿Eso querías?, ¿eso querías?”.
Los Zetas reanudan el fuego sobre el personal naval desde dos o tres puntos entre la arboleda. El jefe de la escuadra trata de calmar al personal: “¡Sale, tranquilos… tranquilos!”, les ordena el comandante, pero la euforia los desborda. “¡¿Eso querías güey, eso querías?!”, vuelve a gritar el marino, mientras los compañeros cercanos cortan cartucho intentando destrabar sus fusiles M-16.
CÁMARAS DE COMBATE
Seis grabaciones hechas por personal de Infantería de Marina en Tamaulipas y probablemente en Nuevo León muestran, en unos cuantos minutos, parte de la crudeza del combate contra el narcotráfico. Estas grabaciones constituyen material clasificado, interno, que se obtiene con cámaras de combate utilizadas por la Marina, el Ejército, la Fuerza Aérea y la Policía Federal (PF) durante operativos reales o en el curso de entrenamientos con fuego real, y sirven estrictamente para su revisión en sesiones de trabajo y análisis, para corregir errores cometidos durante las operaciones que más tarde derivarán en incursiones más eficientes.
No es material que deba hacerse público pues esto permitiría a los grupos del crimen organizado conocer la estrategia y la táctica de combate de las instancias oficiales. Por ello sólo tienen acceso a él los comandantes de las unidades operativas, los mandos de Batallones y Brigadas, los comandantes de unidades especiales y los comandantes de Zonas y Sectores Navales.
En consecuencia la Armada de México investiga cómo es que se rompió el círculo de confidencialidad para que esas videograbaciones llegaran a YouTube desde hace por lo menos un mes. “Estamos revisando qué es lo que pasó, porque esos videos son confidenciales”, dice a M Semanal una alta fuente de la Marina, la cual adelanta que habrá sanciones para quienes hayan filtrado el material.
Desde helicópteros Mi-17 que rafaguean camionetas blindadas o en incursiones pie a tierra contra campamentos de sicarios, las cámaras de combate de la Marina graban fragmentos de operativos y enfrentamientos con grupos del crimen organizado en testimonios inéditos, captados por personal naval mediante cámaras montadas o adaptadas a sus fusiles de asalto: la adrenalina al máximo tras la aniquilación del enemigo, el avance y la zozobra de descubrirse emboscados, el descontrol, los gritos, las balas que pasan silbando y se estrellan sobre el blindaje naval.
La falta de municiones y de apoyo aéreo, el compañero lesionado entre dos pick ups a medio tiroteo, los gritos y las órdenes incesantes de los jefes para tranquilizar al personal, donde se mezclan veteranos de sangre fría que exhortan al avance y novatos que sólo atinan a mentar madres mientras forcejean con los fusiles que se traban una y otra vez. Nadie baja la guardia. No hay marcha atrás. Los marinos pasan a la ofensiva en medio de la lluvia de balas. Como sea, pero avanzan. Todo está allí, en menos de siete minutos de video que muestran una parte normalmente oculta del combate al narcotráfico.
“¿ESTÁS BIEN?, ¿TE DIERON?”
El cabo de marinería cruza frente a la cámara de video que un compañero lleva en su fusil M-16 mientras una nueva ráfaga de metralla sale de la arboleda y casi lo alcanza. Uno de los disparos revienta sobre la caja de la Cheyenne de la Armada. El marino se mueve entre la parte trasera de la pick up y los matorrales iluminados por los faros de la camioneta. Un segundo disparo zumba en el aire con sonido metálico y da en otra parte del vehículo, a unos 10 o 15 centímetros de la cámara que lo graba todo.
Nuevas ráfagas y tiros perdidos rompen el aire cerca, muy cerca de los infantes de Marina. “¡No pierdan la calma! ¡Tranquilos, no sabemos cuántos son!”, grita uno de los jefes de la escuadra que avanza primero hacia una casita y una arboleda donde se ocultan los sicarios. Oscurece y uno de los pelotones del 7° Batallón de Infantería de Marina trata de deshacer la emboscada en la que ha caído en un paraje cercano a San Fernando, en Tamaulipas. La voz de uno de los marinos intenta explicar lo que la cámara desnuda: “Estamos aquí, en un enfrentamiento contra Los Zetas…”. No hay más palabras. No hacen falta.
Esos 14 minutos de combate forman uno de dos paquetes de grabaciones realizadas en fechas y por unidades distintas. El primer paquete corresponde a dos videos de seis minutos cada uno, más otro de dos minutos, captados por al menos dos escuadras o pelotones del 7° Batallón que operaba en Tamaulipas. El segundo paquete es mucho más breve. Son tres grabaciones, dos de ellas hechas desde helicópteros Mi-17, y una tercera en tierra, con la aeronave como apoyo y revisando el objetivo alcanzado: una camioneta Jeep Cherokee blindada que intentaba ocultarse debajo de varios árboles, pero que al final es alcanzada por el fuego; uno de los marinos dispara con una ametralladora Barret calibre 50 milímetros, montada en un soporte y asegurada con una cinta estática a la puerta de la aeronave. Otro dispara con un fusil HK-21 junto al tirador de la Barret, mientras dos marinos completan el rafagueo con una M-16 y un fusil HK desde una de las ventanillas del aparato. Sólo salen de cuadro para recibir cargadores abastecidos por otros compañeros.
El ruido del rotor del Mi-17, su silbido metálico constante y cadencioso, se mezcla con los tiros cuando un marino le pide a gritos al piloto que descienda: “¡Baja… baja, Edy, baja!”. La nave comienza a circular sobre su objetivo pero no desciende: los marinos no dejan de disparar sobre las copas de los árboles, a un blanco que no alcanza a distinguirse.
EMBOSCADA
En cinco de los videos se captan los momentos más difíciles del combate. En uno se logra ver una camioneta inutilizada, con la puerta del conductor abierta y el cristal reventado, pero sin ocupantes. En ninguno se conoce cómo terminaron los enfrentamientos.
En los primeros registros los marinos avanzan y revisan la casa. A gritos advierten a los que vienen que tengan cuidado, que mejor se salgan del lugar. Cuando lo hacen son atacados por un nutrido fuego que los detiene y divide. Otro grupo de marinos contraataca por el flanco izquierdo, quedando emboscado. En los siguientes minutos recibe toda la descarga de Los Zetas, pero ningún elemento resulta herido. Se menciona a El Chino, por quien todos preguntan: “Se quedó atorado en la defensa de la pick up”, le dice un marino a sus compañeros.
Nerviosos, sorprendidos por las balas enemigas que zumban junto a ellos, algunos infantes se ocultan entre los arbustos. Con ellos está el que lleva la cámara de combate. De pie, unos 20 metros delante de ellos, se ve a cuatro o cinco de sus compañeros que avanzan disparando hacia otras casas. Los marinos que están junto a la cámara abren fuego, y uno de los jefes navales ordena detener el ataque: “¡Alto al fuego, alto al fuego! Hay gente avanzando, bestias!”.
“¡A ver 92, situación!”, se escucha en el equipo de radio de la Marina. “¡Vénganse para acá! ¡Vamos a hacer una línea de fuego!”, grita el jefe de una de las escuadras, pero Los Zetas atacan con lanzagranadas y nadie logra hacer nada. El jefe de la escuadra intenta reacomodar a su gente cuando una ráfaga de fusiles los sorprende por el flanco izquierdo.
“¡Acá de este lado, lo están emboscando! ¡Izquierda, a la izquierda!”, grita un marino. La cámara barre la escena. Las luces de las camionetas navales son una mancha luminosa. Los marinos que habían avanzado se tiran al suelo, otros corren, unos más abren fuego, casi sobre una de sus propias camionetas. Les disparan desde atrás. “¡Los del árbol, los del árbol para atrás!”, grita un jefe. Las sombras de los marinos retroceden, se agrupan junto a una de sus camionetas. Son cinco o seis infantes que habían estado expuestos a la emboscada. Ya reagrupados, responden con lanzagranadas y fuego continuo hacia el flanco izquierdo de la brecha. Recargan sus armas, cortan cartucho y escuchan las órdenes de su jefe, quien les recuerda no disparar en ráfaga, cuidar las municiones y esperar a que sean los enemigos quienes se acaben primero el parque: “¡Tranquilos, infantes de Marina, ahorren munición!”.
Mientras, en otro punto, alguien da más órdenes y organiza el avance de la marinería hacia Los Zetas, que retroceden pese a contar, aparentemente, con más municiones. “¡Avánceleeee! ¡Tranquilos… Relaxx… Gente, relax!”, insiste otro jefe mientras los marinos se reorganizan. “Escuadra, de aquel lado, avance... Nos vamos a cubrir con la casa, ¿eh? Yo cubro”.
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